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CINEMA DE PERRA GORDA

Jack Smight

DAMNATION ALLEY (1977, Jack Smight) Callejón infernal

DAMNATION ALLEY (1977, Jack Smight) Callejón infernal

Debutante en la pantalla grande tras una amplia andadura previa en el formato televisivo, durante muy poco tiempo se tuvo al norteamericano Jack Smight como una de las esperanzas de un periodo de enorme transformación -y desmonte final- de Hollywood. Todo ello se basó en tres títulos atractivos. Por supuesto, el más relevante es el magnífico HARPER (Harper, investigador privado, 1966), pero no dejan de resultar interesantes la comedia sofisticada KALEIDOSCOPE (Magnífico bribón, 1966) y el posterior thriller NO WAY TO TREAT A LADY (Así no se trata a una dama, 1968). Pare usted de contar. Incluso en aquellos años dirigió una de las peores comedias de aquel tiempo, la soporífera THE SECRET WAR OF HARRY FRIGG (Comando secreto, 1968), y poco después daría forma a la delirante THE ILLUSTRATED MAN (1969), para enfangarse de nuevo en una destajista andadura televisiva, de la que ocasionalmente emergió para firmar algunos largometrajes en líneas generales poco distinguidos. Todo ello se cumple, punto por punto, a la hora de comentar DAMNATION ALLEY (Callejón infernal, 1977), extraña y discreta aportación a la ciencia-ficción, inmersa dentro del conjunto de propuestas que en dicho género se fueron salpicando durante dicha década, y combinaba en su trazado diversas variantes dentro del mismo.

En tierras norteamericanas se produce un tremendo holocausto nuclear, del que solo sobrevivirá el personal que se ha encontrado protegido en un refugio del ejército americano, ubicado en el desierto de Mojabe. No mucho tiempo después, y a consecuencia de un fallo debido al mando de la instalación se producirá un tremendo incendio que destruirá el recinto. De allí solo quedarán cuatro supervivientes. Uno es el mando Denton (George Peppard). Otro el joven y avispado oficial Tanner (Jan-Michael Vincent), y también se encuentra el oficial negro Keegan (Paul Winfield) y otro joven oficial. Ambos tripularán dos modernos vehículos con que sortean los duros desequilibrios climatológicos heredados de la inestabilidad que sobre el planeta ha generado la deflagración atómica. Los dos vehículos se dirigirán hasta la ciudad de Albany, puesto que han escuchado una serie de señales que podrían indicar la presencia de varios supervivientes. El recorrido se encuentra trufado de inesperados riesgos, en los que pierde la vida Keegan y el joven conductor, pero en el que, al mismo tiempo, se incorporan dos inesperados supervivientes. De un lado, la joven Janice (Dominique Sanda), a la que encontraran en un fantasmagórico salón de casino camuflado bajo una carpa de circo, y de otro a Billy (Jackie Earle Haley), un muchacho especialmente belicoso que se ha quedado huérfano tras la explosión. Serán, en última instancia, los últimos destinatarios de una angustiosa huida hacia adelante, en la que se irán alternando instantes dramáticos con otros esperanzadores, y en la que sufrirán la catarsis del planeta para que esta retorne de manera natural a su cotidianeidad.

Desde el primer momento se acusó a DAMNATION ALLEY, con toda razón, de ser una producción que no justificaba en absoluto su presupuesto, dado que contó al parecer con un coste final de ocho millones de dólares, apareciendo como la propuesta de género de primer plano para la 20th Century Fox, en contraposición de STARS WARS (La guerra de las galaxias, 1977. George Lucas) que aparecía como un producto más o menos secundario para el estudio. También en el cine, en ocasiones la historia se escribe con los renglones torcidos. En cualquier caso, y asumiendo de entrada dicho enunciado, no se descarta que se apostara de manera deliberada por una estética que combinaba lo naif y lo bizarro algo que se percibe ya desde sus primeras imágenes, que describen la normalidad del funcionamiento militar de la base, a la que llegará de manera inesperada un ataque nuclear de manera global caracterizado por mostrarse con una abierta atonalidad. Un desapego manifiesto que se patentizará en elegir la sucesión de imágenes de explosiones atómicas, junto a una serie de rótulos que nos trasladan a un escenario postapocalíptico. A partir de ese momento proseguirá esa querencia atonal y bizarra, al plasmar esos exteriores desérticos por los que deambulará Tanner -la película aparecerá en buena medida a la imagen de este joven pretty boy cinematográfico, conduciendo en motocicleta y contando como copiloto lo que finalmente aparecerá como un maniquí, con la intención de sortear el ataque de unos escorpiones gigantes.

