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CINEMA DE PERRA GORDA

Edwin Carewe

EVANGELINE (1929, Edwin Carewe) Evangelina

EVANGELINE (1929, Edwin Carewe) Evangelina

Para todos aquellos que encontramos en el cine mudo una constante fuente de descubrimiento y placer, en ocasiones nos resulta algo decepcionante comprobar que no todas las producciones de aquellos años eran SUNRISE: A SONG OF TWO HUMANS (Amanecer, 1927. F. W. Murnau), THE CROWD (…Y el mundo marcha, 1928. King Vidor), GREED (Avaricia, 1924. Erich Von Stroheïm) o THE CAMERAMAN (El cameraman, 1928. Edward Sedgwich y Búster Keaton). Se trata de una percepción que cualquier aficionado debería de asumir, y que ha sucedido en todas las épocas que en el cine han sido. Pero lo cierto es que esa querencia que tenemos hacia el periodo silente, es la que nos lleva a acentuar la desilusión cuando contemplamos un título que no se encuentra en las expectativas de calidad previsibles.

Esa sensación es la que he sentido al visionar EVANGELINE (Evangelina, 1929. Edwin Carewe), una producción de la primitiva United Artists destinada sobre todo al lucimiento de una joven Dolores del Río, y que en algunas de sus secuencias cuenta con sonorización, centradas sobre todo en los cánticos de su joven protagonista. La película, oscila en su tono, inclinándose a mostrar los tintes de la opereta, y describiendo inicialmente el ambiente apacible de una pequeña  y costera localidad de Acacia, provincia de Nueva Escocia, a  mediados del siglo XVIII. Se trata de un entorno idílico en el que conviven apaciblemente sus vecinos en un entorno bucólico y ausente de problemas. Allí vive Evangeline, ligada por completo al joven Gabriel (Roland Drew), y embarcados ambos en una relación sentimental revestida de tintes de entrega absoluta. Ambos se comprometerán formalmente e incluso celebrarán su compromiso por medio de una gran fiesta. Sin embargo, a este entorno pronto asomarán tintes sombríos y dolorosos con la irrupción de las fuerzas inglesas, que desean forzar la participación de los lugareños en la guerra contra Francia. La negativa de estos llevará a la separación de los hombres de las mujeres y niños, y ello llevará por un lado a la muerte del padre de la protagonista, y de otro a la traumática andadura paralela de nuestra pareja protagonista, que durante años no podrán encontrarse pese a la afanosa e infructuosa búsqueda de ella a través de múltiples lugares de Norteamérica con el paso de los años. Gabriel también intentará esa localización, pareciendo que el destino quiera someterlos a esa prueba de la separación, aunque jamás logrando que su amor se diluya. Pasarán muchos años y Evangeline ya se ha rendido en esa búsqueda, dedicándose a una labor altruista de ayuda a los pobres afectados por una epidemia de lepra. En una de estas labores, y de forma insospechada, se encontrará con un enfermo Gabriel. Parece que el designio divino les haya permitido por fin encontrarse, y ese amor que debía mantenerse mientras el agua siguiera su corriente, al final, y pese a la adversidad y el discurrir de los años, ha permitido que los dos ya envejecidos amantes puedan reunirse.

¿Qué es lo que cabe destacar en una película? ¿Lo que la misma ofrece o las posibilidades que sus características permitían intuir? Si tuviéramos que valorar –que es lo pertinente- EVANGELINE en función de lo que en sí misma ofrece, creo que su resultado es tan discreto como estimable. Si hemos de hacerla en esa segunda perspectiva, sin duda el balance sería altamente desalentador. El film del poco conocido Carewe –que solo firmaría dos títulos más-, destaca en su cuidado diseño de producción y en una ambientación francamente lograda, tanto en sus secuencias rurales como en aquellas que muestran ambientes marineros o momentos de masas. En ese sentido, la película funciona, como resulta efectiva también a partir de que en su desarrollo se adentre la vertiente sombría o la introducción del elemento traumático que plantea el conflicto bélico. Al mismo tiempo, no se puede ocultar el acierto que proporciona la ocasional movilidad de la cámara o el uso de sobreimpresiones. Es evidente que nos encontramos en un periodo en el que el cine ya se encuentra en una mayoría de edad, y en función de esa madurez, resulta lógico que cualquier producción de cierta enjundia alcanzara esos rasgos de prestancia técnica y plástica.


Pero sin embargo, y contra algunos momentos en los que se alcanza cierta poética –como ese instante en el que los amantes se unen antes de separarse, superponiéndose la imagen de esa corriente de agua incesante que simboliza su amor-, creo que nos encontramos con una película carente de emoción, y de la que solo cabe lamentar las enormes posibilidades que esta historia podría brindar a un realizador de las características de Frank Borzage. En su comparación, el film palidece de unos rótulos iniciales en los que la cursilería hace acto de presencia de forma sorprendente, en donde la descripción inicial de personajes es absolutamente trasnochada –aventurando los peores tics del folletín de opereta-, y en un posterior desarrollo de su vertiente folletinesca, absolutamente carente de progresión y dramatismo. Por ejemplo, el discurrir de los dos amantes a punto de encontrarse en medio de un lago, se muestra de forma totalmente desaprovechada y amorfa, cuando ahí se tenía la base de un instante cinematográfico grandioso. Pero a ello personalmente cabría unir lo detestable que me resulta la presencia de Dolores del Río ¿Cómo pudo esta señora tener éxito en aquellos años?, lo amanerado que resulta en su caracterización su amante, o el conservadurismo religioso que se impregna en todo su devenir –con la presencia de ese sacerdote que parece el paradigma de la nobleza-.


Es por ello que contemplar EVANGELINE, además de devolvernos a la medianía en la producción de finales de la década de los años veinte, nos permite admirar que esa aparente facilidad que tenían los grandes maestros del cine de aquellos años a la hora de crear los grandes títulos de aquel periodo, en realidad encubrían su mayor virtud; la sencillez que demostraban, no era más que la máxima demostración de su genio. Algo que, ni de lejos, puede ofrecer esta inofensiva pero en modo alguno memorable producción de las postrimerías del cine mudo con los primeros escarceos del sonoro.


Calificación: 2