OUR RELATIONS (1936, Harry Lachman) Dos pares de mellizos
Siempre he tenido muy claro que la fórmula que dio el éxito a las películas protagonizadas por la pareja formada por Stan Laurel y Oliver Hardy –además del asombroso equilibrio que mostraban en sus contrastes cómicos-, procedía de la extrema sencillez de sus argumentos. Sus mayores éxitos –especialmente aquellos que se forjaron en su periodo mudo-, partían de una mínima anécdota que ejercía como referencia, a partir de la cual las situaciones se estiraban hasta unos límites en ocasiones casi inverosímiles. En base a dicho esquema, la extraordinaria pareja cómica dio rienda suelta a un conjunto de cortos y largometrajes que forjaron una fama y un estilo de hacer cine cómico absolutamente personal, sin cortapisas y ambiciones intelectuales o de otro tipo.
Aún contando con ese patrón más o menos reiterado, lo cierto es que la filmografía de Laurel & Hardy tuvo ciertos recovecos conocidos por todos a la hora de insertar su presencia en operetas musicales –de desigual calado- efectuadas en su contrato con la Metro Goldwyn Mayer-. Pero junto a dicha vertiente –en su momento generadora de un gran éxito-, también la célebre pareja se insertópor otros senderos, uno de los cuales se plantea en OUR RELATIONS (Dos pares de mellizos, 1936. Harry Lachman), que produjo el propio Stan Laurel, y que sorprendentemente incorpora las habituales fórmulas del tandem dentro de un contexto de “comedia de situaciones”. Es a partir de esa incorporación, como lo que en apariencia nos aparece como una típica comedia de “equivocaciones”, marcada por la existencia de la acomodada pareja habitual, ambos casados y definidos en un contexto social medio –resulta muy divertida y al mismo tiempo reveladora de la rutina del doble matrimonio, la secuencia en la que se establece una auténtica y torpe ceremonia al tomar los cuatro componentes la taza de te, chocando las tazas y enseres al ser manejados por todos ellos-. Del contexto de aburrida mediocridad conyugal, muy pronto la película revelará la existencia de sendos hermanos gemelos que al parecer fueron eliminados por su comportamiento poco recomendable. Curiosamente, estos -llamados Alfie y Bart- aparecerán en la ciudad tras un largo recorrido por el mar, demostrando su torpeza incluso antes de dejar el barco al que han servido al confiar sus ahorros al avispado Finn (James Finlayson), siendo encargados por el capitán para que acudan a llevar un pequeño paquete a una taberna ubicada en el mismo puerto. Será el inicio de las penalidades sufridas por ambos marineros, quienes finalmente invitarán a unas voraces señoritas en la taberna, y ante la ausencia de dinero dejarán el contenido del paquete –un anillo con perla- con intención de recuperar el importe que han confiado a Finn. Será este el momento en el que se confundirá en la película la presencia de las dos parejas, a partir del momento en el que Laurel & Hardy lleguen a dicha taberna junto con sus esposas, siendo “reconocidos” tanto por el propietario como por las dos chicas a las que estos en teoría habían invitado, provocando la suspicacia de sus respectivas mujeres.
Con el punto de partido señalado, la película logra remontar ese alcance de comedia de “serie B” que, en definitiva, define la mayor parte del cine de la gran pareja cómica, para insertar sus habituales números cómicos en un contexto de equivocaciones, llevando a cabo un crescendo cómico realmente destacable, hasta alcanzar una apoteosis que alterna en su desarrollo un alcance casi delirante, al tiempo que va insertado por un alto grado de peligro. Mientras tanto, la película sabe sustraerse a los límites inicialmente planteados, e incluso al contexto inicial de encontrar cuatro personajes similares en aspecto. Por fortuna, no abusa de tal circunstancia, optando por el contrario con la posibilidad de abrir el abanico de incidencias y el campo de actuación de los dos cómicos, situándolos en emplazamientos y situaciones diferentes, y en algunos momentos uniendo sus presencias para provocar esas deseadas situaciones equívocas, destinadas a potenciar la comicidad del relato. Es el ejemplo que se plantea en la secuencia desarrollada en el lujoso club nocturno, definido en su decoración por una recreación de un barco pirata. Con ambos elementos, la película se beneficiará de un magnífico fragmento cómico a través de los equívocos planteados en torno a las dos parejas presentes, y a la persecución que vivirán los dos marineros, teniendo que subirse por la recreación del barco, hasta que al final rompan con los simbólicos mástiles que sostienen el mismo, en una secuencia dotada de una gran personalidad. Ya antes, habremos disfrutado de un episodio magnífico con el ataque de Laurel & Hardy a Finn, sometiéndole a todo tipo de humillaciones y divertidas torturas, coronadas con el hecho de hacerle tragar y masticar una bombilla. Sin embargo, la obligada apoteosis de OUR RELATIONS tendrá lugar cuando la pareja –no sus sosías marineros-, sea retenida por unos gangsters que han visto como uno de ellos portaba el anillo. Estos serán sometidos a la tortura del cemento, y ante su negativa a revelar el lugar donde este se encuentra –ya que desconocen en absoluto su paradero-, se les situará con los pies ubicados en una peana curva de cemento ya cuajado, bamboleándolos para hacerles caer a las aguas del puerto. El episodio resulta delirante, y en definitiva ejerce como cómica catarsis a una de las propuestas más extrañas de la filmografía de los dos admirados cómicos aunque en ella se inserten –con fortuna- no pocos de sus episodios, facetas y gags más conocidos y que siempre, siempre, se revelaron de eterna eficacia. Como no podía ser de otra manera, siendo sus artífices dos de los más grandes cómicos que ha brindado el cine en toda su historia.
Calificación: 3
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