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CINEMA DE PERRA GORDA

Ralph Thomas

THE CLOUDED YELLOW (1950, Ralph Thomas) Trágica obsesión

THE CLOUDED YELLOW (1950, Ralph Thomas) Trágica obsesión

THE CLOUDED YELLOW (Trágica obsesión, 1950) podría ser definida en muy pocas palabras como un producto tan coyuntural como competentemente facturado, revelador de ese buen momento que vivía el cine inglés de su tiempo. Un contexto de probada profesionalidad que incluso reflejó un realizador como Ralph Thomas, por completo carente de personalidad, pero que en sus primeros pasos demostró una nada desdeñable eficacia, poco a poco abandonado en un sendero hacia la comercialidad más ramplona, cuyo exponente más significativo se manifestó en aquella tan interminable como inocua serie iniciada con  DOCTOR IN THE HOUSE (Un médico en la familia, 1954). Pero hasta que llegara este momento, Thomas fue uno más de la considerable pléyade de artesanos que forjaron el cine medio inglés en la década de los cincuenta, ofreciendo algunas muestras de interés, imitando modelos retomados del cine de géneros norteamericano, como puede ser el caso de CAMPBELL’S KINGDOM (La dinastía del petróleo, 1957) y también queda en cierta medida como otra muestra de ese aceptable mimetismo en el que se basaron no solo en Inglaterra, sino prácticamente en todas las cinematográficas, para “cocinar” películas destinadas con eficacia al rápido consumo del público de la época.

 

En THE CLOUDED... podemos por un lado detectar ecos de esa capacidad que el cine inglés mostraba a la hora de expresar en su cine el clima malsano permanente en su sociedad tras la conclusión de la II Guerra Mundial. Estaba muy cercano el éxito de THE THIRD MAN (El tercer hombre, 1949. Carol Reed), aunque ya desde hace años la cinematografía había apostado por títulos en dicha vertiente –firmados por nombres como Alberto Cavalcanti, el tandem formado por Michael Powell & Emeric Pressburger o Sidney Gilliat, entre otros-. De nuevo asistimos A una película que aborda el contraste entre la ciudad y el contexto rural, permitiendo a través del mismo establecer una mirada bastante acre en torno a las hipocresías y miserias inherentes a la propia personalidad inglesa. Todo ello se integrará en un relato de suspense –una de las vertientes genéricas más frecuentas por el cine de las islas-, que contrapondrá el seguimiento sufrido por un ex agente británico que ha decidido retirarse de esta peligrosa profesión, por parte de los que fueron sus superiores. Este es David Somers (Trevor Howard), quien aceptará ocupar de manera temporal un insólito trabajo de catalogador de mariposas en la mansión rural de los Fenton. Dentro de un contexto aislado y polvoriento, Somers iniciará su tarea –asumida esencialmente para despejarse de su anterior profesión-, viéndose pronto atraído por la frescura que manifiesta la joven Sophie -una joven Jean Simmons, que estoy convencido fue elegida para su papel en ANGEL FACE (Cara de Ángel, 1952. Otto Preminger) después de haber interpretado este personaje-. Sophie es una muchacha sensible que parece tener en su mente algún recoveco –centrado en la muerte violenta de sus padres-, aspecto este que es aprovechado por los componentes de la familia propietaria para someterla a constante presión. De forma paulatina David irá comprendiendo la vulnerabilidad de la joven, que se verá acrecentada con la muerte de un rudo empleado que se había enfadado previamente con ella.

 

La situación provocará la huída de ambos, incorpora en la película una curiosa circunstancia, ya que la pareja será perseguida por partida doble. Es decir, los oficiales del servicio secreto incidirán en la búsqueda de Somers, con el temor de que este pueda revelar secretos comprometedores, y al mismo tiempo la policía deseará detener a Sophie al encontrarla sospechosa del crimen. A partir de la incardinación de ambas vertientes, por un lado se ofrecerá la oposición de métodos y objetivos –que quizá tengan su exponente más acertado en la expresión de escepticismo que el agente Shepley (Kenneth More) muestra hacia el erróneo comportamiento de los policías al intentar capturar a la pareja- y, por otro, la vertiente estrictamente física de la manifestación del suspense. Es en ese elemento donde THE CLOUDED... manifiesta sus mayores atractivos, con secuencias tan espléndidas como la que se sucede al borde de una catarata, la sensación de acoso que se brinda por parte de la policía en la campiña al cercar a los dos perseguidos, las argucias utilizadas por un protagonista bastante ducho en el arte de la fuga –con especial mención en su fingimiento de una fractura-, o incluso en la sordidez que se manifiesta en los instantes desarrollados en la vieja y poco recomendable pensión en donde se esconderá Sophie. De cualquier manera, y por encima de todos estos fragmentos, y reconociendo de antemano que la validez de la película se articula en esa sucesión de atractivas secuencias potenciadas por un brillante trabajo de montaje, me gustaría destacar dos episodios magníficos. El primero de ellos será la acogida por parte de un veterano matrimonio de David y Sophie; la expresión de la esposa de edad ya avanzada, postrada en una silla de ruedas, transmitirá al espectador una sensación de calidez y agradecimiento hacia ese espía, del cual en un pasado muy reciente recibieron una ayuda –que no se detalla- de especial relevancia. El otro, que duda cabe, es el final exteriorizado en los tejados de una desvencijada nave portuaria. De nuevo la brillantez del montaje y una atractiva planificación revestida de angulaciones amenazantes, permitirán concluir de manera abrupta una función en la que no se puede aplaudir la escasa enjundia de su base argumental e incluso el artificio de su resolución, pero de la que si que cabe disfrutar de forma moderada la manera con la que se expone su expresión como atractivo y disfrutable, al tiempo que efímero, ejercicio de suspense Made in England.

