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CINEMA DE PERRA GORDA

Lee Tamahori

ALONG CAME A SPIDER (2001, Lee Tamahori) La hora de la araña

ALONG CAME A SPIDER (2001, Lee Tamahori) La hora de la araña

Ni que decir tiene que el enorme éxito logrado en 1991 con la estupenda THE SILENCE OF THE LAMBS (El silencio de los corderos. Jonathan Demme) abrió las puertas a un nuevo modelo de thriller, dominado por una creciente morbidez, y explorando nuevos senderos en el lado oscuro del ser humano. Seamos sinceros, ninguno de sus exponentes podría ni superar o igualar, precedentes tan reconocidos e influyentes como el PSYCHO (Psicosis, 1960. Alfred Hitchcock), tan olvidados aún como el extraordinario NIGHT MUST FALL (1964, Karel Reisz), tan mítico como REPULSION (Repulsión, 1965. Roman Polanski), o tan de culto como MURDER BY CONTRACT (1959, Irving Lerner). En cualquier caso, resulta evidente que se mutó una cobertura exterior de la manera de expresar la consecuencia del mal, en el contexto de una sociedad urbana embrutecida, llegando a escenificar dichos crímenes con una morbosa sofisticación, cercana al cine de terror y al mismo tiempo dotándola de sofisticadas coartadas metafísicas. Consecuencia de dicha corriente aparece pocos años después un título tan mitificado -aunque personalmente no comparta el fervor suscitado- como SE7EN (Seven, 1995. David Fincher) abriendo un sendero que permitiría que uno de sus intérpretes, el extraordinario Morgan Freeman decidiera prolongar dicha herencia, al encarnar al Dr. Alex Cross en la muy exitosa KISS THE GIRLS (El coleccionista de amantes, 1997. Gary Fleder). No he llegado a contemplar este último título, cuyo gran éxito comercial propició una continuidad en dicho personaje, en la que el propio Freeman se incorporó asimismo como productor. ALONG CAME A SPIDER (La hora de la araña. 2001) firmada por ese competente artesano que en sus mejores momentos ha sido Lee Tamahori.

La película centra su base argumental en el inesperado y bien planteado secuestro de la pequeña Megan Rose (Mika Boorem), alumna de un exclusivo instituto fuertemente custodiado por agentes de seguridad. Lo sorprendente de ello será que el secuestrador será Gari Soneji (Michael Wincott) uno de los profesores más reconocidos de la institución. Este en realidad ha estado preparando durante años el mismo, camuflando su auténtica identidad y llevando a la secuestrada -una muchacha bastante avispada en su comportamiento- a un pequeño velero en donde la confinará en un cuarto insonorizado. Megan es hija de un senador norteamericano, y las investigaciones no lograrán encontrar indicio alguno, al tiempo que se enfrentarán entre sí al delegar las culpas en torno a la que debía ser su principal vigilante -Jezzie Flannigan (Monica Potter)-. Es por ello que se recurrirá a la figura del veterano Cross, quien aún atesora bajo sus espaldas el trauma vivido meses atrás en una operación que acabó con la muerte de su compañera. La presencia de este suscitará suspicacias con el agente Ollie McArthur (Dulan Baker), aunque serán los propios padres de la secuestrada los que apelen a que Cross se incorpore en la investigación, en la que se encontrará como compañero de Jezzie.

El radio de acción de ALONG CAME A SPIDER se centra en los esfuerzos de las diferentes ramas de investigación, a la hora de hacer mella en un caso prácticamente perfecto. También en los intentos de la secuestrada de evadirse de su secuestro -lo cual permitirá una de las set pièces más inquietantes del conjunto-. De manera paulatina se irán viviendo situaciones de inesperada complejidad -como el intento de secuestro de otro de los internos, amigo de Megan e hijo del presidente de Rusia- pero, ante todo, la acción irá viviendo inesperados giros, que se irán desembarazando a partir de la mirada aguda y distanciada del veterano investigador.

