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CINEMA DE PERRA GORDA

Paul Bogart

MR. RICCO (Paul Bogart. 1975) Desafío

MR. RICCO (Paul Bogart. 1975) Desafío

Artífice de una amplísima -y multipremiada- andadura televisiva, apenas una decena corta de largometrajes jalonan la andadura cinematográfica del norteamericano Paul Bogart (1919 – 2012). Largometrajes en líneas generales esporádicos y de escasa repercusión, varios de ellos además establecidos a remolque de éxitos inmediatamente precedentes. Entre ellos, lo cierto es que aparece casi oculto MR. RICCO (Desafío, 1975), caracterizado por ser el último largometraje que protagonizó un bastante avejentado Dean Martin, cuando en aquel entonces apenas contaba con 57 años de edad. Lo curioso de esta película, prácticamente desconocida por todos, es el hecho de constatar que nos encontramos ante una muestra del thriller que ya se había consolidado en USA aquellos años, hasta el punto que me parece uno de sus exponentes más interesantes.

Nos encontramos en San Francisco, en la conclusión de una vista que determinará la absolución del militante activista negro Frankie Steele (Thalmus Rasulata), acusado de asesinato. La larga panorámica que el realizador ofrece de los asistentes al juicio, además de recoger el fallo, resulta especialmente reveladora de lo que muy pronto se desarrollará en el argumento surgido a partir de la historia de Ed Harvey y Francis Kiernan, transformada en guion de la mano de Robert Hoban. Será el contexto en el que conoceremos al artífice de la estrategia judicial, el ya veterano abogado Joe Ricco (Martin). La película se dirimirá a través de su mirada irónica y ya desencantada, en torno a alguien que perdió en el pasado a su esposa y parece ya despegado de la vida. No me cabe duda que la tarea de Martin (francamente notable) siguió el sendero de la muy cercana y excepcional performance brindada el año anterior por Robert Mitchum en la melancólica FAREWELL, MY LOVELY (Adiós, muñeca, 1975. Dick Richards). No obstante, MR. RICCO se inclina por una mirada contemporánea, teniendo de entrada uno de sus mayores aliados en la excelente y cotidiana utilización que se ofrece de los exteriores de San Francisco, alentados por la atmosférica fotografía en color de Frank Stanley y en ocasiones por la oportuna banda sonora de Chico Hamilton. Muy pronto aparecerá el elemento inquietante de la película, al describir de manera magnífica el terrible asesinado de dos jóvenes policías, de manos de alguien al que un pequeño testigo identifica como el propio indultado Steele. Ello llevará al abogado protagonista a un estado de tribulación -alentado por las críticas recibidas por sus compañeros de judicatura, convencidos de que este era culpable del crimen de que se le acusaba-.

A partir de ese momento, y siempre dentro de las coordenadas de un thriller que no descuida el cuidado a sus personajes, Paul Bogart filma la que quizá sea su película más solvente, en un relato que por un lado discurrirá en el sendero de una intriga cada vez más ligada al suspense. Pero, por otro, y sin descuidar dicha vertiente, se adentrará en esa latente búsqueda de una nueva oportunidad existencial, para un hombre ya desencantado de la vida, que encontrará de manera efímera esa nueva luz en la veterana y elegante Katherine Fremont (excelente Katherine Brooks, en su último papel para la gran pantalla). En la combinación de ambas vertientes emerge, a mi modo de ver, el atractivo de un relato que sabe dosificar sus propias secuencias de acción -la redada policial efectuada para capturar al sospechoso, que acabará con el asesinato de uno de sus allegados en una clara situación de abuso policial. Los dos intentos de asesinato de Ricco, dirimidos de manera casi consecutiva. La violenta pelea entre nuestro protagonista y Steele en el interior de una iglesia en ruinas, cuando este último le reconoce la culpabilidad del asesinato por el que fue absuelto-. Pero junto a ello, acierta al introducir pequeñas subramas que enriquecen y proporcionan densidad al conjunto. Como la relación de amistad y confianza que el veterano abogado mantiene con el dirigente policial George Cronyn (estupendo Eugene Roche), a quien ayuda cuando este sufre una importante crisis matrimonial. O el progresivo emparejamiento establecido entre la pareja de jóvenes ayudantes del bufette del protagonista.

MR. RICCO se beneficia de un tono siempre cotidiano y creíble, estableciendo en conjunto una crónica cercana, en la que incluso sus episodios violentos y criminales no se distancian del tono general de su enunciado. Ello tendrá su continuidad en la presencia de diálogos irónicos -incluso situaciones divertidas, como la manera con la que Ricco se zafa de la persecución policial, pintando su coche de otro color-, en el cuidado por personajes secundarios -el superviviente de los dos seguidores del acusado, e incluso la hermana mayor de este-, y en la manera de introducirnos en una tela de araña, que por fortuna no situará en primer término la espectacularidad, con el objetivo de procurar, ante todo, un relato denso y creíble. Todo ello, irá acompañado en una mirada liberal en torno a los excesos policiales, que poco a poco se irá imbricando en esa ya señalada credibilidad, en la que todos y cada uno de sus personajes asumirá tanta vulnerabilidad como ambivalencia en su personalidad y comportamiento.

Caracterizada por un muy notable uso del formato panorámico, MR. RICCO albergará momentos en donde se percibirá ese lado íntimo del protagonista -esas veladas en el restaurante italiano-. Su vertiente como relato de suspense, culminará en un tan excelente como violento, trágico y nihilista desenlace, en el que, entre otras víctimas, se truncará la posibilidad de futuro sentimental para este abogado desencantado de la vida. Precisamente, en el afloramiento de esa llamada a la esperanza surgirá la mejor secuencia de la película. Unos instantes excelentes, llenos de sinceridad e incluso ironía, alejados de toda tensión, en los que Joe y Katherine cenan casi en solitario en ese restaurante italiano -sus dueños han preparado el terreno para dicha cita- y poco a poco, desde una timidez inicial, irán surgiendo los detalles de una relación basada, como ellos mismos reconocerán, a partir de dos soledades compartidas. La planificación y la modulación de los planos favorecerán la debida temperatura emocional a un tan breve como excelente pasaje.

Calificación: 3