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CINEMA DE PERRA GORDA

THE SECRET PLACE (1957, Clive Donner) La ronda del diamante

Siempre he considerado que una de las vetas que mayor riqueza proporcionó al cine británico -quizá más que en cualquier otra cinematografía mundial-, fueron esos títulos donde la presencia de niños resultaba fundamental. No se trata de recurrir a referencias que sitúo entre las películas de mi vida -desde SAMMY GOING SOUTH (Sammy, huida hacia el Sur, 1963. Alexander Mackendrick), hasta THE INNOCENTS (¡Suspense!, 1961. Jack Clayton)-. Y no es casual, al citar estas dos obras maestras, referirnos a nombres como Mackendrick y Clayton, quizá los cineastas ingleses que abordaron con mayor hondura los más oscuros y recovecos matices de la infancia. Precisamente, una de las vertientes en donde el protagonismo infantil tuvo una especial significación, lo proporcionó su implicación en relatos policiacos o de intriga. Podemos hablar de brillantes referencias como THE WEAPON (Amanecer incierto, 1956. Val Guest) o, por retrotraernos en el tiempo, la original e igualmente atractiva HUE AND CRY (1947, Charles Crichton). Dentro de dicha corriente, cabe insertar sin lugar a dudas, y además en un lugar reseñable, THE SECRET PLACE (La ronda del diamante, 1957), debut en el terreno del largometraje de Clive Donner.

El caso de Donner es uno de los más sorprendentes dentro del cine inglés de la década de los sesenta, ya que sus dos títulos más prestigiosos -que aún no he tenido ocasión de contemplar, se basaron en sendas obras o guiones de figuras prestigiosas de Harold Pinter -THE CARETAKER (1963)- o Frederick Raphael -NOTHING BUT THE BEST (Fango en la cumbre, 1964)- Sin embargo, muy pronto sus expectativas artísticas se fueron diluyendo, revelando una rápida decadencia -quizá marcada en un servilismo a los vicios visuales del momento-, aunque de manera inesperada rodara la atractiva e infravalorada ALFRED THE GREAT (Alfredo el Grande, 1969). En todo caso, hay que reconocer que la fuerza, la intensidad y el arrojo que expresa esta tan modesta como por momentos apasionante THE SECRET PLACE revela a un realizador apasionado y con ganar de dejar su impronta, que, como iba a suceder con obras posteriores firmadas por Donner, tenía que partir de una base dramática lo suficientemente brillante. La que propone la desconocida Lynette Perry, en su única incursión cinematográfica.

Lo que verdaderamente proporciona singularidad a este debut cinematográfico, es la confluencia de dos relatos. Dos películas claramente separadas, que no solo funcionan con precisión en sí mismas, sino que, además, alcanzan un estatus superior al imbricarse ambas en una sola. Uno de ellos nos cuenta el preludio, la ejecución y los inesperados problemas, vividos por la escueta banda de gangsters que comanda el joven Gerry Carter (un eficazmente lacónico Ronald Lewis), y en la que cuenta como colaborador más cercano al sensible y timorato Steve Waring (el pronto hammeriano Michael Gwynn). El interés de la banda es el asalto a un establecimiento de diamantes, en buena medida para lograr con ello elevar su nivel de vida que, en el caso de Gerry, se liga a la joven y hermosa Molly Wilson (Belinda Lee). La joven procede de una familia muy humilde -en la que se encuentra su hermano Mike (David McCallum)- y trabaja en un modesto kiosko, en donde es constantemente cortejada por Freddie (un fantástico Michael Brooke, en el último de sus escasos roles cinematográficos). Ahí se inserta la segunda vertiente del relato. La crónica de un muchacho que se encuentra secretamente enamorado de ella, y que es hijo mayor de un matrimonio cuyo parde es un ya veterano agente de policía -encarnado por Geoffrey Keen-.

Ante la necesidad por parte de Gerry de un uniforme de policía para efectuar el asalto, y la inesperada imposibilidad de conseguirlo, a Mike se le ocurrirá la idea de que su hermana presione al pequeño Freddie, usando la cercanía que mantiene con él -ella lo aprecia sinceramente- para que consiga uno de los uniformes de su padre durante unas horas, con el que finalmente poder ejecutar el golpe. Pese a las reticencias de la muchacha, finalmente logrará su objetivo y, con él, la consecución final del asalto. Todo parece salir según lo previsto, pero, una vez más, se entrecruzarán las dos líneas paralelas de la película, al descubrir el pequeño la relación de Molly con Gerry.  Dicha circunstancia, y la presencia de un singular mgguffin al guardarse los diamantes robados en el viejo tocadiscos que la joven entregará a Freddie, propiciará un inesperado giro del destino de las piedras preciosas, mientras la policía intenta descubrir su paradero y el joven delincuente se desespera al no poder recuperarlas.