Seamos claros. La fórmula que sobrelleva el film de Tamahori resulta bastante sencilla. Favorecida por una ajustada duración, que no apela a alargar un argumento en realidad carente de la más mínima complejidad y sí, por el contrario, dominado por fuegos de artificio, se inicia con una magnífica secuencia que combina a la perfección el suspense, la acción y un magnífico montaje, lo cierto es que nos encontramos ante un sencillo relato convenientemente reformulado en el contexto mainstream. Una película revestida de aparente complejidad, y muy pronto diluida en una pautada sucesión de secuencias espectaculares y presuntamente ‘sorpresivas’, con otras en la que en apariencia se inclinan por su aura reflexiva y un mayor estudio de caracteres. Lo cierto y verdad es que su conjunto no profundiza en ninguna de las dos vertientes, consumiéndose con la misma facilidad con la que pronto es olvidado. Antes he señalado dos notables secuencias de acción -otras serían el intento de secuestro del hijo del mandatario ruso, o incluso aquella que describe el pago del rescate que custodia Cross en una interminable carrera-. Sin embargo, si algo caracteriza ALONG CAME A SPIDER es la deficiente sucesión de esas secuencias intimistas, absolutamente necesarias a la hora de dotar de entidad al conjunto. No voy a negar que la presencia y la humanidad innata en el talento de Freeman aparece con facilidad como lo más valioso de la película. Sin embargo, se echa de menos una mayor profundidad en el trazado de los personajes -es sintomática como el personaje de la esposa de Cross apenas aparece en una breve secuencia, o lo desdibujado de los roles del senador y su esposa, por no citar la incapacidad en atisbar la menor justificación del comportamiento del secuestrador, o la carencia de inquietud que provoca la secuencia en la que se visita su casa-.

Así pues, nos encontramos ante una película ligera en toda la acepción de la palabra, en el que uno echa de menos las capacidades que albergó el neozelandés Tamahori en títulos suyos precedentes -MULHOLLAND FALLS (La brigada del sombrero, 1996), THE EDGE (El desafío, 1997, o incluso la posterior NEXT (Next, 2007)-, en los que su destreza para la acción iría acompañada de un cierto cuidado en el perfilado de sus protagonistas. Es algo que se echa de menos en esta ocasión, dentro de una película que a partir de un momento dado deja de interesar, por más que aparezcan enrevesados giros argumentales que, en este caso, justo es reconocer provocan un efecto contrario al deseado, y proponiendo unos minutos finales que, de manera paradójica, devienen los menos interesantes de su conjunto.

Calificación: 1’5

NEXT (2007, Lee Tamahori) Next

NEXT (2007, Lee Tamahori) Next

Hay dos manera de entender y asumir NEXT (2007, Lee Tamahori), que confluyen en su vertiente argumental, no siempre de forma afortunada. Una de ellas es asistir a las capacidades y –al mismo tiempo-, la tragedia que asume el aún joven Cris Johnson (Nicholas Cage). Este posee poderes que le permiten atisbar lo que puede suceder a su alrededor en un radio de dos minutos posteriores, y de algún modo explota sus posibilidades, protagonizando un número de magia en un casino de Las Vegas, bajo el nombre artístico de Frank Cadillac. La otra lectura la supone la incardinación de este punto de partida con un simple relato de acción, en el que un grupo de agentes del FBI comandados por la sagaz Callie Ferris (Julianne Moore), se encuentran ante la peligrosa misión de detectar un grupo terrorista procedente de un innombrado país del Este, que ha dispuesto el estallido de una bomba nuclear en el contexto de la ciudad de Los Angeles. En medio de ambos ejes, Tamahori quizá no logre extraer las enormes posibilidades que emanaban de la primera de dichas vertientes –la tragedia existencial vivida por un hombre que ha de llevar como auténtica carga esos poderes indeseados-, ligando de alguna manera esta circunstancia con el lejano y magnífico melodrama sórdido que fue NIGHTMARE ALLEY (El callejón de las almas perdidas, 1947. Edmund Goulding) o, sin ir más lejos, en el atormentado medium que encarna Matt Damos en la magnífica HEREAFTER (Más allá de la vida, 2010. Clint Eastwood). Los primeros minutos del relato inciden –con gran acierto- en dicho contexto, acompañando sus acciones habituales la propia voz en off del protagonista, al que se describe dentro de un ámbito marcado por cierta pesadumbre existencial. A estas facultades paranormales, se unirá la extraña circunstancia de que el limitado periodo de dos minutos que posee de manera general, se prolongue en bastante más tiempo ante una joven de la que se ha quedado enamorada, aunque aún no la conozca en realidad. Se trata de Liz Cooper (Jessica Biel), una maestra que desarrolla sus clases en una pequeña reserva india situada junto a un gran cañón. Poco a poco –y para ello la previsión de futuro del protagonista irá modificando la manera con la que logrará llamar la atención de la muchacha, en una sucesión de situaciones descritas con un agudo sentido del humor-, Cris logrará acercarse a la que considera la mujer de sus sueños, logrando que esta le lleve a un destino que para él es ficticio –sabe a donde ella se dirige-, y abriendo con ello ese contacto con la joven que su intuición –y también las muestras que vive- le permiten vislumbrar en ella una mayor prospección de el futuro. Al mismo tiempo, con ese contacto se incentivará la persecución de los agentes del FBI, necesitados de las facultades de predicción de nuestro protagonista, imprescindibles para detectar esa amenaza letal que se cierne sobre Los Angeles. Conscientes del inconveniente que puede suponer la mediación de Johnson, el grupo terrorista intentará liquidarlo, al tiempo que propiciará el secuestro de Liz, para con ello lograr que este no se interfiera en sus planes. Sin embargo, será dicha circunstancia la que en último término llevará al desencantado dotado con facultades de premonición, a implicarse con la agente Ferris.

