MY BLUEBERRY NIGHTS (2007. Wong Kar Wai)
Lo confieso. No soy un seguidor de la andadura del director asiático Wong Kar Wai. Ello no quiere decir que no considere su cine desprovisto de interés. Me gustó bastante su mitificada HUA YA DE NIANG HUA / IN THE MOOD FOR LOVE (Deseando amar, 2000) –aunque ni de lejos la sitúe, como así piensan no pocos aficionados, entre las mejores películas de la década que acabamos de dejar atrás-, aunque ello no fue motivo suficiente para seguir el resto de su –por otra parte no muy extensa- filmografía. Es posible que ese desapego se produzca ante mi personal distanciación hacia el cine oriental –no estoy en esa onda, que se le va a hacer-. De todos modos, el recuerdo de una película tan atractiva como la anteriormente citada, y la curiosidad de suponer el primer film occidental rodado por el director hongkonés, además del previsible atractivo que presentaba una historia que se desarrollaba como un viaje iniciático por la cultura y geografía norteamericana, eran premisas lo suficientemente jugosas para intentar ofrecer una mirada a MY BLUEBERRY NIGHTS (2007). Su visionado, además de producirme una relativa decepción, y si hubiera tenido oportunidad de contemplar más títulos suyos, me hubiera inducido a pensar que nos encontramos ante una película que marca una cierta regresión en las virtudes que hicieron de este cineasta una figura de culto –algo que al parecer se vio ratificado en nuestro país cuando esta película fue exhibida en el Festival de Valladolid de 2007, aunque tardara un año largo en ser estrenada en las pantallas de nuestro país-.
Elizabeth (Norah Jones) es una joven que vive en carne propia la dolorosa sensación del desengaño amoroso. Para intentar superar ese trauma decidirá romper con la vida que ha llevado hasta entonces, no sin antes conocer a un joven y bohemio propietario de un café –Jeremy (Jude Law)-, decidiendo embarcarse en un largo viaje a lo largo de una hipotética “América Profunda”. Un recorrido en el que la joven, con el objetivo material de trabajar para poder comprarse un coche, en realidad busca encontrarse a sí misma, y lo hará a través de la vivencia de diferentes situaciones, todas ellas unidas por la dolorosa experiencia del amor. Es así como irá apareciendo un policía dominado por su adicción a la bebida (David Strathairn), aunque en realidad traspasado por el rechazo de su joven esposa (Rachel Weisz), que culminará trágicamente su tormento interior. Esa huída también acercará a nuestra protagonista –que no ha dejado de comunicarse con Jeremy a través del envío de constantes postales que este no ha podido responder-, a una joven jugadora –Nathalie Portman-, que también vive en su interior la espinosa relación que mantiene con su padre –al cual nunca veremos en pantalla-. Serán todos ellos, puntos de referencia, que servirán para que nuestra protagonista asuma otra visión de su propio estado vital, y retorne de nuevo a ese New York que dejó cuando se encontraba traumatizada.
Sin dejar de reconocer que nos encontramos con un producto que combina con astucia su alcance juguetón con unas bien insertadas pinceladas de dramatismo, que algunos de sus instantes poseen una considerable belleza plástica, o que la dirección de actores resulta acertada –aunque en algunas ocasiones se ceda a la molesta tentación del show de alguno de sus intérpretes-, lo cierto es que la sensación que uno tiene tras contemplar MY BLUEBERRY NIGHTS, es la de saborear una tarta –y la analogía no es baladí- a la que soplan las velas de su sabor antes de que pueda ser degustada. La tentación del realizador hongkonés de articular bellas imágenes –en ocasiones con marcada tendencia publicitaria-, no se detiene en una molesta utilización del ralentí, sino en la saturación de su patina fotográfica y, en conjunto, asumiendo en todo momento la sensación de asistir a una película en la que su manierismo formal se superpone al débil sustrato dramático que, en determinados momentos, esta deja entrever. Es en las secuencias en las que la debilidades fotográficas quedan en un segundo término, deteniéndose la cámara en las confesiones y debilidades de sus personajes, cuando en realidad MY BLUEBERRY… alcanza cierta vida propia. Será en instantes como los confesionales mostrados por el personaje encarnado de forma magnífica por el ya citado Strathairn, o ese fragmento final que ilumina la presencia y alegre fuerza de la espléndida Nathalie Portman –un episodio en el que la película parece despegar del todo, aunque ya sea un poco tarde para ello-. Por momentos, parece que nos encontremos ante una extraña reedición de la lejana ONE FROM THE EARTH (1982, Corazonada) de Francis Ford Coppola, o incluso en el reino de una película tan simpática como vilipendiada –SLAVES OF NEW YORK (Esclavos de Nueva York, 1989) de James Ivory. En esa mixtura entre la banalidad y el esteticismo desaforado, un cierto grado de narcisismo parece vislumbrarse cuando Wong Kar Wai no duda en citarse a sí mismo, al recurrir al célebre tema musical de su obra más conocida, que es reiterado como una variación en esta ocasión.
En definitiva, pese a los defensores que la película tuvo y sigue teniendo, MY BLUEBERRY NIGHTS es una propuesta tan simpática como insustancial, tan brillante en su aspecto exterior como poco consistente en su regusto dramático. Un producto complaciente, destinado a mentes acríticas, y que bajo su despliegue visual esconde bastante poco. Quizá tan solo la autocomplacencia y blandura de una película que podía haber aspirado a cotas más altas aunque, justo es reconocerlo, albergue en su conjunto al las formas de una formulación visual tan atractiva como en no pocas ocasiones empalagosa.
Calificación: 2