LA MALA EDUCACIÓN (2004, Pedro Almodóvar)
Hay que reconocer que el fenómeno Almodóvar es algo singular. Consierado hoy por hoy “uno de los grandes” a nivel mundial cuando en nuestro país buena parte de la crítica –y del público- nunca han tenido en especial consideración su obra. Sería muy ocioso extenderse en el análisis de esta circunstancia –tampoco creo que merezca demasiado la pena-. Sí diré que su cine no me ha producido jamás ni especial admiración ni tampoco rechazo. Creo que donde siempre ha brillado más es en el tratamiento de una serie de personajes característicos de la cultura popular de nuestro país basada en nuestra tradición sainetesca –es por ello que quizá considere que su mejor film siga siendo MUJERES AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS (1988)-. Sin embargo hay algo que al revisar algunos de sus títulos he podido comprobar: su cine resiste muy mal el paso del tiempo.
En líneas generales sus defectos se extienden a la implantación de argumentos alambicados que encubren una falta de sólida estructura dramática; un casi vergonzante uso de la cinefilia –que no olvidemos resulta muy gratificante de cara a atraer mercados foráneos-; un manierismo gratuito en buena medida encubierto bajo un diseño de producción de aparente atractivo visual o una dirección de actores a primera instancia intensa pero a poco que nos fijemos de notable falsedad. Si a ello le unimos la pretendida audacia de los temas elegidos, lo agradecido que en el fondo le resulta relatar temáticas gays y la nada velada imitación de grandes realizadores del cine clásico, es posible que podamos entender porque un director en el fondo tan limitado, reiterativo y carente del sentido del ridículo sea uno de los referentes cinematográficos mundiales.
Ah, me olvidaba. Pedro Almodóvar –un personaje al que le encanta y sabe ser el centro de la atención de cualquier lugar al que acuda-, es el mejor “vendedor” de su cine. Un poco como Alfred Hitchcock –si se me perdona la diferencia entre las calidades de mi compatriota y el maestro inglés-. En los últimos años Almodóvar ha sabido astutamente –es lícito por su parte que así lo haga-, navegar en esos meandros. De allí surgió la a mi juiico interesante TODO SOBRE MI MADRE (1999) –la cual por otra parte me da cierto miedo volver a revisar-, que supuso su consagración mundial. No he visto aún HABLE CON ELLA (2002) –intuyo que no encuentre en ella la película de mi vida-, con la que logró su segundo Oscar y otro triunfo mundial.
Sin embargo y ante un público entregado hacia su obra como es el del Festival de Cannes 2004, LA MALA EDUCACIÓN fue recibida con una de las proyecciones más frías que se recuerdan, curiosamente tras una rueda de prensa previa en la que su artífice se llevó a sus asistentes de calle. Pese a que cualquier film de Almodóvar tiene un público fijo en España, su última obra ha decepcionado a muchos de sus seguidores y no me extraña. A nivel anecdótico el éxito de la repercusión mediática de MAR ADENTRO (2004. Alejandro Amenábar) –otra cuestión es hablar de en que condiciones se ha realizado y la capacidad de autobombo que hay en el entorno de nuestra cinematografía-, ha forzado a olvidar la cinta de Almodóvar que, astuto él, no se resigna a que en Estados Unidos pueda tener algún tipo de reconocimiento de cara a los próximos Oscars. Difícil está la coyuntura. Por mucho que en Hollywood intenten fagocitar los valores que a su juicio son “grandes creadores” –y de ahí la presencia de directores y actores latinos. La realidad es que pretenden atender a un público creciente (la minoría hispana) que necesita ser atendida comercialmente-, Amenábar se le ha adelantado en esta ocasión, máxime cuando Almodóvar ofrece una explícita temática gay que es mucho pedir sea aceptada más allá que por sus incondicionales.
Me he excedido mucho en este preámbulo ya que en el caso del director manchego hay más humo que paja –sin doble sentido-. LA MALA EDUCACIÓN es una buena prueba de ello ya que no voy a ocultar que lo que en apariencia se plantea como un desgarrado drama pasional en no pocas ocasiones me movió a la carcajada, tanto por lo sonrojante como se planteaban cinematográficamente sus efectos como la escasa credibilidad de su resultado ¿Por qué Almodóvar no vuelve a la comedia que realmente es lo suyo? En cualquier caso me sorprende –sin visionar HABLE CON ELLA- como crea una película de clara regresión en su expresión cinematográfica con respecto a TODO SOBRE MI MADRE que sí constituía un melodrama bien construñido.
