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CINEMA DE PERRA GORDA

Harry Lachman

DR. RENAULT’S SECRET (1942, Harry Lachman)

DR. RENAULT’S SECRET (1942, Harry Lachman)

Personaje insólito donde los haya, señalan las crónicas que el norteamericano Harry Lachman (1886 – 1975), desarrolló una trayectoria en su juventud como ilustrador de magazines, viajando hasta Paris donde en la primera quincena del siglo XX se extendió incluso una andadura artística con el gobierno francés. Todo este bagaje le llevó a su entrenamiento cinematográfico rodando cortos en los últimos pormenores del cine silente, abriéndose camino de manera definitiva en Hollywood en una extraña trayectoria que alberga desde la extravagante y atractiva DANTE’S INFERNO (La nave de Satán, 1935), hasta títulos de la serie Charlie Chan, pasando por películas al servicio de la genial pareja cómica formada por Stan Laurel & Oliver Hardy –la divertida OUR RELATIONS (Dos pares de mellizos, 1936)-. En cualquier caso, su figura parece más bien fruto de una extraña combinación de artesano dispuesto a todo, quizá inclinado a asumir producciones disparatadas –fueran estas de una u otra vertiente-, y que en su mayor parte se vio confinado a los resquicios de la serie B. Ese es el contexto en el que se inserta DR. RENAULT’S SECRET (1942), que a la postre sería su último largometraje –tan solo rodaría a continuación un corto-, retornando con posterioridad a sus inquietudes pictóricos durante largo tiempo.

En buena medida, esta modesta producción de la 20th Century Fox, forma parte de la aportación de dicho estudio dentro del cine de terror y misterio que todas las majors asumieron en aquellos años en los que la Universal ya estaba agonizando con sus apuestas que tanta fama les proporcionaran años atrás. Dicho esto, y aún reconocimiento la sencillez de un proyecto que apenas alcanza la hora de duración, en la misma se pueden destacar de su cuadro técnico decoradores de la talla de Richard Day y Nathan Juran –aunque no resultaría de extrañar que la suntuosa decoración del film procediera de otras películas previas más costosas- o el compositor David Raksin –quien junto a Emil Newman se hizo carga de la banda sonora del film. Y es que a fin de cuentas, el sencillo y previsible argumento de DR. RENAULT’S… -su elemento más endeble-, no deja de suponer una combinación a pequeña escala de mitos como el de la bella y la bestia, referencias concretas a títulos clásicos del género como ISLAND OF LOST SOULS (La isla de las almas perdidas, 1932. Erle C. Kenton), o incluso ecos del Allan Poe de The fall of the House of Usher. Sus imágenes se inician con la llegada a una pequeña población francesa del carruaje que porta al Dr. Larry Forbes (Shepperd Struddwick), en medio de una noche de tormenta, con destino a la mansión del Dr. Renault (George Zucco), en la que se encuentra su prometida, a la que va a recoger para viajar juntos a New York, casarse y vivir juntos el resto de sus vidas. La fuerza de la lluvia le obligará a refugiarse en una taberna –significativamente denominada The Black Cat-, donde será acogido amablemente, conociendo allí a un extraño personaje –Noel (una estupenda composición de J. Carroll Naish)- de aspecto simiesco y escasa soltura-. Pero no será el único ser con aire siniestro que se encuentre en el establecimiento, ya que allí hará su entrada el jardinero de Renault –Rogell (un jovencísimo Mike Mazurki), ex convicto de rudos modales que muy pronto atisbará el importante caudal en billetes que el visitante americano porta en su cartera. Una vez hospedado, la circunstancia de ser ocupada su habitación por un huesped borracho, motivará que Forbes utilice la habitación siguiente, lo que le salvará la vida, ya que quien utilizara inesperadamente su habitación será estrangulado, sin que se observe señal de robo. A la mañana siguiente, acompañado por Noel –de quien sabrá procede de Java- será conducido hasta las dependencias del doctor amigo, donde se reencontrará con su prometida  Madelon –Lynne Roberts-, aunque se encuentre dispuesto a pasar unos días junto al científico, intercambiando entre ambos opiniones sobre sus respectivas tareas. Todo ello irá acompañado por la investigación policial del crimen cometido la noche anterior. Pero al mismo se sumará el asesinato de un perro que habían recogido y que había atacado a Noel. Poco a poco, la atmósfera que rodea la mansión de Renault irá imbuyéndose de un aroma turbio, descubriéndose muy pronto los manejos que este ha ido experimentando en Noel, que en realidad era un simio que capturó y sobre el que empleó una serie de métodos para humanizar su primitiva y animal personalidad.

