Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

Luis Buñuel

EL BRUTO (1952, Luis Buñuel) El bruto

EL BRUTO (1952, Luis Buñuel) El bruto

Sin considerarme un exegeta de la figura y la labor cinematográfica de Luís Buñuel, creo que no se puede negar que nos encontramos ante un director con personalidad, al que una innecesaria mitificación quizá haya desvirtuado en el verdadero alcance de su obra, y también –por que no decirlo-, las limitaciones y dificultades que se integraron en la misma. Quede pues claro que no veo en él ese “genio indiscutible” que muchos proclaman, lo que no me impide apreciar e incluso disfrutar de buena parte de sus títulos. Es probable además que el mayor rasgo de sencillez en sus obras se encuentre entre aquellas que rodó en su exilio mexicano desde finales de los años cuarenta. Un conjunto bastante amplio de títulos que desde el primer momento posibilitaron su continuidad laboral, por más que con ellos tuviera que convivir con los géneros populares, que suponían el único modo de expresión cinematográfica con que contaba el país azteca. Esta circunstancia no le impidió trabajar con prestigiosos profesionales como Luís Alcoriza –posteriormente también realizador- o el operador Gabriel Figueroa, pero en líneas generales le obligó a tener que contar con unas paupérrimas condiciones de producción, planteamientos ligados al peor cine folletinesco y sainetesco, y una  gama de intérpretes realmente lamentable.

No descubro nada nuevo al afirmar que Buñuel logró subvertir esos esquemas de base –cierto es que en unos casos con más acierto que en otros-, logrando concretar películas que eran aceptadas perfectamente por el público de la época, al tiempo que en sus imágenes se iban consolidando sus inquietudes expresivas y temáticas, que irían sedimentándose en el periodo más reconocido de su obra –lo que no quiere decir necesariamente que fuera el mejor-.

Todo este preámbulo viene a colación al comentar EL BRUTO (1952), octava de las películas que dirigió en México, que podemos considerar como uno de los títulos más interesantes de este periodo. Lo es por que en sus imágenes podemos encontrar, pese a las sempiternas limitaciones de sus elementos de producción, buena parte de la eficacia narrativa que sería su principal rasgo como realizador, a través de la cual aplicará la mayor parte de sus inquietudes personales y su corrosiva visión del ser humano, los mecanismos de poder o las diferencias de clase que definieron su cine.

La película se inicia con el anuncio de don Andrés (Andrés Soler), del deshaucio de un viejo grupo de viviendas de su propiedad. El dueño anda acompañado de unos funcionarios, formándose en el cumplimiento del edicto un considerable alboroto con sus vecinos, entre los cuales cuatro de ellos destacan por su carácter reivindicativo. Es por ello que su propietario atiende la sugerencia de su joven esposa –Paloma (Katy Jurado), y recluta los servicios de un trabajador apodado “el bruto” (Pedro Armendáriz). Se trata de un individuo caracterizado por su simpleza y nula dotación intelectual, que muy pronto aceptará el encargo de su patrón, para amedrentar a estos vecinos reticentes, y logre disuadirles de cumplir el mandato judicial. El bruto actuará con uno de ellos, al que golpea sin saber que se encontraba delicado de salud, sobreviniéndole la muerte. Pero al mismo tiempo, el protagonista duerme en la vivienda de don Andrés, y muy pronto su esposa se sentirá atraída por la virilidad del protagonista.

Como el encargo que le había formulado ya se había llevado a efecto, el patrón ordena que se aleje de la vivienda, enviándole como guarda de una obra. En esta tesitura será rodeado por un grupo de vecinos, dispuestos a hacerle pagar por los estragos cometidos. El bruto logra huir y es ayudado por la hija del hombre a quien mató. Muy pronto se produce una relación de simpatía entre ambos personajes –la muchacha desconoce la responsabilidad de este en la muerte de su padre-. Pero esta circunstancia no será más que el escenario perfecto para que los celos de Paloma estallen con fuerza, provocando con ello que la joven se entere de lo que el bruto provocó a su padre. Los minutos finales de la película describirán tintes de tragedia; el protagonista matará a don Andrés, y en su huída Paloma alertará a la policia para que eliminen al asesino, escondiendo en el fondo un afán de venganza al verse traicionada como amante.

EL BRUTO logra –en primer lugar- combinar los condicionamientos que presentaban las películas dentro del cine popular mexicano, e introducir en ellas las inquietudes de Buñuel. Entre las más conocidas, la recurrencia a la falsa caridad –la reacción de la familia del protagonista pidiéndole dinero cada uno para sus aparentes necesidades, y peleándose entre ellos mismos-, referencias al falso carácter de la redención, con un claro matiz cristiano –el bruto intenta redimirse de su pasado, casándose y cuidando de la hija del hombre al que mató accidentalmente, y llegando a sacrificarse en beneficio de la comunidad contra la que había actuado-. Pero en esta tan divertida –impagable personaje del padre de don Andrés- como en ocasiones reflexiva película, abundan las alusiones de carácter sexual, elementos que el director aragonés introduce con simbolismos como esos filetes de carne que se asan mientras el protagonista devanea con la que poco después será su esposa.

Y dentro de unas patologías bien descritas por la sencilla cámara de Buñuel, destaca por un lado su habilidad para sortear unos actores tan poco brillantes –esa ceja eternamente enarcada de Pedro Armendáriz- mientras que por otro lado resalta la destreza con la que despliega su talento específicamente cinematográfico. Ello se manifestará en una realización muy transparente, caracterizada por la apuesta por planos largos, punteados por una especial querencia para los reencuadres, sin renunciar por ello a fundidos y un sorprendente uso del montaje. Entre estas cualidades, cabe citar secuencias especialmente brillantes, como la que describe la persecución sufrida por el protagonista, por parte de esos vecinos a punto de ser desahuciados, que desean linchar al perseguido. El fragmento demuestra muestra una especial utilización del espacio escénico, con unos ecos notaros del cine negro norteamericano, especialmente centrados en la presencia de sombras.

Calificación: 3