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CINEMA DE PERRA GORDA

FUN WITH DICK AND JANE (1977, Ted Kotcheff) Roba bien sin mirar a quien

FUN WITH DICK AND JANE (1977, Ted Kotcheff) Roba bien sin mirar a quien

Tras contemplar una comedia tan divertida como FUN WITH DICK AND JANE (Roba bien sin mirar a quien, 1977. Ted Kotcheff), vienen de inmediato a la mente dos consideraciones. La primera de ellas es comprobar la sorprendente vigencia que propone el entramado argumental de la película comparándola con la situación actual. Más allá de sus logros, su mismo enunciado podría perfectamente estructurarse en la Norteamérica o, por que no decirlo, la España de nuestros días, y su sentido de la oportunidad permanecería inalterable. La otra circunstancia que conviene señalar, reside en el hecho de que el canadiense Kotcheff, de prometedores inicios, filmara esta divertida comedia antes de otra no menos valiosa WHO IS KILLING THE GREAT CHEFS OF EUROPE? (Pero… ¿quién mata a los grandes chefs?, 1978). E incluso años después se atreviera a una estimable revisitación del The Front Page con SWITCHING CHANNELS (Interferencias, 1988), trasladando el original periodístico al mundo televisivo. Sin embargo, no olvidemos que su mayor título “de gloria” se centra en FIRST BLOOD (Acorralado, 1982), presentación del personaje de John Rambo encarnado por Sylvester Stallone, que les aseguro no perderé el tiempo en contemplar en mi vida. Señalo todo ello por la extrañeza e irregularidad que provoca la andadura de Kotcheff, progresivamente enmarcada en el medio televisivo, donde actualmente conserva un cierto prestigio, y que en el título que nos ocupa podía erigirse como una especie de esperanza de cara a un género como la comedia, en aquellos instantes no tanque protagoniza estas líneas, revela no pocas influencias del Peter Bogdanovich de WHAT’S UP, DOC? (¿Qué me pasa, doctor?, 1972) , aunque en este caso dejando de lado ciertas virtudes que adornaban al título citado del realizador de TARGETS (El héroe anda suelto, 1968), al tiempo que del mismo modo obviando la tendencia cinéfila que siempre se apoderó de buena parte de su obra, especialmente en la comedia protagonizada por Ryan O’Neil y Barbra Streisand.

En esta ocasión, nos encontramos con una familia compuesta por el matrimonio que forman Dick (George Segal) y Jane Harper (Jane Fonda). Ambos viven una situación acomodada, dentro de una vivienda provista de todos los lujos… se están construyendo una piscina. Su hijo vive la comodidad de forma relajada… hasta que de la noche a la mañana Dick –que hasta el momento ha sido considerado como un brillante técnico aeroespacial-, es despedido por parte de su jefe –Charlie Blanchard (Ed McMahon)-, en una secuencia que tiene tanto de surrealista como de efectiva –este le comunicará el despido riéndose abiertamente, como si fuera la noticia más divertida que debe pronunciarle al que además de ser un brillante técnico, es además su amigo-. El duro golpe sufrido por el padre de familia, no será más que el inicio de una serie de desdichas, a cual más hilarante –sobre todo ante el hecho de la pareja de disimular ante su vecindario las penalidades que poco a poco se irán adueñando de ellos-. Los operadores de la piscina dejarán esta sin concluir, los jardineros dejarán desierta de vegetación toda la que habían plantado alrededor de su lujosa vivienda, poco a poco sus muebles desaparecerán, Jane trabajará con un sueldo muy bajo, ambos recurrirán a la ayuda social e incluso el padre de familia a un paro de poco más de cien dólares, que finalmente perderá al ser observado por el inspector que le concedió tal ayuda en una lujosa cena. Parece que todo se ha vuelto en contra de la familia Harper –resulta impagable la manera por la que perderá un trabajo bien remunerado, al aparecer en la puerta de su casa unos piquetes de los jardineros, que desean recuperar las plantas de su `propiedad que se encuentran en el interior de la vivienda, mientras que el que ofrece el empleo descubre la penuria de la familia-, aunque estos asuman con buen humor la constante sucesión de adversidades, llegando incluso a plantear un préstamo de mil dólares, que perderán cuando un atraco se lleve el dinero que ya se les ha concedido. Sin embargo, este será el detonante para que el matrimonio se plantee el robo para poder subsistir, ya que en su lucha contra los ladrones, Jane logre apoderarse de dos mil dólares del botín de estos.

A partir de ese momento, la película nos mostrará, generalmente con acierto y en una espiral de situaciones de creciente efectividad, los intentos del matrimonio de ejercer pequeños hurtos –inicialmente Dick no podrá llevarlos a cabo, como en la divertida secuencia planteada en la farmacia, en la que acabará cargado con una colección de preservativos de diversas modalidades-, hasta que poco a poco vayan experimentándose en el robo, siempre con pequeños botines, y sin que ello les permita lograr la estabilidad que poseían antes de la debacle vivida por el marido al perder su empleo. Sin embargo… una oportunidad llegará a ellos cuando descubran el proceso fiscal en que se encuentra encausado su antiguo jefe, Charlie, sabiendo Dick que en la caja fuerte de su casa se encuentra salvaguardado el importante montante económico logrado de los sobornos obtenidos durante su labor como mandatario de la empresa. Ello les permitirá planificar un complicado plan para poder acceder a dicho dinero, partiendo de la invitación en la fiesta a que han sido reclamados por el propio Blanchard –quien nunca ha ocultado los modos con los que se ha propasado con Jane-.

Partiendo de un ritmo impecable y siempre in crescendo, FUN WITH DICK AND JANE se beneficia de la capacidad de Kotcheff para manejar los resortes de la comedia, un ritmo notable –en el que hay que destacarla precisión de su montaje- y, justo es reconocerlo, la química establecida por la pareja protagonista. Especialmente un George Segal al que hay que reconocer se convirtió en uno de los mejores comediantes de la década, pero que tuvo la mala suerte de erigirse como estrella de un género en uno de los periodos menos brillantes para el mismo. Lo cierto y verdad, es que la diversión que proporciona el film del canadiense, no impide reconocer que su entramado como comedia posea mucha más miga de la que pudiera parecer, y más de tres décadas después de su realización, mantenga incólume su vigencia, envuelta dentro de los modales de relato infantil, tal y como reclaman los títulos de crédito –trazados a través de dibujos presentes en una libreta- y la canción recitada por el hijo de la familia, testigo callado pero observador de esta disfrutable muestra para la misma.

Calificación: 3

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