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CINEMA DE PERRA GORDA

Neil LaBute

DEATH AT A FUNERAL (2010, Neil LaBute) Un funeral de muerte

DEATH AT A FUNERAL (2010, Neil LaBute) Un funeral de muerte

A la hora de valorar la aportación cinematográfica del norteamericano Neil LaBute, suele haber dos posturas más o menos contrapuestas. De un lado se encuentran los que valoran sus títulos más o menos corrosivos e impactantes –IN THE COMPANY OF MEN (En compañía de hombres, 1997), YOUR FRIENDS & NEIGHBORS (Amigos y vecinos 1998), THE SHAPE OF THINGS (Por amor al arte, 2003), o quienes optan por valorar otras aportaciones más o menos “genéricamente convencionales” como NURSE BETTY (Persiguiendo a Betty, 2000) o incluso POSSESSION (Posesión, 2002). No faltan quienes no aprecian su cine en ninguna de las dos vertientes. Por el contrario, no dudo en considerar a LaBute una de las personalidades más atractivas emanadas en el conjunto de la pantalla y la escena norteamericana en los últimos años –junto con otros directores como Paul Thomas Anderson, Richard Linklater, Andrew Niccol, etc.-. Partícipe de un mundo temático y dramático singular, LaBute es asimismo escritor teatral, llevando a gran pantalla algunas de sus obras, e incluso en ocasiones trasladando dichos montajes escénicos a la televisión –el ejemplo más valioso lo proporcionaría la espléndida producción televisiva BASH: LATTERDAY PLAYS (2000)-. Pero lo que me gusta de su aportación a la pantalla, es por un lado la versatilidad que demuestra, así como la manera que ofrece de trasplantar una visión revestida de misantropía de la condición humana, que se extendería incluso a un título tan vilipendiado –y a mi juicio estimable- como el remake del mítico THE WICKER MAN, firmado en 2006.

Dicho esto, y habiendo contemplado hasta las fechas todos sus largometrajes, con la excepción de LAKEVIEW TERRACE (Protegidos por su enemigo, 2008), no dudo en destacar la mediocridad de DEATH AT A FUNERAL (Un funeral de muerte, 2010), hasta el momento la última realización de nuestro director, con diferencia no solo el peor título de su filmografía, sino a mi modo de ver el único por completo prescindible. Remake de la no muy lejana película del mismo título filmada en 1997 por Frank Oz –que no tengo el gusto de haber visto, ni espero perderme nada por ello-, LaBute optó por dicha fórmula por segunda vez en su andadura tras la cámara, aunque en este caso no haya que recurrir a su referente para atender a la indigencia del resultado. Es más, si el original adquiere el mismo grado de mediocridad, mal habría hecho en haberlo asumido sin aportar nada nuevo por el camino. Si por el contrario, la copia deviene de menor interés que el original, el tropiezo es imperdonable. En cualquier caso, la aportación de esta innecesaria revisión, proviene de la mayor implicación de un humor protagonizado por intérpretes negros, a cuyo protagonismo traslada la traslación de esta ceremonia de la confusión que propone el encuentro de diversos personajes, ligados entre sí por la celebración del funeral sobre un patriarca de la misma raza que acaba de fallecer. En su figura se reunirán su esposa, sus hijos –uno de los cuales es un escritor arrogante y oportunista, y otro un joven aspirante también a escritor caracterizado por su mediocridad en la materia-, amigos… e incluso personas ligadas al pasado del muerto, que violentarán la imagen que de él se mantenía. Cierto es que la despreciable fauna que se expande en la película, podía ser terreno abonado para desplegar una ocasión más de esa mirada revestida de vitriolo que caracterizó el conjunto de su visión de la condición humana. Lo malo es que todas esas intenciones se hunden en la realidad que aporta una comedia sin gracia, una sucesión de chistes chuscos, la sensación que en casi todo momento se tiene de asistir a una función bufonesca y escasamente estimulante, en la que la presencia de escasos aciertos parciales, en modo alguno contribuyen a ocultar la ausencia de chispa del conjunto. No lo oculto. Siempre he tenido debilidad por las comedias “con muerto” por medio –incluso una muy poco apreciada dentro del cine español, como USTED PUEDE SER UN ASESINO (1961. José María Forqué). Sin embargo, en esta ocasión esa debilidad no ha podido ser siquiera mínimamente correspondida. En realidad, dentro del cúmulo de insensateces y chistes sin gracias que brinda esta desafortunada película, tan solo me quedo con la simpatía que desprende el personaje que encarna con acierto el estupendo y siempre infravalorado James Marsden –Oscar-, o algún gag de impacto seguro, como el instante en el que al inicio del funeral, el ataúd que porta el cadáver cae al suelo mostrando el cuerpo sin vida de quien Oscar dudaba se encontraba dentro del mismo. Lástima para un producto caracterizado por un adecuado diseño de producción, que cuenta con no pocos interesantes actores, y que cabría destacar en la brillante fotografía de Roggier Stoffers. Ni siquiera el hecho de contar con una duración ajustada, impide que dejemos de considerar este DEATH AT A FUNERAL como un autentico tropiezo, que esperamos sea pasajero, para un interesante dramaturgo y hombre de cine. Eso espero.