Son numerosas las circunstancias que confluyen en el hecho de encontrarnos antes una magnífica película, que acierta al revertir su modestia, para confluir en una propuesta densa y provista de valiosas sugerencias. Es evidente que la mayor de las mismas proviene de la antes señalada confluencia de dos vías narrativas totalmente opuestas -que hubieran podido ofrecer sendas propuestas dramáticas totalmente diferenciadas- pero que se unifican en no pocos momentos, no solo para brindar unos extraordinarios minutos finales sino, lo que es más importante, dejar a lo largo del relato numerosos elementos dispersos, todos ellos enriquecedores en su discurrir. Entre ellos, no puedo dejar de destacar la extraordinaria ambientación que se ofrece de ese East End londinense, que al mismo tiempo nos revela con tono documental las cicatrices que se mantienen en esos solares, huella aún de la II Guerra Mundial -marco en el que Freddie vivirá la expresión de su personalidad introvertida; en pocas ocasiones le veremos con compañeros de su edad-. Pero, curiosamente, esa misma atmósfera exterior, remarcada en unas localizaciones reales, se integran en un ámbito temporal muy ligado a ese cine realista que ya protagonizaban los kitchen sink drama que protagonizarían los títulos más célebres del Free Cinema inglés -no olvidemos que en aquel tiempo ya se habían exhibido algunas de las primeras muestras, aún no bajo los estándares del largometraje, que consolidaron aquel movimiento cinematográfico-. Esa inclinación hacia la sordidez de la vida urbana, queda descrita en la sombría descripción del hogar de los Wilson, e incluso en la extraña normalidad que define el más ortodoxo de los Haywood -en el que en todo momento queda evidente la extraña relación que sus padres mantienen con Freddie-.

A partir de dichos elementos, ayudado con la oscura y nada embellecedora iluminación en blanco y negro de Ernest Steward, se nos ofrece una atmósfera absolutamente áspera y desesperanzada, de una galería de personales que, paradójicamente, se muestran provistos de una considerable carga de humanidad, incluso en aquellos que podrían caracterizarse como negativos -las tribulaciones mostradas en no pocas ocasiones que expresa Steve-. Es decir, que la cámara de Donner consolida la descripción de un entorno humano tan dominado por la tristeza y el pesimismo, como vitalista en la medida que transmite la cotidianeidad -incluso la fisicidad- del marco del doble drama descrito.

THE SECRET PLACE se encuentra trufado de magníficas secuencias, ratificando además la diversidad de su enunciado dramático. Lo mostrará la enorme precisión, sobriedad, originalidad y tensión interna, que revestirá el episodio del atraco al establecimiento de diamantes. La creciente intensidad que se establecerá en torno a ese tocadiscos, a partir de esconder en su interior el botín de diamantes y entregarse el mismo a Freddie. Las tribulaciones psicológicas vividas por el muchacho, al descubrir la relación que Molly mantiene con Gerry -en esta vertiente concreta, la película resulta especialmente precisa e incluso dolorosa, al expresar la silenciosa tribulación que vive-. En el insólito giro que protagonizan los diamantes, una vez estos son expandidos por el hermano pequeño de Freddie entre diversos niños vecinos, lo que nos permitirá una dinámica mirada documental en torno a la cotidianeidad de las clases obreras del momento. En la creciente ira manifestada por el joven ladrón que, al contemplar como el fruto del botín cada vez se le antoja más inalcanzable, exteriorizará el lado más terrible de su personalidad.

En cualquier caso, dos serán los episodios en los que THE SECRET PLACE alcance una extraordinaria brillantez. Uno de ellos, la inesperada secuencia -sin duda la más sorprendente de la película-, en la que Gerry llevará a su novia hasta un edificio aún sin habitar, mostrándole un piso que va a comprar para compartir con ella el futuro de la existencia de ambos. Será, prácticamente, un extraño oasis de falsa felicidad, en el que Molly confesará el deseo que albergaba de vivir esa situación, e incluso agradecerá esa vista de un exterior sin edificaciones que enturbien la perspectiva exterior, hasta el punto de brindar a la secuencia de un aura casi ligada a la fantasía.

Por supuesto, el gran bloque, rozando la excelencia, que concluye el film de Donner, lo brinda esa extensa, casi extenuante, persecución nocturna de Gerry al pequeño muchacho, que se insertará en un edificio en obras, sufriendo por la ira del ladrón en su creciente deseo de eliminarlo. Una secuencia escalofriante en su intensidad, dominada por excelentes composiciones visuales y un impecable montaje, que culminará con una extraño y poético final, en el que el gesto final de Molly que permitirá la salvación de Freddy, permitirá un gesto de gratitud del alguien que pronto se adentrará en la adolescencia, y quizá suponga un soplo de esperanza hacia esa joven que se aleja entre las sombras.

Sin alcanzar hasta el momento de prestigio alguno, THE SECRET PLACE es una obra tan modesta como espléndida, capaz de aglutinar vertientes argumentales y narrativas contrapuestas y, en su conjunto, brindar una propuesta digna de ser evocada dentro del cine inglés de su tiempo. Lo merece.

Calificación: 3’5

1 comentario

karim -

Hola, soy frances, y no estoy seguro, pero, cuando escribe usted : "un matrimonio cuyo parde es un ya veterano agente de policía", ¿ no es "padre", la palabra que usted quería escribir ?
(comentario interesante, pero no veo nunca esas películas - supongo que la "perra gorda" es (o : era) el precio, muy bajo, de un billete de entrada...)