NO BLADE OF GRASS (1970, Cornel Wilde) Contaminación
Es más que probable que no sea NO BLADE OF GRASS (Contaminación, 1970), la muestra más apropiada a la hora de acercarse la filmografía –ocho títulos- como realizador, puesta a punto por aquel limitado pero entrañable actor –Cornel Wilde- que a partir de mediada la década de los cincuenta decidió compatibilizar tus tareas interpretativas, con el desarrollo de una pequeña carrera apostando por propuestas enclavadas en el cine de género, que se extendieron hasta mitad de los años setenta –en concreto, el film que comentamos fue el penúltimo de su andadura-. Además no cuenta con su presencia como intérprete, aunque sí el de su esposa, Jean Wallace, con la que se mantuvo unido durante décadas, hasta que se divorciaran en 1981, siendo presencia casi constante en los títulos filmados por su esposo.
Y señalo que quizá no sea NO BLADE OF GRASS el título más apropiado para poder apreciar las cualidades de Wilde director, ya que nos encontramos ante un exponente muy datado que combina elementos de ciencia-ficción, con otras vertientes cercanas al cine de catástrofes, en el que se dan cita diversos elementos visuales y tendencias inherentes al cine de aquel tiempo que, estimo, ya nacieron caducas en aquellos años. Por fortuna, y pese a dichas debilidades –que tienen más peso del deseado en su conjunto-, se insertan aspectos que mantienen su interés, al tiempo que la película puede señalarse como precursora de una corriente ecologista que tuvo su apogeo en aquellos años, con exponentes de mayor calado que el aportado por nuestro cineasta.
La película se inicia con un apabullante recorrido documental, describiendo una sucesión mediante montaje de diversos aspectos relativos sobre todo a la vida urbana, en los que se plasma un estado cuasi apocalíptico creado en base a la incidencia de una contaminación indiscriminada creada por el incontrolado desarrollo urbano. La advertencia de una voz en off que nos sitúa en el tiempo presente, advertirá de la incidencia de unos pesticidas que han propagado una infección extendida de forma indiscriminada a diversos países, con un peligro de alcance mundial. Estos primeros instantes revestirán un indudable impacto, por un lado dada la pertinencia del montaje y por otra por el aprovechamiento del formato panorámico, describiendo en conjunto un cuasi macabro ballet de advertencia casi suicida de la humanidad. Bajo mi punto de vista, en esta imágenes se encuentra le germen de posteriores títulos de mayor alcance como el estupendo SOYLENT GREEN (Cuando el destino nos alcance, 1974. Richard Fleischer). De inmediato la acción será trasladada hasta un acomodado restaurante donde seres de clases altas contemplan sin especial inquietud las alarmantes noticias que se emiten por televisión. Será ese el inicio de una de las debilidades de la película; la incorporación de flash-back algo confusos y, sobre todo, innecesarios y casi ridículos flashforwards, que a lo largo del metraje y virados en rojo, avanzarán de manera absurda, algunos de los episodios más violentos y percutantes del film. Junto a ello, ya en la señalada secuencia de las noticias televisivas, Wilde insertará elementos tan chirriantes por su escasa sutileza, como esos primerísimos planos de los filetes de carne que son engullidos por algunos de los comensales presentes, mientras por el televisor de narra y describe la creciente hambruna existente.
A partir de ese momento, la película describe la mayor parte de su metraje como una lucha encabezada por el antiguo militar John Custance (el siempre eficaz Nigel Davenport), su esposa Ann (Jean Wallace) y su hija Mary (la futura y efímera estrella Lynch Frederick), acompañado de Roger (el antiguo modelo masculino John Hamill) un joven investigador amigo de John y novio de su joven hija –reticente a perder su virginidad con este, pese a la sincera atracción establecida entre ambos-. Conocedores de la creciente espiral de tensión que van implantando las autoridades británicas conforme se van acercando los síntomas de la contaminación, estos intentarán escapar hasta un lugar campestre en donde se encuentra atrincherado el hermano de Cunstance, y a donde la contaminación no ha llegado. Para ello, tendrán que asistir a una auténtica revuelta urbana en la que la policía apenas conseguirá evitar una masacre, aprovisionarse de armas y, en dicho episodio, conocer al violento Pirrie (Anthony May), al que acompaña su novia, una licenciosa joven que, por otra parte, se encuentra bastante ligada a la personalidad de este. Con ellos, iniciarán una marcha que abrirán con el consenso de tres vehículos, pero que tras un encontronazo con militares culminará con un enfrentamiento armado y la muerte de alguno de ellos, obligándoles a prolongar a pie, en medio de unos campos repletos de perros y animales muertos, fruto de la contaminación que se ha extendido por el campo británico. Alternando en este sentido lo mejor y lo peor casi plano a plano, el film de Wilde destaca en la descripción casi palpable de esa degradación terrestre, insertando en ocasiones pequeños pasajes que nos recuerden el fragmento inicial, destacando ríos y zonas naturales asoladas por la contaminación. Pero al mismo tiempo, junto a ellos, nos encontramos con el abuso indiscriminado del zoom y el teleobjetivo, la presencia de esos inútiles flashforwards, elementos todos ellos deudores de las peores corrientes visuales de su tiempo, pero curiosamente al mismo tiempo abriendo senderos hacia otras producciones que se lanzarían en años posteriores. Es decir, por un lado el innecesario enfrentamiento con los motoristas debe demasiado a los títulos que pocos años después se habían hecho célebres en el cine USA, es evidente que en ellos encontramos un cierto antecedente a la posterior atmósfera de MAD MAX, o en el enfrentamiento de personajes, si bien se retoma –con desventaja-, la excelente SANDS OF THE KALAHARI (Arenas del Kalahari, 1965. Cy Endfield) –de la que Davenport formaba asimismo parte de su reparto-. Sin embargo, en oposición a esta circunstancia, cierto es que NO BLADE OF GRASS queda inmersa e incluso resulta precursora, aún dentro de su condición de serie B tardía, de títulos como DELIVERANCE (Defensa, 1972. John Boorman) o STRAW DOGS (Perros de paja, 1971. Sam Peckimpah), a la hora de mostrar un contenido lleno de tensión a lo hora de enfrentar a un microcosmos de personajes sometidos a situaciones límite.
Para bien y para mal, alternando pasajes afortunados –los más adscritos a una crónica veraz de supervivencia- con otros en los que ciertas elecciones formales –esas secuencias que se muestran en negativo-, han envejecido de forma sustancial, no impiden considerar el film de Cornel Wilde una extraña curiosidad. Una rareza todo lo irregular que se quiera, pero que en su propia alternancia de aspectos y pasajes caóticos, lleva aparejada cierto alcance de sinceridad e interés.
Calificación: 2
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