Como antes señalaba, DR. RENAULT’S SECRET supone una especie de cocktail de situaciones ya esgrimidas –por lo general con mayor acierto- en la imaginería del cine de terror de la década precedente. En ese sentido, juega con ventaja al ser comparada con la actitud que por aquel tiempo mostraban las producciones de Universal –centradas del mismo modo en la mezcla de mitos del terror-, a lo que se une un cuidado gusto escenográfico y, sobre todo, un notable uso expresionista de los primeros planos –algo que tendrá una especial incidencia en los minutos iniciales del film-. La nitidez de su contrastada fotografía en blanco y negro y su escueta duración, serán aliados en un conjunto que, aún no superando la barrera de la discreción, no deja de resultar un producto que sobrelleva con entereza su condición de complemento de programa doble. Esa capacidad para extraer el lado siniestro tanto de sus escasos exteriores como, sobre todo, de los interiores de la mansión de Renault, la composición que efectúa J. Carroll Naish –llena de ternura en sus mejores momentos- y el atenazado y sutil villano que encarna George Zucco, son elementos que atribuyen a hacer hasta cierto punto atractiva una pequeña película, que no obvia incluso la presencia de planos inclinados en el interior de las secuencias finales desarrolladas en el interior de un molino, y de la que no dudaría destacar la secuencia que muestra la sombra del perro que ha atacado previamente, ahorcado en el exterior del jardín de la mansión, en una composición visual digna de cualquiera de las producciones del género auspiciadas por Val Lewton en la RKO de aquellos mismos años.

Calificación: 2

OUR RELATIONS (1936, Harry Lachman) Dos pares de mellizos

OUR RELATIONS (1936, Harry Lachman) Dos pares de mellizos

Siempre he tenido muy claro que la fórmula que dio el éxito a las películas protagonizadas por la pareja formada por Stan Laurel y Oliver Hardy –además del asombroso equilibrio que mostraban en sus contrastes cómicos-, procedía de la extrema sencillez de sus argumentos. Sus mayores éxitos –especialmente aquellos que se forjaron en su periodo mudo-, partían de una mínima anécdota que ejercía como referencia, a partir de la cual las situaciones se estiraban hasta unos límites en ocasiones casi inverosímiles. En base a dicho esquema, la extraordinaria pareja cómica dio rienda suelta a un conjunto de cortos y largometrajes que forjaron una fama y un estilo de hacer cine cómico absolutamente personal, sin cortapisas y ambiciones intelectuales o de otro tipo.

 

