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CINEMA DE PERRA GORDA

Joe Carnahan

THE A-TEAM (2010, Joe Carnahan) El equipo A

THE A-TEAM (2010, Joe Carnahan) El equipo A

No puede decirse que sintiera el menor aprecio por aquella feísta serie eighties que atormentó las tardes televisivas de mi juventud, y aún se repone en ciertos canales televisivos. En cambio, el visionado no demasiado lejano de SMOKIN’ ACES (Ases calientes, 2006) me hacía albergar ciertas esperanzas en torno a esta posterior THE A-TEAM (El equipo A, 2010), en la medida que podía conectar con esa estética transgresora que –con menor o mayor grado de acierto-, logró configurar aquella extraña comedia negra, en la que personajes por completo contrapuestos, dejaban a la luz una mirada disolvente en torno al hecho mismo de la violencia. Los primeros instantes de esta adaptación de la serie televisiva nos predisponen a intuir el seguimiento de dicho sendero, retomando a los conocidos personajes de la serie en una situación de peligro que será superada “in extremis” con el mismo distanciamiento y sentido del humor, con el que los personajes de la serie asumieron episodio tras episodio.

En cualquier caso todo será una falsa alarma, puesto que THE A-TEAM película, se articula como una serie más de las aventuras protagonizadas por Liam Neeson, Bradley Cooper, Rampage Jackson y Sharlto Copley, encarnando respectivamente a Hannibal Smith,”Faceman” Peck, B. A. Baracus y a H. M. Murdock, todos ellos militares y formantes de este estrambótico comando, caracterizado por sus desplantes con las autoridades competentes, y también por su valentía y eficacia en las operaciones. Sin embargo, pesará más en su contra esa subversiva manera de desarrollar sus acciones, siendo enviados por orden del agente Lynch de la C.I.A. (Patrick Wilson), a recuperar unas planchas que fueron robadas en una revolución de Oriente Medio, con mlas que fabricaron miles de millones de dólares. El encargo será resuelto con acierto, aunque en él se produzcan nuevas complicaciones, que harán que a los componentes de este comando les retiren la insignias y condecoraciones que hasta entonces poseían, llevándolos incluso a la cárcel, Poco después se les encomendará una nueva misión, intuyendo sus componentes que están siendo sometido a un juego de incalculables consecuencias, por el que ellos responderán en ese mismo terreno pero, eso si, superior ingenio.

Pero en realizad ¿A qué responde la existencia de un producto tan inocuo como el que nos muestra THE A-TEAM?  Sin duda con vistas a alcanzar un enorme taquillaje en su periodo de estreno en USA. Un Aspecto este en el que la palabra más adecuada sería la de fracaso. Pero el mismo término cabría señalar las intenciones de lograr extraer unas enormes ganancias con la recreación de la famosa serie. Sería algo que la exhibición en las pantallas norteamericanas no llegó a ratificar, y en lo que estimo el desastroso resultado cinematográfico ofrecido, sería un elemento detonante de cara a no superar tan altas expectativas de recaudación. Y es que, a fin de cuentas, nos encontramos con una de las más evidentes “pompas de jabón” surgidas dentro del contexto del cine mainstream de Hollywood en los últimos tiempos. Analizando con un mínimo de detenimiento su recorrido argumental, este es nulo, y en todo caso los mínimos elementos que se insertan en la acción, se introducen como apuestas para que los componentes del comando demuestren por un lado su supuesto “ingenio y sentido del humor” o, lo que es peor, para integrar el estropicio dentro de las constantes visuales marcadas por el cine de acción de nuestros días –sucesión de planos innecesarios, la presencia arquetípica de vistas aéreas que sirven para enlazar los distintos episodios…-. De verdad, cuesta mucho encontrar en la película aspectos que permitan salvar, siquiera sea de manera mínima, una película tan mala, tan aburrida, tan arrogante por otro lado –y en ese aspecto confieso que mis iras van desde el primer momento hacia ese Bradley Cooper estúpidamente pagado de sí mismo-, que solo algunos gags situados, sobre todo en su parte inicial, impiden que el conjunto, con ser lamentable, merezca ser digno del desprecio más absoluto. Es más, ese gag final, en el que Cooper se encuentra en un recinto con su ajado alter ego televisivo, no es más que la pruena evidente del nulo interés real que puede proporcionar esta película planteada en la mesa de los ejecutivos para sacar una buena tajada en las taquillas veraniegas, pero que como exponente fílmico no merece más que un piadoso olvido, extensible incluso para aquellos que pensamos que su director, Joe Carnahan, puede seguir ofreciendo títulos revestidos de un cierto grado de interés, en el que THE A-TEAM supone una lamentable excepción.