La resolución del episodio atenderá por un lado los servilismos hacia Vincent, su estrella juvenil -ocupa el primer lugar en los títulos de crédito, ya que cobró un salario de 1.000.000 de dólares-, y por otro marcar un look visual que podría situarse entre el encanto emanado en las producciones elevadas por la presencia de Ray Harryhausen como principal activo, o la ingenuidad casi naif de títulos como THE ANGRY RED PLANET (1949, Ib Melchior). Por desgracia, el film de Smight se inclina más por el segundo de los títulos citados -de muy discretas cualidades-, sin albergar por el contrario ese encanto que atesoraban las producciones del género en los años 50. En su oposición, DAMNATION ALLEY apuesta por una sucesión de peripecias de sus protagonistas. De entrada, el guion de los expertos Lukas Heller y Alan Sharp, a partir de la novela de Roger Zelazny aparece lleno de convenciones y sin capacidad alguna para plasmar un trazado más o menos consistentes de sus personajes, que sus intérpretes sobrellevan de la manera que pueden.

A partir de estas premisas, lo cierto es que nos encontramos ante una película que deambula a través de una leve estructura dramática que permite episodios más o menos dominados por su alcance dramático, sin que ninguno de ellos se caracterice por su especial significación, antes, al contrario. Ni la llegada a una ciudad desierta, en donde los supervivientes se someterán a la invasión de una plaga de insectos -un episodio que albergaba bastante posibilidades-, ni la manera de plasmar la catarsis que permitirá la vuelta de la normalidad del planeta -descrito además con una torpe y muy pobre combinación de efectos especiales y planos de recurso-. Por el contrario, atesora cierta temperatura el pasaje en el que los viajeros se acerquen a una carpa de circo que esconde un fantasmagórico casino lleno de tragaperras que los recién llegados utilizarán como desahogo, y en donde aparecerá la joven Janice que se encontraba protegida. O el episodio en el que los cuatro supervivientes se acercan a una taberna en apariencia desierta, de la que pronto aparecerán un grupo de desalmados supervivientes, y en la que se vivirán unos instantes dominados por una tensión y extrema violencia que, miren ustedes por donde, aparece como un inesperado referente de la no muy lejana MAD MAX (Mad Max. Salvajes de autopista, 1979. George Miller).

En cualquier caso, resulta bastante escaso el bagaje de una película, que si en realidad buscaba la deriva hacia una cierta nostalgia por un tipo de cine del pasado -algo que sí lograría en cierta medida la posterior y mitológica CLASH OF THE TITANS (Furia de titanes, 1981. Desmond Davis), cierto es que contaba en ella con la creatividad del propio Harryhausen- lo cierto es que ello no aparece en pantalla, con unos efectos especiales toscos, y una recreación de ese horizonte dominado por una colorista y chirriante recreación de los cielos. En pocas palabras, se trata del fracaso de una producción de gran presupuesto, que pretendió quizá seguir el sendero de la fenecida serie B, sin la riqueza conceptual y narrativa, ni siquiera la fantasía, que esta planteaba.

Calificación. 1’5

THE THIRD DAY (1965, Jack Smight) El tercer día

THE THIRD DAY (1965, Jack Smight) El tercer día

Reconozco que el magnífico recuerdo que mantengo de HARPER (Harper, investigador privado, 1966) y en menor medida la festiva y swinging KALEIDOSCOPE (Magnífico bribón, 1966), forjan en mí el espejismo de la valoración de la andadura de Jack Smight. Sin embargo, justo es reconocer que con el paso de los años, y unido a NO WAY TO TREAT A LADY (Así no se trata a una dama, 1968), suponen en realidad el corpus recordable de una filmografía que no fue más allá, y se ahogó en las aguas cenagosas de los cambios estructurales del cine USA y su adscripción a la televisión. En cualquier caso, no oculto que me disponía a contemplar THE THIRD DAY (El tercer día, 1965) con ciertas expectativas, en la medida de estar situada en un lugar previo a la mencionada HARPER –que considero con diferencia su mejor película-, y no soy el primero en señalar que se erige casi como un borrador de la misma. Por ello su visionado, aún encontrando en ella un determinado nivel, no ha dejado de provocarme una cierta decepción. Decepción que va encaminada ante todo en la escasa enjundia que percibo de su entramado dramático –la novela de Joseph Hayes, trasladada como guión de manos de Robert Presnell Jr. y Burton Wohl-, que la buena mano de Smight no logra remontar en sus imágenes, por más que en ellas se perciba una voluntad de plasmar esa evolución en el lenguaje, que era moneda corriente en muchos otros realizadores de la época –pienso en la aportación que por aquellos años planteó Gordon Douglas dentro del thriller-

