DEATHWATCH (2002, Michael J. Bassett) Deathwatch
Del mismo modo que hay películas que pese a contar con materiales de partida sumamente pobres, logran ser estimadas a partir de un trabajo esforzado de puesta en escena que permita neutralizar esas deficiencias –es lo que, a fin de cuentas, realizaba film tras film el recordado Edgar G. Ulmer-, nos encontramos con otros en los que sucede todo lo contrario. No puede decirse que suceda exactamente eso con DEATHWATCH (2002, Michael J. Bassett), pero es indudable que la premisa argumental de la propuesta es sumamente atractiva. Ahí es nada, lograr plantear bajo los ropajes del cine de terror un argumento centrado en el contexto de la crueldad y el horror de las trincheras en la I Guerra Mundial. El resultado no puede decirse que devenga decepcionante, pero es evidente que prometía bastante más de lo que finalmente ofrece, dejándose en el camino aquello que más demandaba su argumento –y no es una ironía tratándose de un planteamiento de índole sobrenatural-; alma.
Estamos en pleno año 1917, siguiendo la peripecia de un comando de supervivientes del ejército británico que se encuentra en combate. Exhaustos y maltrechos logran llegar hasta un refugio en plena trinchera alemana, que advierten abandonado con la excepción de unos contados soldados alemanes que se encuentran totalmente aterrorizados. Todos ellos desaparecen o son eliminados, con la sola excepción de uno de ellos que es hecho preso y a quien intentan extraer información, cosa que no logran pese a incluso vejarlo y torturarlo, debido tanto al estado de schock que manifiesta como a la dificultad que ofrece no dominar el inglés –tan solo podrá comunicarse con el más joven de los soldados al conocer ambos nociones de francés-. En medio del aparente éxito de lograr conquistar este emplazamiento, muy pronto se ofrecerán señales inquietantes de que algo oscuro emana de dicho entorno. Conforme se encuentran en soledad los británicos, un elemento inescrutable va logrando diezmarlos y eliminarlos, al tiempo que por otro lado los enfrenta entre sí. Todo ello en una espiral que no logra más que alimentarse a sí misma, a partir de los odios y enfrentamientos manifestados en torno a los componentes del agotado destacamento inglés. En medio de ese contexto, poco a poco se irá diezmando no solo la moral, sino incluso la presencia física de todos ellos –incluso aquellos que, como el doctor Fairweather (Matthew Rhys), se caracterizan por una personalidad conciliadora y benevolente-. El influjo se extenderá como una auténtica maldición, aunque del mismo logre mantenerse al margen, sin él pretenderlo, el soldado “Shakespeare” (Jaime Bell). Es el más joven de todos ellos, inicialmente dubitativo e interrogándose por todo lo que le rodea, y al que esta experiencia traumática servirá para mostrar por un lado su nobleza de carácter –quizá esa propia juventud es la que le impide llegar al grado de abyección de sus compañeros-, al tiempo que favorecer una madurez forzosa en su personalidad.
Indudablemente, nos encontramos con una base francamente valiosa, que parece evocarnos una variación fantastique de títulos tan conocidos como PATHS OF GLORY (Senderos de gloria, 1957. Stanley Kubrick). Y cierto es también que la película procura dejar de lado una vertiente gore que fácilmente se podría haber incorporado al conjunto. En cualquier caso, el resultado es tan correcto como discreto. Correcto en la medida que sí se logra una atmósfera de desesperación –en la que tiene bastante que ver la labor de los intérpretes-, y un tanto decepcionante en su vertiente estrictamente centrada en los códigos del cine de terror. Y sucede tal circunstancia en la medida que las secuencias que muestran los progresivos y sobrenaturales asesinatos, se acercan en gran medida a los mostrados en la serie televisiva Tales from the cript, rompiendo esa atmósfera mórbida y terrible que sí se logra sobre todo en las secuencias de transición. En cualquier caso, cabe destacar de su conjunto dos escenas francamente impactantes, y que pese a no haber sabido extraer de ellas todas sus posibilidades cinematográficas, se erigen entre lo mejor de la función. Me estoy refiriendo en primer lugar a la tortura a que someten al asustado soldado alemán crucificándolo sobre unas aspas en el exterior del campo. Más impactante aún que ello es el momento en el que descubren sobre las piernas de un soldado gravemente herido, algo que se mueve. El soldado señala con satisfacción que sus extremidades se están moviendo, aunque la realidad de mostrará terrible cuando se levante la colcha de las cubre: las ratas se han comido literalmente las piernas del herido.
Lamentablemente, los efectos especiales o manifestaciones sobrenaturales del conjunto, a mi personalmente me recordaron algunas producciones de segunda fila dentro del género en las décadas de los 60 y 70, especialmente centradas en el cine italiano, y el plano final, con esa mirada diabólica del alemán torturado a la cámara, solo parece indicar que se da una puerta abierta a la continuidad que hasta hoy, cinco años después, no se ha hecho realidad. Tampoco hace falta.
Calificación: 2