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CINEMA DE PERRA GORDA

Randall Wallace

THE MAN ON THE IRON MASK (1998, Randall Wallace) El hombre de la máscara de hierro

THE MAN ON THE IRON MASK (1998, Randall Wallace) El hombre de la máscara de hierro

Es evidente que una de las tendencias del cine comercial USA, se decantó hace algunos años por retomar de forma simplista y -practicamente- jamas igualada, ese espíritu cinematográfico aventurero que quedará para el paso del tiempo. Ocioso sería decir títulos emblemáticos al respecto -algunos de los cuales han sido también sobreestimados por crítica y público-, pero lo cierto es que es mas facil citar ejemplos de este "revival", unicamente basado en la taquilla -también antes se hacía, pero en él primaba otras consideraciones-.

Para el ejemplo que nos ocupa, es facil recordar otras traslaciones de célebres obras literarias ya llevadas al cine, como ROBIN HOOD, PRÍNCIPE DE LOS LADRONES (Kevin Reynolds) o LA MÁSCARA DEL ZORRO (Martin Campbell). Y cito estos dos ejemplos concretos ya que por un lado son de los más defendibles en esta tendencia en los últimos años, mientras que sus rasgos y objetivos parecen haber servido como referente a este EL HOMBRE DE LA MÁSCARA DE HIERRO. A saber; lujosa producción, al servicio de una estrella de tirón al público fundamentalmente juvenil, extensa duración, amenidad garantizada, ausencia de verdadero tono aventurero, música altisonante y, por supuesto, algunos efectismos molestos e innecesarios.

Todo ello se da de la mano en esta producción -que retoma una obra de Alejandro Dumas ya llevada a la pantalla por el veterano Allan Dwan y posteriormente por James Whale, entre otros-, y que fundamentalmente se erige al servicio de la rutilante star Leonardo DiCaprio -adelanto ya que el elemento más molesto del film-.

Partiendo de esa premisa, he de señalar que finalmente esta película resulta un intento desigual pero bastante digno de combinar esa dualidad CINE DE AVENTURAS - CINE COMERCIAL ACTUAL.

Hay que decir en primer lugar que, contra todo pronóstico, la película no aburre en sus más de dos horas de metraje. Parte de un interesante guión -muy superior a su funcional y mecánica puesta en escena, ambos obra del mismo nombre; Randall Wallace- que sabe entrelazar los conflictos de los personajes en escena, trazando una serie de líneas paralelas que contribuyen a hacer interesante su visionado. Lógico partiendo de la premisa literaria de la obra de Alejandro Dumas, pero no es menos cierto que se hace de notar un cierto esfuerzo en la creación de personajes y giros folletinescos que paulatinamente van creando un tamiz entrelazado.

Junto a ello, y con un adecuado diseño de producción -que ni logra rememorar el encanto del cine de aventuras de antaño, pero tampoco se hace notar en demasíada ostentación-, podemos observar que Wallace no es capaz de lograr grandes hallazgos de puesta en escena -hay un apunte excelente en los primeros minutos: ese juego del Rey de apresar a su conquista Christine por medio de las fuentes de palacio-, pero tampoco incurre en excesos tan evidentes en el actual cine mainstream. Ello no evita que de vez en cuando introduzca algún innecesario ralenti -solo uno de ellos es justificable y no se aprovecha bien; la última carga de los mosqueteros-, vuelos supersónicos de espadas -como en la ya mencionada ROBIN HOOD-, excesos de gruas panorámicas para mostrar decorados, la pobreza por contra de alguna exhibición de extras (cuando los parisinos protestan en las puertas del palacio) o la presencia de una molestísima banda sonora encargada de subrayar insistentemente aquellos momentos que la imagen debería destacar por sí misma.

Por otro lado, es evidente que se ha cuidado notablemente la presencia de secundarios a la hora de encarnar a los mosqueteros, destacando entre ellos Garbiel Byrne (D’Artagnan) que sabe expresar con sutileza su obligada fidedidad al rey, y Jeremy Irons que aporta tormento y cierto sentido del humor en su encarnación de Aramis. En su defecto, la presencia de ese niñato andrógino que supone una de las mayores estrellas cinematográficas de nuestros días -lo comparo con Michael Jackson en el mundo del cine-, contribuye un enorme lastre para el interés de un film entretenido y que se sigue sin esfuerzos. Jamás entenderé ni los esfuerzos de directores como Spielberg o Scorsese de entregar personajes a priori interesantes a una presencia negada en la pantalla, que no actúa sino que ofrece un recital de blandura y gestitos molestísimos, en vez de una verdadera interpretación -solo Lasse Hallström logró un buen trabajo de este mojigato-. En los primeros minutos hay una secuencia reveladora de este enunciado: el arrogante rey Louis está en la cama con una de sus conquistas ambos con el torso desnudo. Pues bien, cuesta trabajo averiguar quien es el hombre. Mas bien parece una escena de amor lésbico.

Por cierto, la idea de la máscara de hierro que es exhibida durante el baile para turbar al arrogante rey, parece extraída del momento cumbre de la cormaniana LA MÁSCARA DE LA MUERTE ROJA pero, indudablemente, con escaso acierto.

Calificación: 2