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CINEMA DE PERRA GORDA

George B. Seitz

KIT CARSON (1940, George B. Seitz)

KIT CARSON (1940, George B. Seitz)

El contraste entre primitivismo y la llegada de unos nuevos modos en el Oeste, fue uno de los elementos que posibilitó una especial significación en aquellos años de western primitivo, sobre todo en esos años treinta en el que el género americano por excelencia, aún se encontraba en periodo de consolidación. Títulos como THE BIG TRAIL (La gran jornada, 1930. Raoul Walsh), avalan esta afirmación, dando entrada a una década, la tercera del pasado siglo, en donde de manera lenta se irían cociendo sus elementos más significativos -recordemos esos westerns seriales firmados por Henry Hathaway, tomando como base novelas de Zane Grey-, hasta que en sus últimos años, figuras como Ford, King, o el ya citado Hathaway, irían forjando los estilemas, de lo que más que un género, aparecería muy pronto como la expresión visual de una filosofía de vida. Pues bien, cuando la plataforma de lanzamiento del mismo ya se encontraba debidamente engrasada, he aquí que KIT CARSON (Idem, 1940, George B. Seitz), aparece casi como una propuesta puente, que aglutina en su enunciado, ese aspecto de serial, de producto ligado a la Serie B. De vinculación incluso con el cine de aventuras, pero al mismo tiempo presentando una cierta iconografía visual, centrada ante todo en esa imponente presencia de exteriores áridos y rocosos, que muy pronto aparecerían como seña común del género.

Será todo ello el ámbito en el que se desarrollará esta sorprendentemente fresca película, delimitada en su esencia en el choque de modos de vida que plantea por un lado el primitivo Kit (Jon Hall) -personaje real-, un joven libre que dispone de su propio instinto como elemento de supervivencia, siempre acompañado por sus fieles Ape (Ward Bond) y el hispano Lopez (Harold Huber). A los tres los veremos resistir al ataque de los indios shoshones, llegando hasta un destacamento, de donde ambos decidirán tomarse un descanso, e incluso reflexionar ante su futuro, ya que en realidad han perdido todo su cargamento de pieles. Se le ofrecerá a Kit el encabezamiento de una caravana, que debe discurrir hasta California, atravesando el terreno que habitualmente domina dicha tribu. En principio, el joven aventurero mostrará su reticencia, pese a los mil dólares que se le ofrecen. Sin embargo, sin reconocerlo, la presencia de Dolores Murphy (Lynn Bari), una de las promotoras de la caravana, e hija de un terrateniente de California, motivará que modifique su decisión inicial, y acepte el encargo. Muy pronto, en el recorrido se planteará por un lado la secreta atracción que el aventurero y Dolores se profesan, aunque esta divida su corazón entre esa latente nuance, y la que mantiene de manera más oficial con el capitán John Freemont (Dana Andrews, dando muestra ya de su sensibilidad como intérprete). Esta relación triangular, será el núcleo argumental de KIT CARSON, a cuyo través se sucederán lances y aventuras, que pondrán en tela de juicio, por un lado, el recelo interior mantenido entre Dolores hacia el aventurero, y por otro contraponer la defensa de las ordenanzas militares y, fundamentalmente, un mundo más o menos organizado, basado en las convenciones. Será todo ello, el eje de esta brillante combinación de aventuras y cine del Oeste, en el que cabe destacar una nada oculta crueldad, presente en la secuencia inicial, o por ejemplo en aquella en la que se tortura y finalmente se fusila, a ese enviado de los mejicanos, camuflado de shoshon. Todo ello tendrá, asimismo, un esmerado recurso a los paisajes exteriores y, en cierto modo, con el personaje de Carson -al que las propias limitaciones interpretativas de Jon Hall, proporcionan una extraña configuración y encanto-, parecemos tener un cierto heredero del Peru de TRADER HORN (Idem, 1931. W. S. Van Dyke). Y en una película, cuya propia vitalidad parece proceder de otros referentes, es bastante posible que el brillante episodio del asedio en el fortín, fuera asumido, tomando como base el célebre episodio del muy reciente BEAU GESTE (Idem, 1939. William A. Wellman). En cualquier caso, el film de George B. Seitz, que por una vez sobresalió de la tan exitosa como olvidable dependencia de las películas del Juez Harvey, proporciona un climax previo de tanta contundencia, y propio del mejor Raoul Walsh, en el doble asedio que marcarán los shoshones, una vez la caravana se divida en el grupo comandado por Kit, discurriendo con intuición por la llanura del desierto, mientras que las fuerzas militares al mando de Freemont, decidan internarse en un desfiladero, inicialmente para acortar el recorrido. Las imágenes nos describirán con enorme fuerza dramática, sentido del montaje y precisión narrativa, la manera con la que Carson logra revertir una situación de casi irresoluble peligro, transmitiéndose al espectador una sensación de riesgo y peligro realmente notable.

Pero ello irá acompañado en todo momento por un gusto por el detalle y la metáfora, a la hora de describir el inicio y el desarrollo de la relación existente entre Dolores y Kit. La misma se marcará por vez primera cuando esta lo vea descansado en la terraza de un porche, con los pies descalzos, en una estampa inusual. Cuando este se decida a asumir la responsabilidad de ejercer como guía de la caravana, sus ayudantes se mirarán con complicidad, al ver que se ha calzado unas nuevas botas que se ha comprado. O, más adelante en el relato, la joven pese a la aparente espereza en el trato existente entre ambos, le confeccionará secretamente unos calcetines, algo que su sirvienta -Miss Pilchard (impagable Rene Riano)-, le hará observar, mientras esta exterioriza el aparente rechazo que este le produce. Revestida de numerosos alicientes, quizá en el único elemento en el que flaquee KIT CARSON, resida en los modos maniqueos con que se describen los villanos de la función. En especial, la del general Castro (C. Henry Gordon, en uno de sus últimos roles cinematográficos, antes de fallecer ese mismo año), deviene cercana a la opereta, y contrasta de manera desfavorable con la humanidad que desprenden el resto de personajes. Una sensibilidad que describirá, asimismo, la respetuosa relación, de admiración mutua, que se reflejará entre Carson y Freemont. Y, como no podía ser de otra manera, la inadaptación de Kit, familiarizado con la aventura y la naturaleza, al insertarse en un ámbito de educación más refinado. Para ello, el film de Seitz lo describirá en uno de los mejores pasajes de la película, en esa fiesta celebrada por el padre de Dolores. De manera muy gráfica, nuestro protagonista irá viviendo una serie de pequeños y casi imperceptibles incidentes, que le harán asumir con cierta amargura, su imposibilidad de proyectar su futuro, en un mundo que no es el suyo.

Calificación: 3