THE THIRD DAY se inicia con una larga panorámica –desarrollada con los títulos de crédito- que nos describe un caudaloso río y el accidente que se ha producido, que dará pie a la acción del film. Muy pronto veremos como desde las aguas emerge traumatizado y totalmente empapado Steve Mallory (un notable George Peppard), quien poco a poco asumirá encontrarse en un estado de amnesia total. El discurrir de los pasos del protagonista, muy pronto le llevará a la percepción de que la personalidad que ha asumido hasta su accidente, lo describe como un ser amoral, dado a las juergas, sin sentido de las responsabilidad y caracterizado por la constante infidelidad que inflinge a su esposa Alexandria (Elizabeth Ashley, esposa de Peppard en la vida real). Este fragmento inicial posee bastante interés, sintiendo el espectador no solo el drama que sufre Steve por su ausencia de memoria sino, sobre todo, la incomodidad que le proporciona el conocimiento de una psicología con la que su nuevo estado no concuerda. Poco a poco descubrirá su pertenencia a la familia Parsons, que alberga una fábrica de porcelanas destinada por uno de los herederos de la misma –Oliver (Roddy MacDowall- a ser vendida y obtener pingües beneficios. Sin embargo, poco a poco Mallory irá poniendo sobre el tapete unos modos de comportamiento opuestos a los que hasta entonces albergaba, apostando de un lado a la renuncia al modo de vida que hasta entonces llevaba –y que solo conoceremos por las impresiones que desprenden los que hasta entonces lo han conocido, uno de los aspectos más atractivos del film-, y retornando a la fidelidad con su mujer, ayudado por la tía de esta –Catherine Parsons (Mona Washbourne)-.

A partir de esta descripción de situaciones, lo cierto es que interesa más en THE THIRD DAY la manera con la que Smight sabe utilizar el formato panorámico, la dirección artística o la prestación de sus intérpretes, que el seguimiento de un recorrido argumental bastante previsible y, sobre todo, poco convincente en su trazado. Esa sensación de déja vù que el realizador sí que lograba dejar de lado en la espléndida HARPER –quizá por encontrarse ante una base dramática de mayor calado-, en este caso deviene un tanto esquemática, como si su artífice no supiera elevarse sobre los confines del estereotipo que describe una película que por momentos se acerca a lujosos y contemporáneos melodramas erigidos en el cine USA desde finales del decenio precedente, y que por fortuna no tiene en casi ningún momento –los instantes en los que Steve recupera sus flashes de memoria serían una excepción más o menos justificada- la tentación de inclinarse hacia los efectismos visuales que ya habían tenido marco de inclusión en el cine, y que el propio Smight pondría de práctica en la grata y ya citada KALEIDOSCOPE. En su oposición, aporta en esta película una adscripción al clasicismo, que queda descrito además en la presencia de ese patriarca que se encuentra casi en estado vegetativo –encarnado por un veteranísimo Herbert Marshall-. En definitiva, y dentro de su discreción, la película recorre unos lugares comunes, dentro de un argumento insustancial, en el que importa más la forma que el fondo, y que al menos brinda la inesperada capacidad de redención de un ser detestado en todo su entorno, al que su propio atractivo físico y la prepotencia de la que ha hecho gala en su antigua personalidad, le han llevado a una situación límite en ese accidente con el que comenzará el film, en el que resultará herida de gravedad y finalmente muerta su amante Holly Mitchell. A partir de ese punto de inflexión, el renovado Steve tendrá que revocar todo aquello que hizo de él un ser despreciable –un retrato robot que Peppard encarnó con considerable prestancia en otros títulos de su filmografía-, reciclándose de manera implícita en ese hombre responsable que ni su contexto ni su propia personalidad le habían permitido afianzar.

Sin lograr profundizar en dicho enunciado, lo cierto es que THE THIRD DAY se contempla con tanta simpatía como carencia de verdadera hondura. Al menos, y eso hemos de reconocerlo, no se trata de un título que insulte la inteligencia del espectador. En realidad lo que proponen es la reutilización de unas fórmulas mil veces vistas con anterioridad, cocinadas con un look renovado, más no utilizado con la profundidad que este propone.

Calificación: 2