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CINEMA DE PERRA GORDA

Marc Allégret

LAC AUX DAMES (1934, Marc Allégret)

LAC AUX DAMES (1934, Marc Allégret)

Además de por sus intrínsecas cualidades, poder acceder a LAC AUX DAMES (1934), me brinda un primer encuentro con la filmografía del francés Marc Allégret, hermano del más conocido Yves, y artífice de una filmografía que supera los cuarenta largometrajes. Una andadura como director iniciada a principios de la década de los años treinta, y prolongada hasta finales de los cincuenta, coincidiendo con la eclosión de la nouvelle vague, que supongo se llevó por delante su grado de significación, quizá de manera más dramática que el otros cineastas franceses de su tiempo que, a pesar de estar desprovistos de cualquier aval en la crítica de su país, lograron prolongar su andadura laboral en títulos de alcance comercial. Sin embargo, conviene dejar en un segundo término tal aseveración, puesto que en el título que centra esas líneas, de antemano vemos su adscripción a lo que comúnmente se ha venido denominando “realismo poético” francés, en una película que sorprende y se degusta en no pocos momentos, con una inusual frescura, centrada ante todo en la soltura narrativa que su realizador imprime a esta adaptación de la novela de Vicki Baum. Con diálogos de Colette –“Gigi”- y contando como guionistas al propio realizador junto a Jean-Georges Auriol.

LAC AUX DAMES narra la andadura vivida por el joven Eric Heller (un Jean-Pierre Aumont en la cima de su belleza), trasladado a una localidad costera de Austria para ejercer como profesor de natación. Heller es un joven noble e idealista, ingeniero titulado y con una inventiva que le ha llevado a idear un celuloide dispuesto para no caducar con el paso del tiempo… cuya idea ha ofrecido ¡A un amigo americano! En realidad, se trata de un muchacho al que rodea la miseria, pero que pronto logrará llamar la atención en la piscina en la que ejerce, debido sobre todo a su atractivo físico. Pese a dichas ventajas, en ningún momento Eric hará gala de altanería ni se aprovechará de la situación para medrar económica o socialmente. Antes al contrario, sin darse cuenta se convertirá en el objeto de deseo de dos mujeres absolutamente contrapuestas. Una de ellas es la joven e idealista Puck (una jovencísima Simona Simon, llena de encanto), hija del bondadoso Baron Dobbersberg (Vladimir Sokoloff), que vive su libre forma de vida en la isla donde está ubicada la residencia de su padre. Por otro lado, nuestro protagonista sentirá su primera relación amorosa realmente sincera con la más madura Danny Lyssenhop (Rosine Deréan), hija del acaudalado Oscar Lyssenhop (Michel Simon), que se encuentra durante largo tiempo residiendo el hotel de la zona. A partir del encuentro entre las dos mujeres, llegará la decepción resignada de Puck, a la que Eric solo considerará una gran amiga, y cuyo padre rechazará que se relacione con él. Este, sin haberse aprovechado en ningún momento de esta dualidad, pasará casi de la noche a la mañana de ser alguien deseado a caer en absoluta desgracia. La separación de Puck y el repudio por parte del padre de Danny antes de que abandone definitivamente el hotel –llamará a Heller idiota cuando conozca su inverosímil entrega del invento a su amigo americano-, coincidirá con la llegada del mal tiempo en el recinto turístico, lo cual llevará al muchacho a la ausencia de trabajo y la convivencia con la miseria, unido al hecho de la peligrosa herida que sufrirá en un brazo debido a un arañazo, que no se curará debidamente.

Con todos estos mimbres argumentales, dos son los rasgos que proporcionan la creciente identificación con esta atractiva al tiempo que modesta película. Uno de ellos, antes lo señalaba, se trata de la frescura narrativa que Allégret aplica en su puesta en escena, en la que se incorporarán numerosos detalles –uso de cortinillas, división de encuadres, etc-, que enriquecerán una configuración visual en la que el espectador casi palpa la fisicidad y sensación de cercanía con un marco geográfico en teoría lejano, que se ofrece en la pantalla con la inmediatez del mar, el erotismo que se aprecia en los cuerpos de sus protagonistas –de destacar es la entrega que la cámara ofrece de Jean-Pierre Aumont, a quien se sublima visualmente en su espectacular físico, pero no conviene olvidar la franqueza que adquieren sus secuencias amorosas con Danny, de la que se llegarán a mostrar sus senos-. Las húmedas imágenes de LAC AUS DAMES, transmiten el calor, la humedad y la cercanía del mar, el trauma que en el último tramo ofrece la presencia de la lluvia –como ruptura de un periodo casi paradisíaco de residencia, provocando una inflexión en su discurrir-. Propuesto como elemento de capital importancia y rodeando su propuesta argumental, el otro gran acierto del film de Allégret se centra en la elaborada y al mismo tiempo espontánea evolución de su metraje, oscilando del tono ligero con el que se inicia, hasta adquirir unos tintes graves e incluso –el instante en que es rescatado el mar con una red el cuerpo del protagonista, cuando intenta buscar a la desaparecida Puck-, cercanos a lo trágico. Todo ello proporcionará a la película una extraña sensación de verdad, que sorprende con su vigencia si atendemos al hecho de encontrarnos ante un título rodado hace casi ocho décadas.

Son constantes los momentos e instantes que hacen de esta película algo perdurable; la secuencia en la que Eric y Puck están a punto de sumergirse en una montaña de avena, a punto igualmente de iniciar una exteriorización de unos sentimientos que en realidad para nuestro profesor de natación no superan la intensa amistad, siendo descubiertos por el padre de esta; la intensidad con la que es mostrado el cuerpo casi desnudo del protagonista, cuando Puck lo rescata en su casi mortal odisea de cruzar el lago a nado, la tristeza que desprende esa repentina decadencia que sumerge al muchacho, condenado casi a pasar hambre, despreciado por todos, y cuya timidez y sentido de la dignidad llevará a sobrellevar esa peligrosa herida en su brazo… Todo ello conforma un conjunto dotado de un extraño aliento poético, en el que los sentimientos son manifestados casi a flor de piel por sus protagonistas –la sinceridad que se manifiesta finalmente entre Puck y Danny, la secuencia final de reencuentro de esta con su amado, internado tras haber sido rescatado al borde de la muerte-, y en donde no se evitan interludios cómicos, como las argucias del pequeño amigo del protagonista –la manera de conseguir tabletas de chocolate de una máquina sin meter monedas-, el gag de la recepción de Eric de la bicicleta que tenía empeñada en vez del frac que intentaba desempeñar para poder asistir al baile con Danny –el frac había sido ya vendido-, o la irrupción de la policía en el hotel en la búsqueda de un personaje de turbia andadura, que provocará la ira del diletante Oscar, quien decidirá de manera repentina abandonar el hotel.

Sencilla en sus pretensiones iniciales, aguda y lograda en su configuración visual, y sincera en la expresión de los sentimientos de sus principales personajes, LAC AUX DAMES permanece como un exponente vigente de los mejores rasgos que definieron aquel movimiento cinematográfico francés, y quizá mantenga más vigencia que otros títulos de aquella corriente más prestigiados.

Calificación: 3