CAT GIRL (1957, Alfred Shaughnessy)
La consolidación de Hammer Films, como la productora británica que renovó el cine de terror -aunque en aquel entonces, junto al inesperado éxito comercial de sus propuestas, asumieran el menosprecio unánime de la crítica del momento. Lo sigue teniendo de parte de la misma, aunque parezca increíble-, propició un florecimiento de manifestaciones del mismo, por parte de otras pequeñas productoras, conscientes de encontrarse en un mercado de rápida comercialidad. Todo ello, se manifestará en una serie de títulos, rodados bajo el ámbito de una serie B, casi, como un exponente tardío, de las famosas quota quickies. Pero sucede que, dentro de ese ámbito, como en cualquier otro yacimiento del cine inglés del pasado, se encuentran numerosas vetas llenas de talento. Bajo mi punto de vista, el ejemplo que brinda la casi ignota -solo recuerdo una lejanísima referencia sobre la misma en un libro del especialista Gerard Lenne- CAT GIRL (1957, Alfred Shaughnessy), supone la constatación de la enorme riqueza que para el cine británico tuvo siempre el cine fantástico y de terror -en mi opinión, quizá, la más compacta del mundo a nivel global-. Y lo hace, en esta pequeña producción -al amparo de la casi testimonial Insignia Films, logrando la distribución en USA de la American International-, que apenas supera los 70 minutos de duración y en la que, justo es reconocerlo, se incorporar debilidades e incluso anacronismos. No obstante, nos encontramos ante una película, que destacará por su en ocasiones casi irrespirable atmósfera malsana, destacando sobre todo en su primera mitad, como una expresión cinematográfica del horror y, en su conjunto, proponiendo una inteligente variante, del extraordinario CAT PEOPLE (La mujer pantera, 1942) de Jacques Tourneur.
CAT GIRL se inicia con un inquietante travelling lateral, en medio de la oscuridad de una tormenta, acercándose a la vieja mansión propiedad del siniestro Edmund Brandt (la última presencia cinematográfica de Ernest Milton, un conocido actor teatral inglés, del que Alec Guinness habló con enorme cariño y admiración en sus memorias, y que más adelante, tuvo una dilatada andadura televisiva), a cuyo cargo se encuentra también la anciana ama de llaves -Anna (Lily Kahn)-, con la que desde el primer momento, intuimos se ha fraguado una larga relación de complicidad entre ambos. El interior de la avejentada edificación, se encuentra dominado por una siniestra atmósfera y, muy pronto, el dueño de la misma, se dirigirá a un leopardo que mantiene encerrado y oculto tras una cortina, hablando con él, y señalándole que pronto llegará la persona que están esperando. La imagen del animal, fundirá con la de Leonora Johnson (la magnífica Barbara Shelley, en su primer rol protagonista, iniciando su andadura en los confines del fantastique británico), sobrina y única descendiente del anciano Brandt. La acción se centrará en ella y su marido -Richard Johnson (Jack May), acompañado por una pareja de amigos, entre las que se encuentra una joven que fue novia de Richard, y apenas puede ocultar su atracción hacia este. Todo ello, compondrán unos apunes de enfrentamiento psicológico, llegando a la vieja casa, en la que solo se esperaba a Leonora, ya que su tío quería fraguar en ella, el relevo de una maldición familiar. Un pathos que se remonta a siete siglos atrás, materializado en la presencia de esa fiera, para lograr con ello saciar una sed imparable de sangre y muerte, siempre establecida en la oscuridad de la noche. Muy pronto, pese a las reticencias de Leonora, esta se verá imbuido en el trágico atractivo de una premisa que desconocía, asumiendo su influjo y, con ello, dejando que su tío pueda abandonar este mundo, en el que ha tenido que acarrear una losa que ha dominado su existencia, casi provocando que esa misma fiera, acabe con su vida en la puerta de la oscura mansión.