 

Calificación: 2

CAMPBELL’S KINGDOM (1957, Ralph Thomas) La dinastía del petróleo

CAMPBELL’S KINGDOM (1957, Ralph Thomas) La dinastía del petróleo

¿Se imaginan una película que combine en sus características el hecho de ser una producción inglesa, ambientada en Canadá, con elementos extraídos del western, del cine de aventuras, y una tensión y rasgos claramente deudores del éxito francés LE SALAIRE DE LA PEUR (El salario del miedo, 1953. Henri-George Clouzot? Pues entremezclen todos estos ingredientes, y el resultado se acercará en mucho a la curiosa, desequilibrada y, por momentos, atractiva, CAMPBELL’S KINGDOM (La dinastía del petróleo, 1957. Ralph Thomas). Tras la muerte de su abuelo, un hombre extraño y empeñado en la búsqueda de petróleo en un valle canadiense, llega como heredero del territorio su nieto Bruce Campbell (Dirk Bogarde). Pese a su apariencia tímida, muy pronto se imbuirá de la personalidad heredada de su predecesor, implicándose en el sueño de este de lograr extraer petróleo del valle. Ello le llevará a enfrentarse a los responsables de la construcción de una presa y, de manera muy especial, con el capataz de dicha obra, Owen Morgan (Stanley Baker). Los enfrentamientos no solo serán constantes entre ambos bandos, sino incluso entre los lugareños que temen perder sus trabajos si el respeto al derecho de la propiedad Campbell para la extracción del hipotético petróleo, va a impedir el desarrollo de la labor de los trabajadores de la zona en la presa. Una serie de tensiones que aumentarán a partir del deseo de Bruce de llevar a cabo la tan deseada prospección, al tener indicios de que el sueño de su abuelo puede llegar a ser realidad. Ayudado por un reducido equipo de colaboradores y utilizando una serie de tretas llenas de astucia, finalmente el deseo cobrará vida, fluyendo el codiciado líquido. Poco durará la dicha, ya que en un arrebato de ira Morgan decidirá inundar la zona, logrando apagar el recién iniciado pozo, aunque con ello inflija el mandato de la ley. Una ambición y afán de lucha que concluirá de forma abrupta, simbolizando ese afán mercantilista del capataz, que había facilitado la construcción de la presa con cementos de baja calidad.

 

Antes señalaba la mezcla de ingredientes de CAMPBELL’S KINGDOM, y ello creo que es su principal elemento característico. Esa mezcla de western primitivo, de rasgos consustanciales al cine de aventuras -especialmente remarcable en elementos caracterizados por su fisicidad y dureza-, son indudablemente, elementos que permiten la singularidad de un producto que bebe de los referentes antes citados, pero que en su confluencia proporciona al conjunto una cierta personalidad. Cierto es que no nos encontramos con un producto finalmente destinatario de grandes cualidades. Es más, en algunos momentos su discurrir es abrupto y falto de equilibrio, y es constatable que la definición de sus personajes no es su fuerte –estos quedan descritos con considerable maniqueísmo, especialmente ejemplificado en el interpretado por Stanley Baker-. Incluso en la debilidad física que muestra el protagonista, esta en ningún momento es utilizada en la medida de sus posibilidades, quedando como un simple apunte de guión.

 

Pese a todos estos inconvenientes, lo cierto es que el film del prolífico y generalmente poco inspirado Ralph Thomas, se deja ver con cierto agrado, alcanzando algunos instantes llenos de fisicidad. Desde ese suelo del poblado inundado al derretirse los hielos, el ascenso de los camiones de Campbell para iniciar la perforación, el momento en el que el último camión está a punto de despeñarse al detener Morgan el elevador, la emoción de la aparición del petróleo, la posterior inundación del entorno que rodea al pozo y, sobre todo, la secuencia del desprendimiento de la presa, son ejemplos de buen pulso cinematográfico que permiten que el resultado final del film alcance un cierto nivel. Si a ello unimos una cierta belleza en la utilización de exteriores paisajísticos, y la adecuada labor del conjunto de intérpretes –subrayemos sin embargo el esquematismo de Baker, forzado a las limitaciones del guión-, nos llevará a apreciar de forma limitada un producto tan olvidado como curioso en su amalgama de elementos. Una película modesta, cuya pirueta argumental final –la falsa enfermedad incurable del protagonista, que en algunas secuencias iniciales se ha mostrado con aspecto casi cadavérico-, se antoja ciertamente muy, pero que muy pillada por los pelos.

 

Calificación: 2