DOUBT (2008, John Patrick Stanley) La duda
Sin dejar de reconocer las cualidades que puede atesorar un título como DOUBT (La duda, 2008. John Patrick Stanley), hay algo que resulta inexcusable y se aprecia desde sus primeros minutos; su condición de propuesta de qualité, en este caso por parte de la productora Miramax Films. Es decir, nos encontramos con un producto formalmente muy cuidado, con un reparto de gancho, unos técnicos intachables, y un argumento de base en apariencia provocador. En otros tiempos, esta circunstancia servía para que un sector de la crítica –movido en modos de análisis más o menos conservadores- se deshicieran en elogios, mientras que una vertiente más preocupada por destacar la vida propia de estas películas, por lo general rechazara las mismas. Era sin duda una etiqueta muy maniquea en una u otra vertiente, puesto que dentro de dichas coordenadas se han presentado a la par títulos aburridos y sin interés, junto a otros valiosos en su conjunto. Más allá de esos reduccionismos a la hora de valorar cualquier obra artística, no cabe duda que esta adaptación cinematográfica de la obra teatral del propio Stanley se adentra por derecho propio dentro de dichos caracteres de producción –como lo hacía otro título coetáneo, el excelente THE READER (Stephen Daldry, 2008)-, siendo destinado y envuelto como producto para competir en la edición de los Oscars –en donde logró cinco nominaciones, de las cuales resultó sorprendente el hecho de que a Philip Seymour Hoffman lo encuadraran dentro del quinteto de actores secundarios-.
La acción de DOUBT se desarrolla en el Bronx newyorkino durante el año 1964. En un colegio religioso en el que las formas, rituales, y su propio aspecto parece haberse detenido el tiempo, se escenificará el enfrentamiento entre la rígida hermana Aloysious Behauvier (Meryl Streep) –directora del centro- y el reverendo Flynt (Philip Soymour Hoffman), de personalidad más abierta y partícipe de una modernización de la tarea eclesiástica y educativa. A través de dicho enfrentamiento, la mandataria hará efectiva la intuición que mantiene de ver en el aún joven sacerdote al autor de un abuso contra uno de los alumnos, de raza negra. Para ello, se servirá de los testimonios ofrecidos por la joven hermana James (Amy Adams), intentando realizar con ella un frente común del que la muchacha se desembarazará en última instancia. Ello no evitará que la veterana directora logre presionar a Flynt en una especie de interrogatorio, en el que no dudará en plantear mentiras que resultarán cruciales para la decisión última del clérigo.
Una de las virtudes de DOUBT reside bajo mi punto de vista en haber sabido modificar de forma adecuada la estructura teatral de la obra del propio Stanley –quien hasta la fecha solo había realizado otra película; JOE VERSUS THE VOLCANO (Joe contra el volcán, 1990)-, aportando a la pantalla un lenguaje nuevo, que no desdeña esas largas secuencias vividas en los interiores del añejo colegio, aprovechando la fisicidad de esos interiores en los que casi se puede escuchar el crujir de la madera. Es una virtud suplementaria al principal nudo argumental que plantea, y que de alguna manera se suma a las corrientes encaminadas a revelar a la opinión pública los escándalos de pederastía vividos de manera especial en el pasado reciente de la vida norteamericana. Pero por fortuna, la película no se plantea como un alegato –que con facilidad hubiera fructificado en un relato dominado por la demagogia y el efectismo-. Por el contrario, prefiere detenerse en la descripción de un microcosmos en el que se debate lo rancio del pasado con el aire nuevo del mañana. Una lucha representada en los dos antagónicos personajes sobre los que se estructura el drama, y que tiene la suficiente habilidad de dejar siempre un lugar importante para esa duda, que se mantendrá en todo momento. Esa opción por dejar en el off narrativo y argumental, la verdadera naturaleza del comportamiento de Flynt y también de la hermana Aloysious, se erige poco a poco en la piedra angular de la ficción, haciendo descansar buena parte del peso del relato, en las sensacionales labores interpretativos de un trio protagonista por completo en estado de gracia. En la capacidad de matización y la sutileza de su trabajo, en la admirable fotografía en color de Roger Deakins –que incide con especial acierto en mostrar el marco temporal de la época con unos tintes sombríos-, en un diseño de producción ajustado por completo a las intenciones emanadas por la propuesta argumental, se encuentran las mejores virtudes de una película que sabe ir al grano, en la que su director, guionista y responsable de la obra original, apostará por una puesta en escena sobria y transparente, enfocada de manera especial en la fuerza e intensidad de las interpretaciones de los actores. Nada hay de reprobable en ello, máxime cuando además la película se extiende a una duración bastante ajustada, brindándonos una calculada y al mismo tiempo sincera ambigüedad en la verdadera personalidad expresada en sus dos protagonistas. Por un lado esa veterana hermana chapada a la antigua y dominada por completo de prejuicios… pero también por la intuición que le brinda la experiencia, y erigiéndose en una especie de trasunto femenino del célebre Quinlan de la extraordinaria TOUCH OF EVIL (Sed de mal, 1957) de Orson Welles. Esa capacidad de vislumbrar el lado oculto de Flynn, se complementa con la seguridad que en todo momento ella le aplique, aunque finalmente caiga bajo la astuta trampa que esta le ofrezca, y que le servirá para que este muerda el anzuelo e implícitamente reconozca su comportamiento oculto e inconfesable. En este aspecto concreto, la película no duda en mostrarse abierta a la hora de denunciar la raíz de esos comportamientos que siguen poniendo en cuestión la cerrazón de la Iglesia Católica, pero pienso que la propuesta dramática, sin orillar esta circunstancia, prefiere exponerse como un drama compacto y bien estructurado, que el propio Stanley sabe convertir en un producto cinematográfico atractivo.
Ello no nos impide echar en falta quizá una mayor densidad narrativa, la ausencia de un superior dominio del lenguaje cinematográfico, que por el contrario si se puede reprochar en la gratuidad con la que en ocasiones se ofrecen planos inclinados, rompiendo de forma innecesaria la serenidad de su puesta en escena. Unamos a ello la ridícula presencia de esos planos metafóricos que muestran el vuelo de un número –ilustrando uno de los sermones de Flynt-, para reconocer las limitaciones de una propuesta acompañada de buenas maneras y un equipo difícilmente superable, pero de la que uno echa de menos haber logrado un compromiso de mayor calado.
Calificación: 2’5