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CINEMA DE PERRA GORDA

THE CHASE (1946, Arthur D. Ripley) Acosados

THE CHASE (1946, Arthur D. Ripley) Acosados

Si hay un elemento que atesora plenamente esta extraña, por momentos fascinante, y finalmente irregular THE CHASE (Acosados, 1946. Arthur D. Ripley), es la baza de la singularidad. En efecto, y tal y como queda expresado en no pocos títulos de su tiempo, escorados hacia perfiles más o menos cercanos al cine noir –es el caso de THE STRANGER (1946) en la filmografía de Orson Welles-, el film del poco conocido Ripley se despliega como si una auténtica pesadilla visual y existencial quedara planteada para sus protagonistas. Un sendero que se inicia de manera bastante original en la propia secuencia de apertura, descrita en tono de comedia y sin el recurso de diálogo alguno, en la que se nos presenta el mero hecho de la necesidad incluso perentoria de Chuck Scott (Robert Cummings) de comer –el instante nos lo describe mirando con tanta dignidad como deseo un escaparate, donde un cocinero está preparando un suculento almuerzo-. Será una necesidad que el destino le solventará al encontrar una cartera.

 

De esta tan sencilla como ingeniosa manera, se inicia un relato particularmente atractivo en su progresión, el cuidado del detalle, la caracterización de su personajes y, sobre todo, el acierto al ir creando una atmósfera que en los mejores momentos se antoja casi irrespirable. Serán todos ellos rasgos bien presentes a partir del momento que Scott decide devolver la cartera a su propietario, dirigiéndose a la mansión de Eddie Roman (un espléndido y amenazador Steve Cochran), a quien acompaña como lugarteniente el siniestro Gino (Peter Lorre). Muy pronto comprobaremos el aire malsano que desprende el interior de un recinto adornado con numerosos objetos artísticos ubicados de manera casi enfermiza, del que se desprende una oscura y extraña sensación. Será un adelanto de lo que muy pronto comprobará el protagonista y, con él, el espectador- en el primer contacto con Roman, advirtiendo en él su malsano magnetismo y su crueldad –no duda en azotar a una esteticién que le ha producido un pequeño corte al hacerle la manicura-, aunque en la relación entre ambos se produzca un atisbo de complicidad al ofrecerle el presumible gangster un trabajo como chofer personal. Será el inicio de la aventura que Scott vivirá con Eddie, quien con rapidez mostrará ante este su casi sádico dominio de las situaciones –tiene en el coche un dispositivo que le permite controlar la velocidad del vehículo por encima de la que marca el conductor, en un momento dado provocará una peligrosa situación al desafiar el cruce del auto con un ferrocarril-, llegando incluso a mostrar el lado más terrible de su personalidad al auspiciar el asesinato en su propia mansión –el crimen será expuesto en la prensa como un suicidio-, que adquiere unos tintes especialmente terribles tanto en su plasmación cinematográfica –este se desarrolla en la bodega de la mansión-, como en la acertada opción por mostrarlo de manera elíptica.

 

A partir de ese momento, THE CHASE adquiere de manera bastante homogénea un carácter de pesadilla, aunando en su metraje indudables ecos tardíos del expresionismo, y dejándose llevar por una atmósfera sórdida, vertiente en la que Ripley apuesta con notable acierto en la sinuosidad con la que se mueve la cámara, en su inclinación hacia las iluminaciones indirectas, las sombras, y una constante sensación de que estamos viviendo una auténtica pesadilla. Un mal sueño que propiciará a Scott conocer a la esposa de Roman y, de manera paulatina, acercarse a ella, escuchar sus quejas ante la situación a que la somete su esposo, e incluso ayudarle a huir de Miami y llegar hasta La Habana junto a ella. Será una arriesgada aventura que acometerán juntos, sirviendo a ambos para consolidar su mutua atracción, pero al mismo tiempo ejerciendo como auténtica catarsis en la atmósfera infernal vivida por ambos. En todo momento, la estancia en La Habana supone algo de tintes inciertos para nuestros protagonistas. Las personas que les circundan –ese conductor de caballos que se muestra hosco con ellos, dejándolos solos en medio de la calle, el alcance amenazador que puede alcanzar una simple fiesta nocturna-, ejercerán como detonante para la definitiva pesadilla que vivirá Scott al ser acusado de un asesinato que no ha cometido, por más que las pruebas esgrimidas se vuelvan en contra suya. Todo parecerá digno de la más kafkianas de la evocaciones, sin alcanzar atisbo alguno de que prevalezca la verdad.

 

Será este un cenit para una película que adquiere en su último tercio un giro tan sorprendente como decepcionante, acercándose al terreno de la racionalidad y su definitiva apuesta por el subgénero psicoanalítico tan en boga en aquellos años. Una decisión que empobrecerá el notable alcance que hasta el momento había adquirido el film de Ripley pero que, en definitiva, no anula la irresistible y creciente atmósfera que ha invadido buena parte de su metraje. Como toda película basada en cualquier obra de Cornell Wooldrich, THE CHASE se adscribe al hecho de la necesaria resolución de su intriga, de una explicación por completo racional y lógica de una vivencia previa que adquiere matices lejanos a la realidad, buscando una vertiente psicoanalítica, en esta ocasión de escasa credibilidad. Tanta como el desaprovechamiento que se realiza de la condición de combatiente de guerra que previamente ha asumido el protagonista, aspectos estos en los que sorprende la presencia como guionista del ya reconocido Philip Yordan. En este sentido, y pese a su asumida condición de serie B, lo cierto es que el film de Ripley adquiere un elenco bastante relevante, con un reparto dominado por conocidas figuras de la época, la presencia como guionista del citado Yordan, o la impecable labor realizada por el prestigioso operador de fotografía Franz Planer –poco después artífice de dicha faceta en la extraordinaria LETTER FROM AN UNKNOWN WOMAN (Carta de una desconocida, 1948) de Ophuls-. Todo ello ofrece finalmente  un interesante resultado, apasionante incluso en sus dos tercios iniciales, más convencional en su tramo de conclusión, pero que en su conjunto se brinda como una relativa grata sorpresa, al ser un título apenas conocido y con bastantes elementos dignos de interés. Me gustaría finalmente destacar el hecho anecdótico que muy poco después, el actor Robert Cummings se encontraría dentro de otra película igualmente definida dentro de una atmósfera por completo irreal esta sí, fácilmente considerable como uno de los mejores y menos reconocidos films fantásticos de la década de los cuarenta. Me estoy refiriendo a THE LOST MOMENT (Viviendo el pasado, 1947. Martín Gabel).

 

Calificación: 2’5

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