Calificación: 1

THE SHAPE OF THINGS (2003, Neil LaBute) Por amor al arte

THE SHAPE OF THINGS (2003, Neil LaBute) Por amor al arte

Al margen de parecerme una estupenda, original y provocadora propuesta cinematográfica, THE SHAPE OF THINGS (Por amor al arte, 2003. Neil LaBute) tiene para mi un significado muy especial, ya que intuí su propia existencia como película tiempo antes de que esta se llevara a cabo. Fue a finales de mayo de 2001, cuando junto a un amigo viajé a Londres para contemplar el estreno de esta obra en el Teatro Almeida –con el mismo cuarteto protagonista-, erigiéndose como un auténtico éxito de crítica y una de las propuestas más rompedoras del teatro alternativo en la capital inglesa. En un descanso entre obra y obra, y en una conversación que mantuve con el propio Paul Rudd –al que acompañaba la amabilísima Gretchen Mol-, le vaticiné que la misma se estrenaría en Broadway y posteriormente se convertiría en película. Rudd me miraba entre cómplice y escéptico –pocas personas he conocido más sensatas y sencillas que el protagonista de THE OBJECT OF MY AFFECTION (Mucho más que amigos, 1998. Nicholas Hytner)-… pero la realidad es que así sucedió. THE SHAPE… se estrenó en el Off Broadway pocos días después de los atentados del 11S, con una cálida acogida aunque inferior al impacto generado meses antes en Londres, mientras que unos meses después se anunciaba el rodaje de su versión cinematográfica, respetando el reparto y dentro del ámbito de producción independiente –su coste fue de 2.000.000 de dólares, interviniendo como productora la propia actriz Rachel Wesiz-. Durante su proceso de realización –ya entonces internet nos permitía acceder a este tipo de información-, me divirtió elucubrar que cariz aportaría LaBute a su propia creación teatral, planteándome de forma indirecta el siempre vigente dilema de las adaptaciones teatrales a lenguaje cinematográfico.

 

Llegado el momento de la verdad, el realizador eligió la opción que con probabilidad encajaba de manera más adecuada en su universo personal, entroncando sus imágenes como una especie de evolución de sus dos primeras películas IN THE COMPANY OF MEN (En compañía de hombres, 1997) y YOUR FRIENDS & NEIGHBORS (Amigos y vecinos, 1998), mediando entre ellas el sentido del humor cáustico planteado en NURSE BETTY (Persiguiendo a Betty, 2000). Ello sin olvidar el valioso referente que ofrece la realización televisiva de su obra teatral BASH: LATTER-DAY PLAYS (2001). Y es que, conviene es señalarlo ya, en su figura se encuentra no solo uno de los realizadores más personales surgidos en el cine USA de los últimos años, sino sobre todo un intelectual de complejos matices, destacado por un lado en su visión demoledora de la condición humana, sus relaciones, y por otra en la versatilidad con la que hasta la fecha se ha desplegado su andadura como hombre de cine. reconozco que es una visión no demasiado compartida, pero me interesa todo el cine de LaBute –incluso, aunque en menor medida, el de la vilipendiada THE WICKER MAN (2006)-, tanto cuando se interna en ese estilo “metálico” que preside sus propuestas más personales a nivel temático, como cuando lo hace en otros derroteros más ligados al cine de género –la citada NURSE BETTY, la espléndida POSSESSIÓN (Posesión, 2002)-. Hay en todo su cine una voluntad de subvertir el contexto en el que se insertan sus argumentos, la mirada de un intelectual que aporta en no pocos momentos un cierto sarcasmo y una intención de epatar –aspecto este que en su plasmación visual adquiere ese elemento metálico que antes señalaba, y que sus detractores oponen-. Todo ello, inclinado por lo general en la manifestación de una creciente misantropía, en ocasiones bañada de ternura y romanticismo, pero en todo momento presente como elemento vector en su cine. Obra en la que, hasta el momento, no se ha registrado ningún logro absoluto, pero sí un nivel medio notable.

