GET TO KNOW YOU RABBIT (1972, Brian De Palma)
Conocido -y hoy día progresivamente olvidado- por una filmografía que se inicia con la década de los setenta, en su momento caracterizada por su reincidencia en los terrenos del cine de suspense -recuerdo cuando se le definía como un supuesto sucesor de Hitchcock-, o la anuencia de unas puestas en escena que algunos valoraban por su potencial virtuosismo, mientras otros lo cuestionaban por su presunta gratuidad. Situándome por lo general en un prudente término medio entre ambas posturas, por lo general he visto en Brian De Palma un realizador provisto de brillantes set pièces en su cine, pero quizá demasiado proclive a propuestas juguetonas. Debutante en un ámbito en donde un Hollywood decadente permitía, como oportuno contrapunto, una valiosa generación de referentes que son ya historia en el devenir cinematográfico, De Palma lo hace a finales de los sesenta con dos comedias satíricas de las que no faltan elogiosas referencias, pero que nunca he tenido ocasión de contemplar. Tras ellas, filma la primera de sus producciones para un gran estudio, en este caso la Warner Bros, rodando en 1970 GET TO KNOW YOU RABBIT. Una producción al parecer caracterizada por desavenencias de producción, en las que incluso su protagonista -Tom Smothers- se enfrentó con el realizador, que se ausentó en algunos momentos de su rodaje, y que finalmente asumió Peter Nelson, uno de sus productores ejecutivos, asumiendo el montaje final e incluso rodando algunas nuevas escenas. No contentos con ello, el estudio retuvo la película hasta que en 1972 la estrenó en las peores condiciones posibles, dado que no creía en absoluto en su desarrollo.
La enumeración de estas circunstancias, es algo que de una u otra manera se ha venido produciendo en cientos y cientos de títulos. Algo que podría remontarnos al Erich von Stroheim del periodo silente, y se prolongaría -bajo diferentes parámetros- durante décadas incluso hasta nuestros días. Fruto de dicha coyuntura han aparecido exponentes fallidos, incluso nulos, pero junto a ellos en ocasiones también emergen títulos quizá imperfectos, pero del que se pueden extraer cualidades nada desdeñables. Pues bien, aún a pesar de las escasas y mayoritariamente negativas referencias que -con facilidad- se pueden argumentar, y aún reconociendo que aparece en todo momento como un conjunto irregular, del que cuesta un poco entrar, pero en el que encuentro en sus imágenes -y me da lo mismo quien articulara finalmente su montaje- un relato fascinante. Una propuesta que bajo los ropajes de la comedia iconoclasta que había tomado forma en aquel inicio de los setenta, brinda una mirada de cierto calado en torno a los excesos de una sociedad dominada por la alienación colectiva que, justo es reconocerlo, bien podría trasladarse, corregida y aumentada, hasta nuestros días.
GET TO KNOW YOU RABBIT narra la crisis existencial vivida por el joven, circunspecto y siempre amable Donald Beeman (Smothers), ejecutivo en una gran empresa que comanda Mr. Trumbull (John Astin), que de la noche a la mañana se plantea abandonar su cómodo estatus y destinar su futuro a convertirse en una personalidad del mundo de la magia y el show business, dejando sorprendidos a todos cuantos le rodean, en especial su prometida, que no dudará en abandonarlo. Iniciará su aprendizaje de los trucos de dicho ámbito, de manos del enigmático Mr. Delasandro (Orson Welles, exteriorizando el estereotipo de su mitología cinematográfica), y pronto firmando un oscuro contrato para iniciar sus actuaciones. En dicho trasunto se reencontrará con el que fuera su jefe, que se encuentra arruinado física y moralmente, incapaz de asumir el derrumbe de su empresa. Su antiguo empleado lo acogerá como secretario y le dejará la habitación del hostal que ocupaba, mientras se dirige a efectuar sus primeras actuaciones en locales penosos. De manera inesperada, los bolos del nuevo mago que baila claqué irán creciendo gracias a la novedosa campaña que Trumbull ha iniciado en un anuncio de prensa. De tal forma, Beeman irá desarrollando sus veladas en contextos y situaciones cada vez más insólitas e iconoclastas, llegando incluso a relacionarse con una joven admiradora -encarnada por la emergente Katharine Ross-. Mientras tanto, a espaldas del protagonista, Trumbull irá creando todo un gigantesco emporio empresarial, utilizando la imagen cándida y amable de este.
