HORRORS OF THE BLACK MUSEUM (1959, Arthur Crabtree) Los crímenes del museo negro
Con el paso de los años, y dentro de la corriente reivindicativa en torno al cine de terror inglés, hay ocasiones en que títulos quizá poco destacables, han alcanzado una insospechada aureola mítica. Ese es el caso, bajo mi punto de vista, de HORRORS OF THE BLACK MUSEUM (Los crímenes del museo negro, 1959), dirigido por ese poco conocido realizador inglés que es Arthur Crabtree. De entrada nos encontramos con una película astutamente ubicada como producto de explotación para públicos poco exigentes. Su premisa aparece como una producción del americano Herman Cohen, caracterizada en Estados Unidos por películas definidas por su sensacionalismo y poco justificado sadismo, y que en Inglaterra se prolongó en varios títulos, de los cuales el más apreciable sería la revisión del personaje de Sherlock Holmes y Jack el destripador que propuso A STUDY IN TERROR (Estudio de terror, 1965. James Hill). Así pues, el mayor grado de atractivo que brinda esta película, reside a mi juicio en haber servido de base o de plataforma, para que el año siguiente, Miguel Powell realizara su obra más transgresora –repudiada en su día, hoy plenamente reconocida-; PEEPING TOM (El fotógrafo del pánico, 1960). Con ella comparte esa mirada malsana, con aspectos sádicos y una sexualidad explícita aunque, es obvio señalarlo, haya una enorme distancia entre uno y otro título.
En realidad, el film de Crabtree aparece como una propuesta de consumo rápido, carente de tensión alguna, con una desaprovechada presencia del formato panorámico –es una película que, paradójicamente, hubiera ganado de haber mantenido la pantalla cuadrada-, que aparece como una versión británica del argumento que sirvió de base a las versiones de HOUSE OF WAX, en especial a la realizada por André De Toth (Los crímenes del museo de cera, 1953). En esta ocasión, se nos brinda un argumento centrado en los sofisticados crímenes auspiciados por Edmund Bancroft (un a mi juicio poco brillante, cosa sorprendente, Michael Gough). Se trata de un extraño periodista, conocido por las crónicas que efectúa en torno a crímenes y, muy en especial, hacia unos que están aterrorizando Londres. En realidad, Bancroft –que destaca por sus ostentosa cojera-, posee en su vivienda un museo ubicado en su siniestro sótano, en donde se encuentra la iconografía de toda una antología de crímenes violentos. Para ello, contará con la ayuda del joven Rick (Graham Curnow), un muchacho de agradable presencia, que esconde un extraño complejo que le impide consolidar su relación con Angela Banks (Shirley Anne Field).
Básicamente, lo que propone y solo logra en ocasiones HORRORS OF THE BLACK MUSEUM es una sucesión de crímenes, algunos noqueantes y otros predecibles, que el paso del tiempo ha convertido en algo muy cercano a lo risible. Entre los primeros, el que da inicio la película –los prismáticos con pinchos-, la decapitación de una joven de vida alegre, o el –impactante por su imprevisibilidad- apuñalamiento de Angela, en una de las pocas secuencias inquietantes del conjunto. En su oposición, la electrocución y la posterior disolución de su cuerpo en ácido, del psiquiatra que atiende al protagonista, pese a aparecer como uno de los puntos fuertes del film, hoy día resulta cuanto menos inocuo. Y es que la película se caracteriza por su plana puesta en escena, y un nulo tratamiento de personajes. La incorporación de la subtrama –utilizando referencias en torno a la obra de Stevenson “Dr. Jekyll y Mr. Hyde”-, ligándola con el trauma que llega a ser físico, apareciendo una monstruosidad en Rick, comportando un rasgo de inverosimilitud, en vez de enriquecer el relato.
Así pues, de un conjunto que nunca se eleva del estatus de mediocridad, si que es cierto que nos queda ese clima malsano que marcan los crímenes, la atmósfera de esa tienda de antigüedades que comanda una veterana mujer de escasa fiablidad, que al mismo tiempo intuye de manera creciente, la vinculación del protagonista con los asesinatos. Aspectos como este, o el climax final en la feria, con el discurrir de Rick y Angela con canoa por el “Tunel del Amor”, iniciando un elemento trágico, y la conclusión de la película con el encaramiento de un transformado Rick en la noria gigante de dicho recinto. Sin embargo, y de forma paradójica, es cuando ha concluido la misma, y como fondo a los títulos de crédito, Crabtree insertará un largo travelling lateral que adquiere la fuerza que se echa a faltar a lo largo de su metraje previo.
En definitiva, HORRORS OF THE BLACK MUSEUM es uno de los escasos falsos prestigios de un periodo esplendoroso de la edad de otro del cine de terror inglés, que en su exhibición en USA, contaba con una secuencia previa de más de trece minutos de duración, comentada por el psiquiatra Emile Franchet, lo que le permitió en los carteles anunciadores la denominación del HypnoVista. Una mera y cansina traslación de los gimminicks habituales en las apuestas del género filmadas por William Castle.
Calificación: 1’5