CONFIDENTIAL AGENT (1945, Herman Shumlin) [Agente confidencial]
CONFIDENTIAL AGENT (1945) –lógicamente no estrenada en su momento en nuestro país-, es, por diversos motivos, una película extraña, imperfecta y, al mismo tiempo, en sus mejores momentos, apasionante. Extraña por suponer una de las dos únicas incursiones de Herman Shumlin en el terreno de la realización cinematográfica –posteriormente se inclinó por el terreno teatral-, por abordar una temática poco frecuentada dentro del terreno del cine combativo, y que de entrada el espectador ya sabía se encontraba perdida de antemano –la incursión por la causa republicana española, perdida en 1939, cuando el film se filmó en 1945-. También por la propia incursión como pareja protagonista a dos intérpretes tan opuestos como Charles Boyer y Lauren Bacall, o esa extraña mezcla entre film de espías, noir e incluso dotando a su conjunto una extraña sensación de fantasmagoría. Sin embargo, por encima de todas estas consideraciones, a mi juicio si por algo cabe destacar esta atractiva película, es la descripción que se ofrece de su principal personaje –Luis Denard (Boyer)-, como uno de los perdedores más extraños y desoladores de cuantos poblaron la galería del cine negro norteamericano.
Denard es un pianista español –la declamación en inglés de su versión original resta credibilidad a los espectadores de nuestros país-, al que las tropas franquistas mataron a su esposa e hija, y que ha sido enviado a una misión en Londres –para el que cruzará el Canal de la Mancha-, con el objeto de asumir la misión de convencer a los propietarios de las minas de carbón escocesas, impidiendo la venta de su producción a los fascistas italianos, logrando con ello detener los avances contra los republicanos. Será este un punto de partida -tomando como base una novela de Graham Greene- que muy pronto nos permitirá descubrir una extraña galería de personajes. Poco a poco Denard encontrará que no puede confiar prácticamente en ninguno de ellos, incluso cuando ya se encuentra en tierras británicas. A partir de su llegada y establecimiento en una vetusta pensión encabezada por la siniestra Mrs. Melendez (Katina Paxinou), nuestro hombre solo encontrará en realidad apoyo en la joven Rose Cullen (Bacall) –que inicialmente es la que más reticencias le había planteado en su encuentro-. Y uno de los elementos que de entrada resultan más atractivos en CONFIDENTIAL AGENT, reside en la extraña química que se brinda entre Charles Boyer y Lauren Bacall, variando ambos sus habituales registros interpretativos –para la Bacall este fue su segundo film, renunciando considerablemente al glamour que había presentado en la magnífica TO HAVE AND HAVE NOT (Tener o no tener, 1944. Howard Hawks). A ello hay que unir la enorme fuerza que proyecta la magnífica y tenebrista fotografía en blanco y negro de James Wong Howe y, sobre todo, una sombría galería de secundarios, que parecen elegidos por el mejor director de casting posible, en la que junto a la citada Paxinou podríamos destacar al siniestro Victor Francen encarnando al agente fascista Licata –en todo momento empeñado bajo sus finos modales en lograr el objetivo de alcanzar ese carbón para el triunfo de los fascistas; recordemos que la acción de la película se centra en 1937-.
Sin embargo, personalmente y por encima de sus logros estéticos, e incluso expresionistas –que tienen su marco de especial relevancia en las secuencias desarrolladas en el interior de la pensión en la que se hospeda Renard-, lo que de verdad aparece como el elemento más significativo de la película, es esa constante sucesión de contrariedades sufridas por un hombre que lucha por unos nobles ideales, y que solo encontrará un interminable camino de espinas, hasta el punto de erigirse como uno de los antihéroes más desencantados que pudiera contemplar la pantalla en aquellos tiempos. Se verá en principio despechado por Rose, paulatinamente irá comprobando como todos los seres que le rodean en el fondo le son hostiles, incluso Mrs. Melendez, en teoría colaboradora republicana, o ese extraño personaje hindú, que si bien en su mente ida traerá problemas a Renard, no dejará de hacerlo en su momento con la siniestra propietaria de la lúgubre pensión. Tendrá su única ayuda en la pequeña sirvienta –Else-, a la que esta maltrata y que desde el primer momento ha simpatizado con nuestro agente, lo que llegará a costarle la vida –será este el momento de mayor tensión del relato, al tiempo que mayor repercusión proyectará en el enviado republicano-. Pero no pararán ahí sus desdichas, Renard fracasará cuando logre acceder a la reunión de los empresarios del carbón –incluso el mayordomo de la cita, en connivencia con Licata, le despojará de la documentación que le acredite como tal agente-. Prosiguiendo en su denodado afán por cumplir con la misión encomendada, se plantará ante la masa de mineros, deseosos de trabajar durante toda la semana, y para los cuales las penalidades que puedan vivir los republicanos españoles, en realidad les tienen prácticamente sin cuidado, aunque uno de los mineros más veteranos y respetados por la colectividad se sienta en un momento dado solidario con este. Sin embargo, su tenacidad permitirá que los magnates del carbón decidan rescindir el contrato que ya tenían concertado con Licata –presente en todo este proceso-.
Todo será un cúmulo de penalidades en un marco de absoluto pesimismo para nuestro protagonista, a quien se preparará una huída cuando en realidad de él solo se esperaba su definitiva eliminación al ser detenido por la policía –acusado injustamente de la muerte de Contreras (Peter Lorre), debido sobre todo a una insuficiencia de corazón-. En realidad, serán agentes republicanos los que logren rescatarlo, facilitándole su huída en barco con un inesperado final feliz –la presencia en él de Rose- que, pese al mismo, no deja de aparecer revestida como un giro más en esa constante sensación de pesimismo existencial que caracterizará la andadura errante de este hombre que, casi como moderno e idealista sucesor de Don Quijote, en realidad se ha embarcado en una aventura que, incluso pese a las aparentes y amables costuras de su conclusión, todos sabemos no podrá más que tener un desenlace tan pesimista como el que ha presidido el resto del metraje, aunque en el trayecto haya tenido una pequeña segunda oportunidad para el amor.
Calificación: 3
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