30 DAYS OF NIGHT (2007, David Slade) 30 días de oscuridad
Cuando la mitología vampírica ha legado a lo largo del cine tantos exponentes –buenos y menos buenos, renovadores y arquetípicos, complejos y desvergonzados-, podría decirse que resulta complejo aproximarse a su mundo con un mínimo de originalidad, aunque como en cualquier otra temática, el empeño en lograr un cierto grado de valía pueda ser más asequible. En buena medida, aportaciones como las que hace años propusieron el brillante Neil Jordan de INTERVIEW WITH THE VAMPIRE: THE VAMPIRE CHRONICLES (Entrevista con el vampiro, 1994. Neil Jordan), incluso en menor medida el Michael Rymer de QUEEN OF THE DAMNED (La reina de los condenados, 2002), o el quizá un tanto sobrevalorado John Carpenter de VAMPIRES (Vampiros, de John Carpenter, 1998. John Carpenter) son ejemplos relativamente cercanos de la posibilidad de engrosar el mundo tenebroso de la figura del vampiro, más allá de la inefable presencia de la saga TWILIGHT (Crepúsculo, 2008. Catherine Hardwicke). Dentro del primero de los enunciados, justo será incluir la modesta pero atractiva 30 DAYS OF NIGHT (30 días de oscuridad, 2007), realizada por David Slade –artífice también de la curiosa y HARD CANDY (2005)- quien, miren ustedes por donde, pocos años después se haría cargo de una de las secuelas de la mencionada serie destinada a los públicos teenagers de nuestros días. Siendo como es bastante probable que la referencia que marca esta película, fuera la que pudo servir de base para elegir a Slade como director de orquesta de un exponente más de una saga destinada a “hacer taquilla” entre las féminas, lo cierto es que la película que comentamos posee de entrada ese aliento cercano a la antañona serie B, que en buena medida se manifiesta en un marco único y casi opresivo en el que se encierra su acción.
Una acción que se centra en Barrow, un pequeño pueblo de Alaska, conocido por ser el más cercano al polo norte con que cuenta Estados Unidos. En dicha localidad cada año se produce la circunstancia de que durante un mes se impone la más absoluta tiniebla, sin que en ella emerja un solo rayo de sol. Pese a que sus lugareños están acostumbrados tanto a esta reiterada eventualidad, como a las propias extremas temperaturas que viven, otros no dudan en abandonar aquel entorno durante este periodo. Es algo que a punto estará de reiterar la joven Stella (Melissa George), la esposa del joven sheriff de la población, Eben Oleson (Josh Hartnett). Stella se encuentra en crisis sentimental con su esposo, quien sabe controlar y llevar su mando por la tranquila localidad, conociendo casi a la perfección la psicología de sus vecinos. Sin embargo, la llegada de ese largo periodo de tinieblas propiciará que aquel enclave hasta entonces pacífico, se vea sometido a una auténtica estela de terror. Lo protagonizará con la llegada de unos extraños seres que irán minando de forma trágica la población, asesinándolos e implantando una inusual raza de vampiros. Poco a poco, sus cada vez más diezmados habitantes irán agrupándose en torno a la figura de Eben, intentando sobrellevar la incesante amenaza de los no muertos, marcando su supervivencia al esconderse de ellos mientras que van pasando las jornadas de incesante tiniebla.
30 DAYS… se basa en la novela gráfica de Steve Niles y Ben Templesmith, y destaca por la sequedad con la que describe la severa y oscura cotidianeidad de la localidad en la que se desarrollará la acción. Ese pequeño poblado, que parece fruto de una actualización de las descripciones del mundo literario de Eugene O’Neill, en el que todos sus habitantes parecen conocerse –brillante el detalle de la multa que Eben impone a uno de sus vecinos más extraños, que realiza casi como terapia psicológica-. También el joven protagonista –al cual la elección del pétreo Hartnett no supone precisamente su decisión más afortunada- vivirá en esos instantes una crisis emocional con su esposa. Serán todo ellos elementos de interés que servirán para ofrecer un trasfondo dramático de suficiente calado, insertando una terrorífica situación que en muchas ocasiones nos remite al cine del John Carpenter más solvente. A partir de esta premisa, el film de Slade a mi modo de ver destaca mucho más en los momentos en los que se logra hacer física esa sensación opresiva, en la que no importa si sus supervivientes se esconden en un ático, o la sensación de peligro se extiende en las diversas escaramuzas que tienen lugar en esos exteriores de interminable nocturnidad. Será un escenario sombrío y siniestro, con mucha mayor vigencia en el conjunto en el relato, que aquellas otras secuencias dominadas por una planificación centrada en planos cortos, destinadas a describir los ataques de los vampiros. Seres por otra parte en los que no se incidirá demasiado en su origen –a mi modo de ver un acierto-, pero de los que se destacará la capacidad que tienen de aprovechar ese cotidiano hecho atmosférico, para poder seguir con sus bárbaros métodos de actuación, sin tener que ocultarse por un largo espacio temporal. En un momento determinado, el jefe de todos ellos –Marlow (poderoso Danny Huston)-, invocará incluso a la negación divina de una de sus víctimas, al pronunciarle la sentencia que, antes de aniquilarla, le llevará a decirle “No hay Dios”.
Así pues, entre ese juego claustrofóbico que, a la postre emergerá como lo más sólido del relato, esa voluntad de abstracción que marca el mismo, el servilismo visual a modas narrativas que rompen un poco el empaque del conjunto, la arbitrariedad con la que se efectúa la traslación de los días que sobrelleva la acción –quizá hubiera permitido una mayor credibilidad si esta se hubiera concretado en pocos días; las traslaciones temporales me resultan poco creíbles y restan intensidad a la unidad de la función-, formulan esta curiosa aportación al cine de vampiros que, entremezclado con su servilismo al género de acción que pueden representar exponentes como RESIDENT EVIL (2002, Paul W. S. Anderson) o UNDERWORLD (2003, Len Wiseman) y su interminable descendencia, ofrece 30 DAYS OF NIGHT. Una película que tiene el acierto de culminar su metraje con una pincelada de alcance fatalista y romántico, quizá carente de una superior intensidad, pero a la que no se le puede negar una cierta garra.
Calificación: 2’5