SLEEPWALKING (2008, Bill Maher) [Sonámbulos]
En ocasiones resulta grato encontrarse en el seno de cualquier cinematografía, con exponentes de un tipo de cine intimista, que en Estados Unidos queda ligado a su vertiente independiente. Suelen ser propuestas firmadas por realizadores debutantes o anónimos, despojadas por lo general de grandes estrellas o, por el contrario, apadrinadas por algunas de ellas, con vistas a encontrar en estos pequeños productos, bases dramáticas que les proporcionen roles para encarnar matices o facetas quizá vedados en una producción mainstream. No pocos de estos experimentos han revelado realizadores de talento, pero bien es cierto que también diversas de dichas propuestas –en ocasiones con similares cualidades que otras recibidas con alborozo-, han quedado en la cuneta del reconocimiento. Ese es, bajo mi punto de vista, el ejemplo de SLEEPWALKING (2008) –solo estrenada en nuestro país en formato digital bajo el título SONÁMBULOS-, que hasta la fecha ha supuesto la única realización del habitual especialista en efectos especiales Bill Maher. Lo cierto es que nos encontramos ante un proyecto muy estrechamente acariciado y diseñado por la actriz Charlize Theron –una de sus productoras-, a partir del interés que le proporcionó la lectura del guión de Zac Stanford. De entrada hay que valorar en sentido positivo que la estupenda actriz de THE CIDER HOUSE RULES (Las normas de la casa de la sidra, 1999. Lasse Hasllström), asuma el peso del proyecto, reservándose para ella un mero papel secundario, aunque fundamental para entender la composición de todo su engranaje dramático.
SLEEPWALKING se desarrolla dentro de una innombrada localidad, presumiblemente del sur estadounidense, en donde Joleen (Theron) es una joven dada a la vida fácil y rodeada de relaciones más o menos peligrosas –los primeros instantes de la función nos la ligan con un drogadicto perseguido por la policía, al que nunca conoceremos. Ello propiciará que esta decida marcharse repentinamente, dejan do a su hija Tara (AnnaSophia Robb) a cargo de su hermano James (conmovedor Nick Stahl ¿Cómo este hombre no ha llegado a consolidarse como uno de los mejores actores de su generación?). James es un joven de existencia rutinaria, que arrastra dolores de espalda y una cierta cojera, y desarrolla su existencia en medio de un trabajo físico nada adecuado para él, viviendo en soledad un discurrir vital dominado por un horizonte en el que nada permiten encontrar motivos de placidez. El encuentro de este con su sobrina en principio quedará marcado por el escepticismo de la muchacha y la incapacidad de su tío por exteriorizar muestras de cariño, aunque se preocupe por llevarla a sus clases, incluso cuando no posee permiso de conducir. Su inestabilidad física y las obligaciones contraídas, condenando a James a perder su puesto de trabajo y tener que abandonar su vivienda, al tiempo que la pequeña de doce años tenga que ser acogida por los servicios sociales creados por el gobierno, separándolos. A partir de esos momentos, y cuando su tío tenga que malvivir en el sótano de la casa de un compañero de trabajo, es cuando en él se percibirá la ausencia que le produzca esa joven con la que hasta entonces no se habían producido muestras de cariño. En una ocasión, y cuando la visite en la poblada residencia en donde esta se encuentra casi hacinada y nada a gusto, James le ofrecerá un regalo, pero ante todo será el punto de inflexión para que ambos decidan acometer una huída hacia adelante, con la esperanza de encontrar significado para la palabra vivir.
En realidad, SLEEPWALKING se erige como una road movie. Un viaje iniciático realizado por dos seres solitarios y desarraigados, a los que unen además elementos de parentesco, pero que en realidad se encuentran solos debido a la herencia familiar que les ha afectado a ambos, mostrada con voz callada, con una delicadeza realmente encomiable, que solo nos hace lamentar que Maher no se haya decidido a sumir más proyectos como realizador. Ayudado por una excelente dirección de actores, un sentido de ritmo sosegado y una serenidad interna en el discurrir de la relación establecida entre sus dos protagonistas, la película logra de manera suave, una cadencia humana que se centra en la capacidad para dotar de autenticidad esas escasas acciones que realizarán James y su sobrina en ese trayecto en conche, con un destino inicial en la granja del padre del primero y abuelo de la muchacha, aunque se presenten ante este como si fueran padre e hijo –Mr. Reedy (Dennis Hooper), nunca toleró la relación que mantuvo su hija y la dejó embarazada, expulsándola de su seno-. Cuando uno contempla este film sencillo y tan emocionante, recuerda otros títulos como podrían ser el en su momento tan aclamado PARIS, TEXAS (Wim Wenders, 1984) –que a mi juicio iguala- u otros más cercanos y oportunistas como THELMA & LOUISE (Thelma y Louise, 1991. Ridley Scott), al que supera de forma considerable. Y es que la propuesta de Maher y la Theron, posee el marchamo de la sinceridad, de haber logrado la perfecta descripción de dos seres solitarios y condenados al fracaso por el atavismo que han asumido sin pretenderlos, y que solo el destino finalmente concederá una oportunidad en sus vidas. Pero para ello tendrá que producirse el elemento dramático, la inflexión representada en el asesinato del padre de James por parte de este, cuando el veterano ranchero no dude en agredir a su sobrina. Cierto es que ese fragmento rompe en su quizá forzado dramatismo, esa serenidad que se erige como el mejor baluarte de una producción pequeña, sincera, emocionante, y que demuestra, sobre todo para ese extraordinario personaje de James –a mi juicio uno de los más hermosos del cine norteamericano de su tiempo-, que “el próximo minuto, es el primero del resto de tu vida”. Propuesta sincera y con sentimientos a ras de tierra, no duden en contemplarla si en alguna ocasión la encuentran en su edición digital. No se arrepentirán.
Calificación: 3