Aún contando con ese patrón más o menos reiterado, lo cierto es que la filmografía de Laurel & Hardy tuvo ciertos recovecos conocidos por todos a la hora de insertar su presencia en operetas musicales –de desigual calado- efectuadas en su contrato con la Metro Goldwyn Mayer-. Pero junto a dicha vertiente –en su momento generadora de un gran éxito-, también la célebre pareja se insertópor otros senderos, uno de los cuales se plantea en OUR RELATIONS (Dos pares de mellizos, 1936. Harry Lachman), que produjo el propio Stan Laurel, y que sorprendentemente incorpora las habituales fórmulas del tandem dentro de un contexto de “comedia de situaciones”. Es a partir de esa incorporación, como lo que en apariencia nos aparece como una típica comedia de “equivocaciones”, marcada por la existencia de la acomodada pareja habitual, ambos casados y definidos en un contexto social medio –resulta muy divertida y al mismo tiempo reveladora de la rutina del doble matrimonio, la secuencia en la que se establece una auténtica y torpe ceremonia al tomar los cuatro componentes la taza de te, chocando las tazas y enseres al ser manejados por todos ellos-. Del contexto de aburrida mediocridad conyugal, muy pronto la película revelará la existencia de sendos hermanos gemelos que al parecer fueron eliminados por su comportamiento poco recomendable. Curiosamente, estos  -llamados Alfie y Bart- aparecerán en la ciudad tras un largo recorrido por el mar, demostrando su torpeza incluso antes de dejar el barco al que han servido al confiar sus ahorros al avispado Finn (James Finlayson), siendo encargados por el capitán para que acudan a llevar un pequeño paquete a una taberna ubicada en el mismo puerto. Será el inicio de las penalidades sufridas por ambos marineros, quienes finalmente invitarán a unas voraces señoritas en la taberna, y ante la ausencia de dinero dejarán el contenido del paquete –un anillo con perla- con intención de recuperar el importe que han confiado a Finn. Será este el momento en el que se confundirá en la película la presencia de las dos parejas, a partir del momento en el que Laurel & Hardy lleguen a dicha taberna junto con sus esposas, siendo “reconocidos” tanto por el propietario como por las dos chicas a las que estos en teoría habían invitado, provocando la suspicacia de sus respectivas mujeres.

 

Con el punto de partido señalado, la película logra remontar ese alcance de comedia de “serie B” que, en definitiva, define la mayor parte del cine de la gran pareja cómica, para insertar sus habituales números cómicos en un contexto de equivocaciones, llevando a cabo un crescendo cómico realmente destacable, hasta alcanzar una apoteosis que alterna en su desarrollo un alcance casi delirante, al tiempo que va insertado por un alto grado de peligro. Mientras tanto, la película sabe sustraerse a los límites inicialmente planteados, e incluso al contexto inicial de encontrar cuatro personajes similares en aspecto. Por fortuna, no abusa de tal circunstancia, optando por el contrario con la posibilidad de abrir el abanico de incidencias y el campo de actuación de los dos cómicos, situándolos en emplazamientos y situaciones diferentes, y en algunos momentos uniendo sus presencias para provocar esas deseadas situaciones equívocas, destinadas a potenciar la comicidad del relato. Es el ejemplo que se plantea en la secuencia desarrollada en el lujoso club nocturno, definido en su decoración por una recreación de un barco pirata. Con ambos elementos, la película se beneficiará de un magnífico fragmento cómico a través de los equívocos planteados en torno a las dos parejas presentes, y a la persecución que vivirán los dos marineros, teniendo que subirse por la recreación del barco, hasta que al final rompan con los simbólicos mástiles que sostienen el mismo, en una secuencia dotada de una gran personalidad. Ya antes, habremos disfrutado de un episodio magnífico con el ataque de Laurel & Hardy a Finn, sometiéndole a todo tipo de humillaciones y divertidas torturas, coronadas con el hecho de hacerle tragar y masticar una bombilla. Sin embargo, la obligada apoteosis de OUR RELATIONS tendrá lugar cuando la pareja –no sus sosías marineros-, sea retenida por unos gangsters que han visto como uno de ellos portaba el anillo. Estos serán sometidos a la tortura del cemento, y ante su negativa a revelar el lugar donde este se encuentra –ya que desconocen en absoluto su paradero-, se les situará con los pies ubicados en una peana curva de cemento ya cuajado, bamboleándolos para hacerles caer a las aguas del puerto. El episodio resulta delirante, y en definitiva ejerce como cómica catarsis a una de las propuestas más extrañas de la filmografía de los dos admirados cómicos aunque en ella se inserten –con fortuna- no pocos de sus episodios, facetas y gags más conocidos y que siempre, siempre, se revelaron de eterna eficacia. Como no podía ser de otra manera, siendo sus artífices dos de los más grandes cómicos que ha brindado el cine en toda su historia.

 

Calificación: 3