Si recurriéramos a la terminología que marcó el maestro Hitchcock en torno a cualquier propuesta de suspense, lo cierto es que el mcguffin de NEXT deviene poco convincente ¿Qué desea ese grupo terrorista a la hora de hacer estallar una bomba nuclear en Los Angeles? En ningún momento se plantea explicación alguna en una propuesta que quizá no lo precise, en la medida que se articula como un producto de acción, que divide de forma muy clara esa vertiente de angustia y cansancio existencial marcdo desde pequeño por Cris, alternando dicha circunstancia con la mayoritaria incorporación de su metraje, dentro de los cánones imperantes del cine de acción. Aunque en líneas generales es un realizador poco valorado, personalmente considero al neozelandés Lee Tamahori un competente artesano inserto dentro del cine mainstream –recuerdo con agrado su atractiva THE EDGE (El desafío, 1997)-. Esas capacidades se pondrán de manifiesto en un relato atractivo, trepidante en algunas de sus secuencias de acción –la espectacular que se produce con la caída de vehículos, objetos y troncos por la ladera, o la propia e impresionante configuración de su penúltima escena-, y al mismo tiempo más o menos aceptable a la hora de tratar ese personaje que sobrelleva como una tragedia un elemento que cualquier ser humano consideraría un enorme privilegio –atención a la discreción con la que sobrelleva su modo de vida, logrando pequeños triunfos en los casinos sin llamar con ellos la atención de sus propietarios-. Pese a dichos atractivos aciertos parciales, y como señalaba al inicio de estas líneas, NEXT pierde la ocasión de erigirse como una cruel parábola de la imposibilidad del ser humano de sobresalir de las coordenadas que proporciona su propia existencia. Es más, Tamahori no duda en separar de forma muy clara los episodios más o menos intimistas, de aquellos otros enmarcados en la vertiente de la acción pura y dura, faceta en la que la variación que proporciona la banda sonora de Mark Isham deviene a mi juicio uno de sus elementos más molestos.

En el haber del film se puede destacar el hecho de estar enmarcado dentro de un metraje ajustado, la claridad –e incluso en ocasiones el ingenio; ver la secuencia en la que Cris se desdobla a través de múltiples localizaciones en el episodio ubicado dentro de una gigantesca nave, al objeto de localizar a los terroristas y sus cargas explosivas- con la que se visualizan sus poderes precognitivos, e igualmente la adecuación que brinda Nicholas Cage –que nunca ha sido santo de mi devoción-, a la hora de incorporar su rol protagonista, mostrando una solvencia y vulnerabilidad en su trazado, evitando con ello cualquier muestra de divismo ante la pantalla –Cage es coproductor del film-. No cabe duda que dentro de las adaptaciones que ha conocido el novelista Philip K. Dick –en este caso recreando The Golden Man-, no será esta una de sus muestras más recordadas. Sin embargo, y aún reconociendo la ausencia de integración de las dos vertientes que propone su metraje –en detrimento de la que podía ser el más interesante-, la rotundidad y sorprendente ambigüedad de su conclusión, así como la eficacia que demuestra como propuesta de acción, logran conferir a su conjunto un resultado nunca admirable pero en todo momento apreciable, indigno de sufrir el descalabro comercial que sufrió en el momento de su estreno.

Calificación: 2’5