 

A partir de dichos márgenes, THE SHAPE OF THINGS se erige con lógica como uno de los mejores y más representativos films de su realizador –una revisión de su propuesta me ha permitido acrecentar mi interés hacia la misma, para la cual es obligado contemplarla en versión original subtitulada, obviando por completo el aberrante doblaje español-, subvirtiendo no solo los planteamientos de cualquier comedia juvenil / estudiantil, sino erigiéndose de forma paralela como una digresión del propio proceso de creación. Es decir, que sus imágenes aparecen desde el propio momento como una autentica trompe d’oil, incidiendo LaBute en la propia concepción de la película como representación –antes de los títulos de crédito, una voz en off nos señala que vamos a contemplar una tesis; tras la aparición del rótulo del director, este se inserta sobre un plano medio de Rachel Wesiz; al acabar la película, otro plano en sentido opuesto sobre un primer plano del atribulado Paul Rudd, cierra la función-. En definitiva, creo que THE SHAPE OF THINGS fue en el momento de su estreno –en donde recibió una acogida crítica controvertida y casi nula recepción comercial; 700.000 dólares de recaudación en USA- analizada más en la apariencia de su primera lectura. Era algo fácil, por otra parte, y conectaba de forma más clara con el aparato externo y temático de su cine. Pero con enorme agudeza, el escritor y realizador se planteó visualmente esta película como una interesantísima disgresión sobre las posibilidades del cine y teatro. En realidad, brindó una adaptación literal de la obra –en sí misma esgrimida con un total minimalismo-, utilizando solo sus cuatro personajes, y respetando por completo las diez secuencias en las que se divide la obra, unidas por panorámicas y canciones de Elvis Costello, y potenciadas por un excelente fotografía de colores pasteles que, unido a la presencia de intérpretes de superior edad de la que en teoría deberían tener, proporcionan a sus imágenes una extraña patina, un rasgo de irrealidad. En definitiva, LaBute no ofreció una propuesta eminentemente cinematográfica, sin hacernos olvidar que nos encontramos en una traslación de una obra de teatro. Es probable que esta apuesta tan personal provocara controversia o, simplemente, desafección, o que algunos espectadores se quedaran impactados por el tramo final del relato – magnífico efecto schock por otro lado habitual en su obra-, sin darse cuenta que asistía a una de las propuestas más modernas e inclasificables brindadas por el cine USA de la primera década del siglo XX.

 

Como ya señalaba, estructurado en diez secuencias, potenciado por ese baño de irrealidad que ofrece todo su enunciado, el film de LaBute se erige como una compleja red de relación, de afectos y desafectos, mostrando la realidad que se esconde en las relaciones afectivas y de pareja, bien pronto provistas de reproches, manipulaciones y desencanto. Todo ello es diseccionado con bisturí por medio de esos cuatro personajes –interpretados de forma magnífica- estableciéndose entre ellos un constante juego de manipulaciones, atracciones y rechazos, que de alguna manera aparecen como una versión universitaria de los planteamientos ofrecidos por Harold Pinter en el cine de Losey de principios de los sesenta –por cierto, Pinter acudió al estreno de la obra teatral en Londres, quejándose abiertamente de las provocadoras canciones de los Smashing Pumpinks que se insertaban entre escena y escena-. Esa capacidad del realizador y escritor de no dar puntada sin hilo, se expone en el título que nos ocupa con una extraña  apariencia dulce aunque venenosa en el fondo, en la que cada diálogo, cada interjección, cada inflexión de sus intérpretes, posee un significado enriquecedor para su conjunto. Dejemos por ello las citas culturales que se insertan en el relato –en sí mismas no suponen más que un elemento complaciente pero superficial-, ya que uno se queda sobre todo con la contundencia que poseen las secuencias “a dos” insertas en el film. Especialmente magníficas resultan a mi juicio los tres episodios consecutivos, desarrollados entre Evelyn (Weisz) y Adam (un descomunal Paul Rudd, en uno de los roles más complejos y admirables de su carrera) –obsérvese la simbología de sus nombres- que finaliza en una filmación del rostro de este mientras ella le practica una felación, la posterior del encuentro furtivo de este con su amiga de toda la vida Jenny (Gretchen Mol) o la que sucede a continuación, en donde Adam es persuadido por su pareja para que se opere en la nariz, completando el cambio que ha ido practicando en su hasta entonces vulgar imagen externa.