Antes lo señalábamos. El film de De Palma se articula como una extraña fábula, casi a modo de balada, ayudado por el agradable fondo sonoro de Jack Elliott y Allyn Ferguson. Asistimos a la deriva existencial de un protagonista, que aparece casi como una mixtura de Stan Laurel y el Robert Morse de HOW THE SUCCEED IN BUSINESS WITHOUT REALLY TRYING (Como triunfar sin dar golpe, 1966, David Swift). Un ser que oscila entre lo imperturbable, la inocencia, y la verdadera voluntad de encontrar un sentido a su vida. A partir de estas premisas, nos encontramos con un relato que oscila entre la candidez que representa Beeman, y el sentido del absurdo y el nonsense en que se articula el mundo que le rodea. Una mirada global sobre la sociedad norteamericana del momento, en la que coexiste tanto la fría y alienante presencia del mundo empresarial, en contraste con ese recorrido por nights clubs y lugares de corto vuelo que, en el fondo, brindan la otra mirada contrapuesta, aunque igualmente alienada.
A partir de dichas premisas, se expresa un conjunto, lo reitero, desequilibrado, pero siempre interesante. En el que aquí y allá se perciben lo que pudieran suponer manipulaciones al margen del rodaje de su artífice -las secuencias de transición, representadas fundamentalmente en los trayectos en autobús-. Pero en la que bajo su aparente imperturbabilidad, en la apagada fotografía en tonos tutti-frutti, se esconde un retrato que por momentos parece marcarse como otra simbiosis entre Lewis Carroll o el posterior Frank Kafka. Al mismo tiempo, ya podremos observar la querencia del director por complejos planos secuencias -el que describe la salida del protagonista del edificio que acoge la empresa que acaba de abandonar-. Elecciones formales que fructificarán en secuencias tan espléndidas como la del retorno de Beeman a la hasta entonces oscura oficina de Trumbull, que se ha convertido ya en un incesante trasiego de operarios, candidatos e incluso obreros que se disponen a abrir un butrón que facilitará la ya casi obligada ampliación de dichas dependencias.
Todo ello confluirá en un episodio realmente fantástico, donde las distintas vertientes del relato confluyen en unos minutos admirables, a partir del retorno definitivo del mago, y comprobando con estupefacción que aquello se ha convertido en una auténtica macroempresa -no faltará el contrapicado inicial de la misma, tomado de THE CROWD (Y el mundo marcha, 1928. King Vidor) y la muy posterior THE APARTMENT (El apartamento, 1960. Billy Wilder). En su recorrido comprobará sorprendido lo que su representante ha ido generando en torno a su imagen -las dependencias están llenas de grandes fotografías suyas-, dentro de unos instantes revestidos de tanta extrañeza, incluso transmitiendo una oscura sensación de angustia existencial que, en algunos momentos, aunque en otro ámbito, me trajeron ecos de la conclusión de nuestra inolvidable, hispana y televisiva LA CABINA (1972, Antonio Mercero). Una insólita mezcla de surrealismo, ecos incluso del cine de Jacques Tati, en instantes casi cercanos al fantastique, que sigue sorprendiendo por su contundencia. Es cierto que GET TO KNOW YOU RABBIT culmina de manera tan apresurada como quizá acomodaticia en su aparente autenticidad. No dudo que los responsables de producción la dulcificaron tras el abandono de su director. Sin embargo, ha dejado en su recorrido y en su imperfección, muchos más alicientes que tantos otros títulos de aparente perfecto acabado. Una vez más, la inesperada diatriba del producto cinematográfico, puede decirse que se escapó de las manos de aquellos que querían domarla al ámbito de lo convencional.
Calificación: 3
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