Calificación: 0

SMOKIN’ ACES (2006, Joe Carnahan) Ases calientes

SMOKIN’ ACES (2006, Joe Carnahan) Ases calientes

Es bastante fácil insertar SMOKIN’ ACES (Ases calientes, 2006. Joe Carnahan) dentro de las películas que con el paso de los últimos quince años, han asumido en su concepción y puesta en escena una clara influencia del cine de Quentin Tarantino. Puede que para no pocos aficionados esta suponga una referencia de especial interés, más no para mí, en la medida que no encuentro en la figura del auto promocionado Tarantino, más una de las influencias más negativas que el cine ha asumido en los últimos exponentes del siglo XX y primeros del siglo en el que nos encontramos. Pero al mismo tiempo, el film de Carnahan es una muestra más del tipo de cine más o menos brillante, más o menos discutible, más o menos tramposo, planteado ante todo con la voluntad de “epatar” y erigirse como pretendido referente de modernidad cinematográfica. Es el ejemplo que, en los últimos años, proporcionaron títulos como THE USUAL SUSPECTS (Sospechosos habituales, 1995. Brian Singer) o SE7EN (Seven, 1995. David Fincher, 1995). Como se puede señalar, nos encontramos ante referentes que pueden gustar o ser cuestionados de la misma manera, pero que en la mayor parte de sus ejemplos han logrado encandilar a crítica y público, sirviendo como autentica avanzadilla en la trayectoria posterior de sus artífices –curiosamente también ejerciendo como guionistas de dichos títulos-. En este contexto, no podemos vaticinar si dicho enunciado se puede aplicar en la andadura futura de Carnahan, pero sí que es cierto que sus resultados y elementos de configuración permiten insertarse dentro de las características que definen este tipo de manifestaciones fílmicas. Todas ellas suelen estar inscritas dentro del marco del “thriller”, en ellas suelen participar conocidos intérpretes, sus guiones presentan elementos de índole metafísica y, por supuesto, estos se ofrecen como sofisticadas y en apariencia brillantísimas manifestaciones dramáticas.

 

En este sentido, SMOKIN’ ACES queda delimitada, punto por punto, en dicho conjunto de características, erigiéndose a primera instancia como una propuesta festiva, muy cercana al espíritu del mencionado Tarantino. A su desarrollo contribuye una auténtica marejada de personajes, distribuidos por lo general en pequeños grupos, y procedentes todos ellos de diferentes contextos de criminalidad, que se van a emplear a fondo en el asesinato de la estrella del espectáculo Buddy Israel (Jeremy Piven). Este se ha brindado como testigo en contra de un capo de la mafia, quien ha marcado una escandalosa recompensa para el que lo logre eliminar. A partir de dicha premisa, y también a través del seguimiento que ofrecen de dicha intuición los agentes Carruthers (Ray Liotta) y Messner (un sorprendentemente eficaz Ryan Reynolds), el desarrollo posterior de la función se esgrime en una sucesión de brillantes y aparatosos episodios, en donde se conjuga una auténtica apoteosis de la violencia –a veces extremadamente exagerada, véase si no, todo lo concerniente al trío de punks que manejan incluso sierras mecánicas, y parecen emergidos de cualquiera de las entregas de MAD MAX-, junto a un alcance tragicómico, nihilista e incluso metafísico en no pocas ocasiones. A mi modo de ver, el film de Carnahan alcanza sus mayores tintes de nobleza, cuando procura insertarse en cualquiera de dichos repliegues, dejando de lado esa exacerbación de la violencia –en algunos momentos, todo sea dicho, alcanzando tintes paroxísticos de difícil digestión-. Será en secuencias tan atractivas e incluso originales como la que muestra la extraña y macabra conversación mantenida por el alocado Darwin Tremor (realmente magnífico Chris Pine, muy alejado de la meliflua imagen cinematográfica que hasta entonces lo había caracterizado) ante el cadáver de Jack Dupree (Ben Affleck), en la tensa situación planteada entre Carruthers y el viejo capo camuflado de oficial de hotel, en los instantes reflexivos en los que Israel va hundiéndose progresivamente en su cada vez más lúgubre aislamiento material e incluso existencial –especial mención al momento en que su representante le anuncia la ruptura del acuerdo con la justicia para que declarara como testigo-, o en ese instante casi digno del absurdo más demoledor, en el que uno de los atacados –Hollis Elmor (Martín Henderson)- por el trío de asesinos de rasgos punk, se reencuentra con el único superviviente de estos, el joven Darwin, quien parece convencerle que no se vengue inútilmente de él, hasta que al final la lógica de su asesinato impere. Serán momentos igualmente atractivos como la sorprendente concienciación final de Messner, quien poco a poco intuirá que algo poco claro se esconde bajo la actuación del FBI, que ha puesto como auténticos cebos a numerosos agentes, entre ellos a su compañero.

 

De todos modos, esta circunstancia final antoja bastante gratuita en su desarrollo. Y es que, preciso es reconocerlo, la lógica argumental de SMOKIN’ ACES no es precisamente una de sus mayores virtudes. La resolución de su aparentemente enrevesada premisa argumental, no es a mi modo de ver más que la evidencia más clara de la fragilidad de la estructura dramática de un film que pretende brillar, sorprender y epatar en base a la capacidad pretendidamente transgresora de su distintos episodios, en la brillantez del montaje, y a esa creciente y sórdida sensación festiva con la que se inicia su planteamiento –en algunos momentos, parece que nos encontremos con una secuela más de la serie OCEAN’S... firmada por Soderbergh-, hasta insertarse por recovecos dominados por su faz oscura. En definitiva, una película que entremezcla su degustación como si de una sucesión de fuegos artificiales se expresara. Dicho sea de paso, estos son de primera calidad, y en pocas ocasiones se muestran fallidos en su disparo. Cierto es que más allá de esa impresión, se aprecian buenas maneras al mismo tiempo que las ya señaladas y evidentes influencias y, por ello, conviene mantener un determinado voto de confianza ante la obra futura de Carnahan.

 

Calificación: 2