 

Esa capacidad de plasmar la complejidad y los matices perversos de las relaciones –la importancia del sexo o del dominio psicológico como elementos preponderantes-, quedan sin embargo entrelazados con la capacidad que el film de LaBute tiene de establecer un ejercicio de representación. En definitiva, THE SHAPE OF THINGS es una propuesta más compleja de lo que pudiera parecer a primera vista, y bajo su patina de propuesta arty, esconde una de las disecciones más profundas que el cine norteamericano brindó en la pasada década, plasmándolo además con un sentido cinematográfico innegable. Poco habitual, eso sí, pero de una valía incuestionable.

 

Calificación: 3’5

THE WICKER MAN (2006, Neil LaBute) The Wicker Man

THE WICKER MAN (2006, Neil LaBute) The Wicker Man

Pocas películas han sido peor recibidas por la crítica y público norteamericano de estos últimos años como este THE WICKER MAN (2006), con el que Neil LaBute acometió una nueva versión de la película del mismo título firmada a inicios de los setenta por Robin Hardy. Ambos títulos parten del guión elaborado en su momento por Anthony Shaffer, aunque el propio LaBute es quien ha decidido actualizar, remozar y modificar aquellos elementos que ha considerado de interés. Quizá en ello se pueda explicar el exagerado rechazo que ha conocido la apuesta del escritor y cineasta, puesto que tuvo la osadía de retomar un referente cinematográfico que ha quedado como una auténtico cult movie. Como quiera que no he contemplado el título filmado en la década de los setenta, sí que puedo hacerme una idea del mismo en función de las reseñas ofrecidas por comentaristas que me merecen bastante confianza, y que hablan de la pobreza de su elemento exclusivamente cinematográfico quedando, por tanto, imbuido el relato de una serie de efectismos eighties, que quizá el amplio número de aficionados que tienen en alta estima aquella película, no sepan o ni siquiera se planteen, cuestionar.

 

Así pues, LaBute –supongo que de antemano sabiendo que el proyecto se planteaba polémico-, no flaqueó a la hora de plantear una serie de cambios a la historia  recuperada. Modificaciones como forzar una colonia enclavada en una isla y alejada del progreso, cuyos aspectos y tendencias se encuentran anticuados en varios siglos. Hasta allí llegará un agente –Edward Malus (Nicholas Cage, más sobrio de lo habitual, con un aire más que nunca “berlusconiano”)-, al recibir un mensaje de una antigua novia suya que de repente desapareció, tras bastante tiempo de noviazgo. Edward viajará hasta dicha isla, y ya desde el primer momento se observará el hecho de que los habitantes de la misma no desean ser molestados. Una vez nuestro protagonista penetra en este microcosmos, lo que él no advierte es que jamás podrá salir de allí, y el más pequeño instante que observe y viva, por muy casual que aparezca, en realidad está preparado por las mujeres de la zona. Aún así, la chica que en el pasado amó a Edward le manifiesta sus dudas sobre donde o en que estado se encuentra su hija, diciéndole que él es el padre de la pequeña. En ese momento, nuestro protagonista podrá un empeño casi inhumano para intentar recuperar a la niña, lo que le llevará a vivir augurios y situaciones poco gratas. Unas situaciones estas además siempre protagonizada por mujeres, que no dejan de ser una aplicación humana de las formas de organización de las abejas –cuyas colmenas son los principales cultivos de la isla-, describiendo una sociedad dominada por el matriarcado y absolutamente desconectada del mundo moderno. En este sentido, es evidente que THE WICKER… conecta de forma clara con ese conjunto de películas, generalmente escoradas en el terreno del cine fantástico, que describen en su argumento parábolas bastante meridianas del estado de la sociedad norteamericana posterior al 11S. En esta misma vertiente podemos destacar varias de las últimas películas de M. Night Shyamalan –curiosamente también despachadas con desdén por la crítica de su país, aunque no tanto por el público-, o incluso WAR OF THE WORLDS (La guerra de los mundos, 2005) de Steven Spielberg. Son, en su conjunto, relatos dominados por ese estado de angustia y paranoia, en los que se contrapone un evidente choque de mentalidades, y que no contribuyen más que a subrayar el estado de desconcierto de la más cercana “América profunda”, tras un traumático acontecimiento que noqueó una existencia hasta entonces dominada por una frágil convivencia y que en realidad siempre ha escondido enormes fisuras.

