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CINEMA DE PERRA GORDA

Paul McGuigan

WICKER PARK (2004, Paul McGuigan) Obsesión

WICKER PARK (2004, Paul McGuigan) Obsesión

De todos es conocido que en líneas generales soy más bien enemigo de la aplicación de efectismos y “moderneces” visuales en las producciones de nuestros días –también en las de épocas precedentes, por supuesto-. Quizá por ello tengan más validez mis palabras cuando un producto que sobrelleva esas características merece un relativo aprecio por mi parte. Este es para mi el ejemplo que brinda WICKER PARK (2004, Paul McGuigan) –en España titulada torpemente como OBSESIÓN-, para verdadera sorpresa por mi parte, puesto que no esperaba nada de ella.

Creo que desde los propios títulos de crédito –se desarrollan con una brillante sucesión de planos fundidos y pantallas divididas-, la intención de su realizador –un Paul McGuigan del que confieso no haber visto hasta el momento nada suyo, y que cuenta con algún film precedente de cierto prestigio- es la de conformar un film en el que destaque una determinada estilización visual. Supongo que ello tendrá un grado de aceptación según sea la cultura cinematográfica determinada del comentarista, pero lo cierto es que en mi caso, la primera mitad de WICKER PARK me interesó bastante y queda como un ejemplo interesante de aplicación de una serie de determinados rasgos estéticos que en otros casos me han hecho detestar abiertamente algunas otras películas.

Nos encontramos en Chicago. Matthew (Josh Hartnett) es un joven de brillante porvenir relacionado con una empresa que le envía a un viaje a China. Sin embargo, y pese a tener un futuro prometedor y una personalidad definida, se encuentra ausente de su entorno. No consigue olvidar la breve pero intensa relación amorosa que mantuvo con Lisa (Diane Kruger) y que desapareció repentinamente cuando él le había propuesto trasladarse a vivir juntos a Nueva York, donde Matt había logrado un interesante propuesta profesional.

WICKER PARK es un remake americano de la película francesa L’APARTEMENT -que no he visto-. Independientemente de su hipotética superioridad o inferioridad con respecto a este referente, creo que la película se sostiene por sí misma al narrar una historia en la que entremezcla una obsesión amorosa definida en dos direcciones complementarias. Es así como desde el propio inicio del film se mostrará la que mantiene Matt con Lisa. Pero al mismo tiempo y sin que él lo sepa está siendo objeto de esa misma obsesión por parte de Alex (Rose Byrne), una joven que desde la primera vez que lo vio supo que se trataba del amor de su vida. Esa correspondencia en los actos y situaciones vividos por ambos personajes creo que es uno de los elementos más interesantes de una película en la que además en esa primera mitad se logra trasladar a la pantalla un cierto sentimiento fatalista sobre la necesidad del amor y la dificultad que sobrelleva su imprescindible correspondencia. Todo ello dentro de un envoltorio en el que las situaciones son presentadas con una narrativa que incide en la mencionada estilización visual y envuelta en un cuidado fondo sonoro plagado de canciones que refuerzan ese sentimiento de desamparo y al mismo tiempo desorientación.

Desgraciadamente, esa capacidad de sugerencia desaparece en cierto modo en la segunda mitad del film, decantándose este en cambio por un barullo de tramas, y situaciones entrecruzadas que bajo mi punto de vista varían notablemente el ritmo sinuoso que antes había caracterizado el film. Cierto es que de alguna manera responden a las expectativas de un film de suspense pero creo que empobrecen esa atmósfera misteriosa que hasta entonces se ha logrado. Uno de los problemas de WICKER PARK es el hecho de mantener una estructura de film de suspense cuando finalmente se revela una evolución y resolución bien poco interesante y que incluso deja en el aire personajes de apariencia secundaria que en momentos determinado no se explican –y estoy pensando en ese hombre que persigue a Lisa e incluso le deja a esta una flor en su puerta-.

En cualquier caso la película de McGuigan se deja ver con bastante agrado y de alguna manera viene a suponer una actualización de determinados títulos que Brian de Palma filmara en la década de los setenta. En el capítulo interpretativo cabe destacar la fuerza y sensibilidad demostrada por Rose Byrne en su papel de la amante impensada, a la que francamente no le acompaña la nulidad y cara de estreñido que ofrece Josh Hartnett en el rol protagonista. Un personaje interesante sobre el papel pero que este pésimo intérprete no sabe aprovechar en absoluto. Pese a esa importante limitación y al confusionismo de la segunda mitad, creo que WICKER PARK confluye finalmente como un aceptable producto en el que al menos una estética quizá cuestionable, deviene gracias a su uso preciso en un digno resultado.

Calificación: 2