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CINEMA DE PERRA GORDA

Arthur Lubin

FOOTSTEPS IN THE FOG (1955, Arthur Lubin) Pasos en la niebla

FOOTSTEPS IN THE FOG (1955, Arthur Lubin) Pasos en la niebla

La afición por recuperar viejas producciones y un cierto sentido de la intuición son elementos que en ocasiones proporcionan interesantes y gratas sorpresas al espectador cinematográfico. Ese ha sido para mí el ejemplo que me ha proporcionado FOOTSTEPS IN THE FOG (Pasos en la niebla), una producción de la Columbia dirigida en Inglaterra en 1955 por el prolífico y destajista Arthur Lubin. La verdad es que su poco destacable trayectoria, dominada por títulos de fácil y rápido consumo, no permitía albergar grandes esperanzas –conocidos, pero más bien olvidables son sus films del ciclo de la mula Francis, fantasías orientales, comedias de escaso fuste al servicio de Abbott y Costello, y otras lindezas por el estilo-.

Sin embargo y contra todo pronóstico, FOOTSTEPS IN THE FOG se erige como una brillantísima producción en la que se combinan elementos de thriller, novelescos, de suspense, así como unas nada desdeñables notas de rebelión social y una inquietante relación de dependencia psicológica entre los dos personajes protagonistas. Partiendo de una impecable premisa argumental, la película se inicia con la breve secuencia del entierro de la esposa de Stephen Lowry (Stewart Granger), en medio de una niebla que de alguna manera va a definir la ambigüedad y recovecos oscuros de la historia. A partir de la espléndida fotografía en color -obra de Christopher Challis, posterior operador, entre otras, de TWO FOR THE ROAD (Dos en la carretera, 1967. Stanley Donen)- impecablemente plasmada en CinemaScope y la ajustada y siempre pertinente partitura musical de Benjamín Frankel, en muy pocos instantes el espectador es consciente que la esposa –que por la sugerencia que muestra su retrato en la mansión debió ser una mujer áspera y autoritaria-, ha sido asesinada por su marido. Muy poco después será la joven sirvienta -de humilde condición social- Lily Watkins (Jean Simmons) la que adivine el envenenamiento que sometió Lowry a su esposa. En apenas unos instantes decide modificar su miedo inicial en una situación de dominio, haciendo partícipe al viudo de sus conocimientos. y pidiéndole que la nombre ama de llaves de la mansión. A partir de esta situación de partida se desarrolla una relación de amor-odio entre ambos personajes en los que la ambigüedad de las relaciones aparentes, en todo momento quedan diluidas como esa niebla que preside toda la película. Nunca sabemos a ciencia cierta si Lowry en algún momento se ha dejado seducir por la belleza, la juventud y la entrega de la astuta Lily o, por el contrario, si esta es sincera en su ingenuidad a la hora de creer que el arribista aristócrata realmente siente algo por ella, o accede a las pretensiones de esta por miedo a ser descubierto. En uno de los momentos de desesperación inicial ante el chantaje a que ha sido sometido, el aristócrata asesinará con su bastón, a una muchacha a la que confunde –entre la niebla- con Lily, pero sin embargo esta, sabiendo que era el objeto del atentado, logra con su convincente testimonio que su amado sea declarado inocente.

Quizá por una vez en su carrera, Arthur Lubin logró con FOOTSTEPS IN THE FOG convertirse en un fino estilista. La planificación no solo es eficaz en todo momento, sino que el brillo de la inspiración se adueña de buena parte de sus situaciones, a lo que contribuye no poco la excelente performance de sus dos protagonistas. Y en este sentido, no se puede dejar de destacar el impagable momento en el que Lowry (Granger) brinda con una maligna satisfacción ante el retrato de su esposa cuando regresa de su entierro, la enorme sutileza y elegancia de todo su trabajo interpretativo o, por otra parte, la aparente humildad y naturalidad y capacidad de matización demostrada por una juvenil Jean Simmons –ya experta en papeles ambivalentes tras su cercana experiencia en la estupenda ANGEL FACE (Cara de ángel, 1953) de Otto Preminger-.