A partir de ese momento, nuestra protagonista tendrá que sobrellevar esa doble vida, alternando el escepticismo de un cambio completo en su existencia, con la puntual transformación en una bestia y, sobre todo, transmitiendo de manera telepática a ese leopardo que acompañará su futuro, los altibajos de su personalidad. Será algo que detectará el dr. Brian Marlowe (Robert Ayres), especializado en patologías mentales, quien en el pasado tuvo una relación sentimental con la protagonista, aunque se encuentra ahora casado con Dorothy (Kay Callard), viendo en su antigua novia, los síntomas de un desequilibrio emocional. Sin embargo, pronto se producirá otro crimen en las inmediaciones de la vieja mansión Brandt. Este se producirá en un ataque del leopardo, dirigido por Leonora, cuando descubra a su propio marido, haciendo el amor con su antigua novia, quedando destrozado del envite.
Leonora será ingresada en un establecimiento psiquiátrico, intentando analizar en ella los ejes del desequilibrio psiquiátrico que Marlowe intuye, sin acertar a comprender, la terrible realidad que ha trasladado en ella una maldición, de la que resulta imposible poder escapar. Esa circunstancia, unido el recelo que siente hacia Dorothy, en quien ve la rival que le ha quitado a su auténtico amor, hará que la película vaya articulándose hacia una vertiente trágica casi, casi, irremediable.
Antes lo señalaba, CAT GIRL está llena de defectos. Salvo Shelley, Milton y Kahn, el resto del escaso reparto presente, roza lo penoso -algo raro, proviniendo del cine inglés-. La articulación dramática de las dos terribles muertes que, casi de manera consecutiva, tienen lugar en el exterior de la mansión eje de la maldición, resulta casi inexistente. Los detalles psicológicos, en torno a las tensiones relativas al matrimonio Johnson, y la infidelidad casi transparente del esposo, carecen de la más mínima entidad. Sin embargo, y contra esa considerable serie de rémoras, el film del polifacético y apenas reseñado Shaughnessy, en este su segundo, de los cuatro largometrajes que firmó, aparece como una de las producciones de cine de terror de su tiempo, en el que el peso de su atmósfera, logra impregnar, todos y cada uno de los fotogramas de una película tan modesta como, en sus mejores momentos, pregnante en su aura maléfica.
Es algo que percibiremos en esa secuencia de apertura, describiendo una intensísima tormenta nocturna desde el exterior de la vieja mansión, en la que se centrará el peso de esa extraña maldición. Los primeros instantes de su inquietante propietario y su vieja criada, en unos interiores donde la oscuridad casi llega a engullir el encuadre. Así pues, todo en la película queda dominado por un oscuro terror. En una propuesta, que en su segunda mitad adquiere la asumida condición de remake del célebre film de Tourneur, en esta ocasión lo que importa en CAT GIRL, no reside en la capacidad de ambigüedad que alberguen sus imágenes, ya que en todo momento sabemos que la monstruosa dualidad que centra su argumento, es real. Lo que interesa, y mucho, es la consecución de esa atmósfera casi pesadillesca, como pocas veces he podido percibir en el cine fantástico inglés de su tiempo. La oscura iluminación, de Peter Hennessy, o la oportuna utilización de elementos tradicionales en el género, contribuyen a reforzar esa desasegadora e inquietante sensación, que nos permite olvidar las insuficiencias de un conjunto que, por fortuna, logra adquirir personalidad propia, y en el que uno, por momentos, aprecia sensaciones contrapuestas. De un lado, en algunos de sus instantes, y por su propia configuración visual, CAT GIRL aparece como una muestra que evoca el periodo silente. Por otra, su propia fisicidad, y la propia definición del rol protagonista, encarnado por la siempre admirable Shelley, más que integrarnos en el contexto del fantastique británico, no se por qué, adquiere una textura mucho más cercana, a las primeras muestras, de la escuela italiana del terror. En sus mejores momentos, casi casi, esta película, aparece como un preludio de la admirable LA MASCHERA DEL DEMONIO (La máscara del Demonio, 1960. Mario Bava), demostrando que, en este género, las influencias iban corriendo casi de un título a otro. Y en esta ocasión, en lo que finalmente se dirimiría en una revisitación a pequeña escala de CAT PEOPLE, derivando finalmente en una tourneriana reflexión en torno al triunfo de lo desconocido. Lo albergará en su reducido metraje, con sus notorias insuficiencias, además de una constante sensación de profundo horror, proponiendo dentro de su modestia, una inesperada simbiosis de ámbitos del género, algunos heredados del pasado, y otros, a punto de florecer, en el devenir inmediato del mismo.
Calificación: 3