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CINEMA DE PERRA GORDA

Alejandro González Iñárritu

21 GRAMS (2003, Alejandro González Iñárritu) 21 gramos

21 GRAMS (2003, Alejandro González Iñárritu) 21 gramos

No he visto aún AMORES PERROS (2000) el debut del mexicano González Iñárritu –confieso que tengo los peores augurios al respecto-; pero reconozco que pese al alud de buenas críticas y reconocimientos recibidos por este film, un reducido número de comentarios –que suelen servir de inapreciable avance en ocasiones-, me hacían tomar todas las reservas en cuanto a su resultado.

Pues bien, 21 GRAMOS (21 Grams, 2003) me ha parecido finalmente lo que se suele denominar familiarmente un duro de chocolate. Es decir, una película aparentemente honda y profunda pero en el fondo de una enorme fragilidad. Me atrevería a decir incluso que con una clara mala conciencia. Y es que realmente nos cuenta una historia que ofrece un rosario de tópicos dignos del peor de los telefilms de sobremesa –antes de que a estos los sustituyeran aberrantes programas de cotilleos (me refiero a la TV en España, claro está)-. Todo ello planificado de forma caótica –no soy un detractor a ultranza del Dogma, pero ante resultados como este uno se torna realmente reacio al mismo-, y que por un lado se sirve del recurso engañoso de una fotografía contrastada y con grano, intentando ofrecer veracidad a su resultado. Sin embargo el gancho de la película, el que intenta encubrir su esquematismo argumental, es mostrar las historias que se desarrollan en su proyección sin orden alguno. No se trata de utilizar el flash-back o cualquier otro de estos recursos. Simplemente se ofrecen de forma arbitraria, sin criterio aparente –aunque ello no le impida en ocasiones subrayar reiterando algunos de los momentos para asegurarse que el espectador sigue la historia-. Paradójicamente, la mayor muestra de la mediocridad como realizar de González Iñárritu es la que le ha llevado su reconocimiento más generalizado.

21 GRAMOS expone tres historias complementarias que intentan navegar en el sentimiento humano, el papel del azar, la relación de nuestros actos y, finalmente, el sentido de la existencia. Por un lado el intento de agradecimiento de Paul Rivers (Sean Penn), que enfermo de corazón ha recibido un trasplante que le da una nueva oportunidad en la vida. De otra parte la tragedia de Cristina Peck (Naomí Watts), joven viuda al perder en un accidente de forma repentina a su marido y sus dos hijas. Finalmente encontramos a Jack Jordan (Benicio Del Toro), un delincuente reincidente que ha encontrado aparentemente en Dios el sentido de su existencia, pero será el detonante de la desaparición trágica de la familia de Cristina. La interrelación de ambos personajes son las que en apariencia quieren mostrar la fragilidad de nuestros actos, la relación de causa y efecto y otras derivaciones de carácter metafísico.

En todo caso, una cosa son las intenciones y otras los resultados. Y creo que Alejandro González Iñárritu es un mal director que se nutre de efectismos y debilidades narrativas de la más baja estofa, basadas fundamentalmente en el montaje, tonos fotográficos aparentemente duros y el histrionismo desaforado de los actores. Pese al dramatismo que aparentemente quiere mostrar, 21 GRAMOS se me antojó una película llena de frialdad, que agota su pretendida audacia formal en una nadería que muy pronto se agota en reiteraciones que pierden su interés.

En los últimos tiempos, títulos como MEMENTO (2000) han jugado con la ligereza en el desarrollo de la narración. En aquel caso se justificaba por la circunstancia de su protagonista –era amnésico-. Sin embargo había un notable trabajo en la composición de sus planos, algo que está casi totalmente ausente en la película de González Iñárritu. Apenas unos pocos de sus numerosos, excesivos y anárquicos planos poseen una cierta lógica interna. Son pequeños detalles que se ahogan en medio de una desigual composición de Sean Penn (a quien la cámara sirve con profunda generosidad en primeros planos, quien resulta más convincente cuando se muestra relajado y tan cargante como siempre cuanto tiene que ejecutar sus intensos numeritos). Sin embargo, más irritante me resulta en todo momento la ya aclamada Naomí Watts, que en todo momento tiene que hacer gestitos, demostrar que es una inmensa actríz y que cada dos por tres se desgañita como una pobre imitadora de Anna Magnanni, dicho con todos los respetos a la gran intérprete italiana ¿No se darán cuenta estos actores que no hace falta ser tan evidentes para demostrar su verdadera dotación?

21 GRAMOS es un típico ejemplo de film de moda de nuestros días –no hay más que ver el crédito que tiene entre los cinéfilos votantes en el IMDB, fundamentalmente un público joven-. Hace poco comentaba uno de los ejemplos de los años 70 –LENNY (1974) de Bob Fosse-, como lo fueron los films de Ken Russell o lo son en nuestros días las inefables creaciones de Baz Luhrmann. Es hasta cierto punto algo lógico pero resulta especialmente irritante por cuanto en un film como este se pretende en definitiva alcanzar cotas metafísicas de tan difícil plasmación cinematográfica, pero que algunos de los grandes lograron con ejemplar sencillez sin tener que recurrir a lamentables trucos. En su defecto, ese surtido de gratuidades mal filmadas y pedantemente expuestas gozan del mayor de los aplausos ¡Así nos luce el pelo!

Calificación: 1