En todo momento los insertos, detalles e insertos en la planificación, fundidos y encadenados de secuencia son tan ajustados e impecables como los juegos de miradas prestados por los actores. Incluso la puntual inclusión de planos inclinados, tiene su oportuna justificación dramática –momentos de especial tensión-, mientras que la dirección artística –especialmente en el interior de la mansión-, es admirable y en ningún momento excesiva en su decorativismo. Al contemplar con el suficiente deleite FOOTSTEPS IN THE FOG, uno tiene en ocasiones la sensación de encontrarse con una especie de variación de LEAVE HER TO HEAVEN (Que el cielo la juzgue, 1945. John M. Stahl) –la pasión de una joven por su amado-, en otras la dirección artística y el tono fotográfico parece anteceder las casi inminentes producciones de Hammer Films, en su elemento de lucha de clases, por momentos parece adelantar una de las premisas del cine de Joseph Losey -no olvidemos que este en 1957 rodó la estupenda e infravalorada THE GYPSY AND THE GENTLEMEN, también descrita en el periodo victoriano- mientras que las imágenes iniciales y  buena parte de las tribulaciones vividas por el personaje encarnado por Stewart Granger pudieran considerarse un precedente –en tono más novelesco y menos entroncado con la imaginería del cine de terror-, de las primeras obras del ciclo Corman / Poe protagonizadas por el gran Vincent Price.

Entre el conjunto de virtudes del film no sería justo omitir algunas pequeñas lagunas; la relación y el personaje de la amada adinerada de Lowry interpretada por Belinda Lee carece de consistencia, así como la interpretación de Bill Travers como el abogado largamente enamorado de esta joven resulta enervante –desentonando entre el conjunto de muy eficaces secundarios británicos-. Del mismo modo, el personaje del cuñado oportunista de Lily Watkins resulta excesivamente caricaturesco. De cualquier manera, estas objeciones no pueden ocultar la valía de un film magnífico, que quizá pueda considerarse –junto a la estupenda e inmediatamente posterior 23 PACES TO BAKER STREET (A 23 pasos de Baker Street, 1956) de Henry Hathaway-, una de las mejores producciones de suspense rodadas por productoras americanas en Inglaterra en la primera mitad de los años cincuenta. Un título que merece ser reivindicado del injusto olvido a que ha sido sometido durante muchos años, del que me gustaría destacar un momento memorable, definitorio de toda su capacidad de sugerencia: el instante en que los dos agentes de policía abandonan la mansión de Lowry tras avisarle del asesinato que se ha cometido en los alrededores –y del que él ha sido el autor-. En el momento en que cierran la puerta penetra en la mansión una débil ráfaga de niebla que augura un oscuro presagio y produce un efecto fantasmagórico. Secuencias como esta o la que culmina el film –con toda su carga de ambigüedad-, atestiguan la riqueza de una película que debe ser reivindicada con urgencia.

Calificación: 3’5

BLACK FRIDAY (1940, Arthur Lubin)

BLACK FRIDAY (1940, Arthur Lubin)

Artífice de una filmografía tan extensa como poco atractiva –hagamos excepción de una sorpresa como FOOTSTEPS IN THE FOG (Pasos en la niebla, 1955), lo cierto es que tengo a Arthur Lubin como uno más de tantos y tantos ejemplos de cineasta blando y conformista, centrado ante todo en una producción cercana a la serie B –en su versión menos estimulante-, al cine familiar, y a una serie de títulos en algunos casos rozando lo abominable. Pero hete aquí que de forma inesperada, y sin entender en ello que nos encontremos ante un producto especialmente memorable, sí que es cierto que BLACK FRIDAY (1940) supone uno de los ejemplos seminales dentro de la producción de la Universal dentro del cine de terror que mejor resiste el paso del tiempo. Es curioso constatar, al hablar del conjunto de la misma, que en líneas generales devienen con superior interés aquellas que no inciden en el agotamiento de la veta de los mitos del terror, ni se insertan dentro del terreno de la autoparodia –aspecto este en el que Lubin fue el firmante de algunas terribles, protagonizadas por los temibles Abbott y Costello-. Cierto es que escarbando nos podemos encontrar con productos más o menos solventes dentro de su condición cercana a la serie B como el que nos ocupa, que incluso pueden parangonarse con algunos exponentes sobrevalorados presentes unos años antes, y que de forma incomprensible fueron catalogados como clásicos de segunda fila. Así pues, partiendo de ese punto de partida, sorprende en primer lugar la agilidad de la que hace gala el título que nos ocupa que, partiendo de un guión de Curt Siodmak –artífice del mismo junto a Eric Taylor-, y utilizando una historia que iría reiterando en sucesivas producciones a lo largo del tiempo. BLACK FRIDAY se inicia de manera muy atractiva, mostrando en travelling lateral los últimos instantes de la vida del condenado, el Dr. Ernest Sovac (Boris Karloff). Este va a ser electrocutado, pero antes de ser cumplida su ejecución entregará a un joven periodista-, del que señala es el único que ha tratado con equidad su caso-, un cuadernillo con las anotaciones de las circunstancias que le han llevado a su condena.