 

Dentro de ese contexto, es curioso señalar que buena parte de las película de LaBute se han rodado “a la manera de”, retomando en su formulación genérica los rasgos de los cineastas y ejemplos antes citados. Quizá esta circunstancia es la que hasta el momento haya impedido reconocer a su cine una serie de propiedades a mi juicio evidentes. Ni que decir tiene que en todas ellas se muestra la nada solapada misantropía que marca la obra de este intelectual –y que tiene sus exponentes más directos, en los títulos que ha realizado provenientes de su propia creación literaria; IN THE COMPANY OF MEN (En compañía de hombres, 1997), YOUR FRIENDS & NEIGHBORS (Amigos y vecinos, 1998), THE SHAPE OF THINGS (Por amor al arte, 2003)-. Sin embargo, más atractivo resulta detenerse en ese estilo, por así decirlo “metálico”, que a mi juicio describe sus rasgos de realización. En la película que nos ocupa podemos detectar una notable destreza en la utilización del formato panorámico, su siempre magnífica dirección de actores –en la que se puede consignar la fugaz presencia de Aaron Eckhart- y el hecho notorio de que el realizador huya desde el primer momento por la potenciación de la intriga. En sus imágenes se apuesta más por la metáfora, por ese rasgo de parábola revestida de humor negro. Ese rasgo, esa ironía, es la que finalmente subyace en un relato en donde el hombre se convierte en una víctima de un matriarcado nada solapado –algo así sucedía a título individual en la incómoda y ya citada THE SHAPE OF THINGS-, en una propuesta que, cierto es reconocerlo, no alcanza el nivel del resto de títulos de su filmografía –todos ellos a mi juicio revestido de un notable interés-. En esta ocasión podemos detectar desequilibrios y salidas de tono –esas secuencias que, a modo de flash, recuerdan al protagonista la tormentosa referencia del incidente con el coche tripulado que ha vivido traumáticamente en el inicio-, y en esa deliberada huída de la intriga, quizá haya dejado escapar una vertiente de resultado seguro.

 

En cualquier caso, creo que aún contando con esas limitaciones, THE WICKER… (2007) se sigue con interés, cuenta con secuencias y momentos magníficos, especialmente integrados en la segunda mitad del relato –el tropiezo del protagonista con una colmena deviene en una auténtica pesadilla en la que deambulará junto a una acumulación de estas, dispuestas en su estructura como otra colmena gigante; la secuencia en la que conversa por vez primera con la Hermana Sister Summersisle (Eileen Burstyn); el fragmento final que se describe como un auténtico calvario para el protagonista-. Consignemos por último que los minutos finales del mismos insertan un divertido epílogo –en el que intervienen fugazmente James Franco y Jason Ritter-, que prolonga sarcásticamente el poder de la estructura matriarcal existente en la isla californiana, y que en el DVD se incluye un final alternativo que –además de eliminar la secuencia antes citada-, hace explícitas las atroces torturas vividas por Malus. Honestamente, y pese a la percutante eficacia de la alternativa finalmente desechada, creo que el cineasta y escritor supo obrar con acierto, logrando resaltar de la sugerencia una de sus mejores aliadas. Por ello, y sin ser un film plenamente logrado, creo que THE WICKER MAN versión LaBute no mereció el varapalo que recibió en el momento de su estreno en USA.

 

Calificación: 2’5