Una vez más, su obra narra una apasionada historia de amor homosexual que no descubre nada nuevo sobre su ya lejana LA LEY DEL DESEO (1987) –otro de sus títulos que ha envejecido de mala manera, pero que sin duda era más personal y asumido-. Una vez más encontramos referencias cinematográficas por doquier –no me voy a detener en ellas pero las hay a decenas y todas de una simplonería apabullante -¿No se dará cuenta Almodóvar que la cinefilia hay que dosificarla bien y que no todos la sabían aplicar como el gran Frank Tashlin? Al mismo tiempo su película encierra una serie de vericuetos argumentales aparentemente complejos pero en el fondo bastante previsibles y sobre todo mal plasmados en la pantalla. Y luego está el pretendido carácter transgresor de ese ajuste de cuentas con la represión que la iglesia ejerció en la España franquista. Sin entrar a discutir que estoy seguro que se cometieron muchos ejemplos como ese en esa oscura etapa de nuestro pasado, no es menos cierto que su recreación es risible; con un Daniel Giménez-Cacho como torpe remedo del gran Vincent Price en sus atormentados villanos. Este ajuste de cuentas da pie a una secuencia que puede quedar como la más ridícula jamás filmada por Almodóvar; la interpretación en una fiesta campestre del Moon River de Mancini con el sacerdote con la guitarra y su efebo objeto de deseo a su lado, aderezada la secuencia con planos al ralenti de los demás bellos alumnos –otro momento posterior e igualmente ridículo nos los muestra también a cámara lenta jugando un partido de fútbol-. Sin duda, muy "poético" todo
Igualmente LA MALA EDUCACIÓN nos ofrece otro trompe d’ôil con la interrelación de ese guión que se está rodando –lógicamente autobiográfico, todo en el “genio” almodovariano es autobiográfico ¡cuánto sufrió este chico!- y la situación en el tiempo de la acción del film -1980- que puede parecer algo innovador. A los que así lo piensen les recomiendo que vean la espléndida y aún infravalorada ENCUENTRO EN PARÍS (Paris When is Sizzles, 1963. Richard Quine), en el que George Axelrod en clave de comedia sabía ironizar sobre el propio dilema del guionista y la vivencia de su propia creación.
Pero lo que hace de esta película tan mediocre bajo mi punto de vista es su artificiosidad, el esteticismo de muchos de sus planos –con la mostración del cuerpo masculino-, la torpeza con que subraya elementos que ya nos ha dicho con un diálogo e incide con planos de insertos o su torpísima dirección de actores. En este sentido no puedo ocultar la penosa, lamentable prestación de Javier Cámara –otro de los pretendidos grandes talentos interpretativos de nuestro cine-, haciendo de “la Paca” de una forma digna del peor subproducto arrevistado. Pese a sus esfuerzos, Gael García Bernal no da la talla –sinceramente creo que es un intérprete bastante limitado- y Fele Martínez lleva como puede el miscasting adjudicado. Por lo demás, el entorno de secundarios sinceramente es muy inferior en su utilización con respecto a otros títulos del director que sí sabía extraer de ellos un buen partido –quizá se salve la prestación de Petra Martínez en el papel de madre-.
Quizá lo peor de LA MALA EDUCACIÓN estribe en que Pedro Almodóvar realmente encuentra genial lo que realmente no es más que un cúmulo de clichés de lo más rudimentario. Puede que él se crea una mezcla entre Max Ophuls, Douglas Sirk o Nicholas Ray pero en el fondo se queda en una mixtura de una versión sofisticada de los films de Sara Montiel –esta película se podría haber titulado fácilmente PECADO DE AMOR II- a la que se homenajea explícitamente, y aquellas tan atrevidas como torpes producciones de Eloy de la Iglesia, que serían todo lo mediocres que fueran pero al menos constituían un intento valiente de transgresión en pleno franquismo.
¿Qué podría salvarse de LA MALA EDUCACIÓN? A mi juicio algunos planos secundarios en los que se observa esa intuición cinematográfica que Almodóvar olvida en sus momentos importantes, el cuidado diseño de dirección artística –algo habitual en su cine-, la labor de Giménez-Cacho cuando ya tiene más edad, la dirección de los niños que trasladan sus personajes protagonistas al pasado y, sobre todo, un muy brillante y contenido Lluís Homar recreando el verdadero padre Manolo, ya transformado en el editor Manuel Berenguer. Realmente muy poco para venir de la mano de nuestro “genio internacional”. Está claro que todos los directores –incluso los de mayor talento, tienen derecho a equivocarse-. Pero por lo menos hay que tener la modestia de admitirlo de vez en cuando y este Pedrito no tiene precisamente esa cualidad entre su exhibicionista personalidad.
Calificación: 1