La narración de Lubin en estos primeros compases es excelente, describiendo al mostrar el cuadernillo una serie de espirales que se irán reiterando a lo largo de todo el metraje, al relatar las anotaciones que se irán recreando en la pantalla. Muy pronto observaremos la agilidad de la cámara de su artífice, incluso en el uso de la grúa, describiendo con especial atractivo las circunstancias que rodean el accidente que sufrirá el gran amigo de Sovac; el profesor de lengua George Kingsley (estupendo Stanley Ridges). De inmediato destacará el traslado realizado en el viernes trece que señala el título del film –la cámara resalta la presencia de esa fecha fatídica-, así como ese bastón que, destrozado, ejemplificará el grave accidente sufrido casi por casualidad, y ante el que Sovak se encontrará con un grave dilema; la salvación de su amigo solo se podrá acometer ofreciendo un trasplante de células cerebrales del “gangster” moribundo –Red Cannon-, que ha provocado el accidente, huyendo de la refriega de la banda que comanda Eric Marnay, ya que Canon mantiene escondidos los quinientos mil dólares del golpe efectuado por la banda. La aplicación de las teorías del doctor logrará salvar –contra todo pronóstico válido- a Kingsley, produciéndose por el contrario la muerte del gansgter. La recuperación del viejo doctor se tornará rápida, pero muy pronto se harán presentes en su estado mental los ecos de la personalidad criminal que lleva inserta en su cerebro.

Será una circunstancia que el científico seguirá muy de cerca, con la intención de lograr ese botín que le permitiría proseguir en sus investigaciones –un aspecto poco atractivo en el guión, que resta cualquier matiz negativo en la personalidad de este-. Para ello se lo llevará hasta New York, donde emergerá la personalidad latente de Cannon, llegando poco a poco absorber la que envuelve su cuerpo –con transformación física inclusive-. De tal modo, la intención de Sovak se hará realidad, pero en una proporción progresivamente más temible que la prevista por este, ya que el redivivo gangster se dedicará a eliminar a los componentes de la banda –en la que como jefe tendrá un rol irrelevante Bela Lugosi-, recuperando el botín y retomando tras ello la personalidad del pacífico lingüista. Sin embargo, y cuando todo parecía haber funcionado a la perfección, en Kingsley aflorará de nuevo la bestia que aún anda en su interior, en una secuencia atractiva, en plena clase, donde al escuchar el sonido de unas sirenas traerá a su mente la inexistente presencia de la banda a la que ha asesinado –mostrada entre el alumnado por medio de unas sobreimpresiones que solo este contemplará-. Será el momento en el que Sovak lo elimine en defensa propia, suponiéndole todo ello su condena a muerte, ya que su entorno creerá que a matado al pacífico profesor amigo suyo.

Podríamos decir que BLACK FRIDAY emerge como una revisión del mito del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson, y no estaría la opinión fuera de lugar. Sin embargo, me atrae más señalar que quizá Jimmy Sangster y Terence Fisher tuvieron en cuenta esta película, a la hora de establecer la base de la que casi veinte años después sería la estupenda FRANKENSTEIN MUST BE DESTROYED (El cerebro de Frankenstein, 1969. Terence Fisher), en donde se exploraban con mucha mayor contundencia los apuntes que en esta película son mostrados de forma superficial. Lo recordará esa visión que el renacido Cannon vislumbra de su nueva encarnación física –en la película nunca qua claro si realmente este se rejuvenece en su aspecto o es la percepción que brinda la película-. A partir de esa circunstancia, justo es reconocer que Arthur Lubin construye la película con notable ligereza, recurriendo en numerosas ocasiones a esas espirales que introducen diferentes elementos de la acción, a través de los comentarios que deja registrados en ese bloc de notas que ha entregado al reportero. Es evidente que en un metraje de apenas setenta minutos se pueden objetar no pocos elementos –entre ellos el esquematismo de sus personajes-, pero ello no impide reconocer el sentido del ritmo que alberga el metraje, la atractiva manera de expresar la venganza que Cannon brindará a sus excompañeros –entre ellos a la que fue su chica- y secuencias tan brillantes como la que describe la recuperación del botín –escondido en unas alcantarillas al lado del muelle portuario de New York-. Esa sencillez y agilidad en la hora de su trazado, que en buena medida suple las ausencia de hondura moral en el discurso interno del mismo, es la que en última instancia le proporciona esa sensación de inevitable superficialidad y, del mismo modo, el grado de nada desdeñable simpatía que emana de su conjunto.

Calificación: 2’5