A PASSAGE TO INDIA (1984, David Lean) Pasaje a la India
“La India puede ser perturbadora” le dice en un momento determinado Mrs. Moore (Peggy Ashcroft) a Adela Quested (July Davis), joven prometida de su hijo. En el fondo lo que relata A PASSAGE TO INDIA (1984) –PASAJE A LA INDIA- es la historia de una fascinación occidental hacia una cultura milenaria, tal y como adelantan los sencillos títulos de crédito que se acercan progresivamente a pinturas hindúes –acompasadas por el inolvidable tema musical de Maurice Jarre, en mi opinión el más hermoso de toda su carrera como compositor cinematográfico-.
Creo que la mayor cualidad de una obra maestra como A PASSAGE TO INDIA proviene de la extraordinaria cohesión que la película adquiere en su condición de superproducción y el intimismo de su desarrollo. Es evidente que David Lean tomó con una especial inspiración la que sería su obra póstuma –aún inició la preproducción de NOSTROMO basada de la novela de Joseph Conrad pero el proyecto no sobrepasó dicha condición-, depurando el estilo que había implantado en sus anteriores realizaciones hasta configurar un relato de extremada sobriedad pese al esplendor visual de sus secuencias.
Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de una película en la que la lógica interna de sus imágenes respondiera a sus necesidades dramáticas. Todo en esta adaptación de la novela de E. M. Foster fluye casi por derecho propio, con secuencias dialogadas y otras en la fuerza de sus planos es tal que sobra cualquier otro complemento. En esta ocasión y de forma insólita en un film, Lean firmó sus créditos como edited and directed. Es decir, que se responsabilizaba de su montaje –caracterizado por una fluidez admirable-. Del mismo modo decir que PASAJE A LA INDIA es una película que versa sobre los conflictos raciales latentes en la India colonizada por los británicos quizá sería empobrecer o menospreciar su enorme categoría.
Pero vayamos al resumen de su argumento. En el inicio de este comentario hacíamos mención a Mrs. Moore –cuyo hijo es el juez de paz de la localidad que visitan- y Adela Quested. Ambas viajan a la India y casi de inmediato –la conversación con el veterano oficial británico y su atildada esposa en el viaje en tren- apreciarán la intolerancia existente entre la clase británica y los nativos, a quienes consideran “de otro estrato”. En su contacto con las colonias se relacionan con dos personas que les abrirán las puertas de una tolerancia innatas en ellas. Serán por un lado el profesor inglés Fielding (James Fox) comprensivo ante la idiosincrasia de sus habitantes, y de otro el humilde Dr. Aziz (Victor Banerjee). Este último es un nativo viudo y con dos hijos, amable y que rápidamente mente estrecha su relación con la más veterana de las dos mujeres –excelente la secuencia de su encuentro casual en la mezquita-, aunque el devenir del relato y su desarrollo dramático le incline hacia Adela. A pesar de ello la joven se encuentra inicialmente más ligada a Fielding y llegará a plantear su ruptura con el hijo de Mrs. Moore, con quien le separa un abismo de sensibilidades. La excursión de las dos mujeres junto con el médico hindú lleva a una extraña situación en una cueva entre Aziz y Adela que finalizará con la huída de esta por un terraplén y la acusación al primero de intento de violación. Ante esta detención las “fuerzas vivas” británicas allí destacadas y en un desesperado intento de dominación ejercen un nada solapado intento de acusación cerrada hacia Aziz, al que prácticamente se despoja de cualquier derecho. Será teniendo como fondo un estallido popular cuando el juicio de este contará con el inesperado testimonio favorable de la propia denunciante, mientras que por otro lado Mrs. Moore abandona un mundo al que su redescubrimiento en la India le ha servido para aceptar su destino. Poco tiempo después Fielding establecerá relaciones sentimentales con la hija de la veterana inglesa mientras que Aziz, ya elevado en su estatus social aún conservará la ilusión de retornar con Adela. Una vez más, el destino es el que marca los acontecimientos siempre y cuando estemos preparados para recibirlos, tal y como señala el singular Godbole (Alec Guinness), presente en los momentos más relevantes de la historia.
Para llevar al mejor puerto posible una historia como la de A PASSAGE TO INDIA, David Lean optó en primer lugar por la recreación de un escenario hindú de resonancias literarias en el que no faltan ni las evocaciones ensoñadoras ni las estampas coloristas en aras de una visión idealizada de la misma para acentuar el contraste entre la mirada sorprendida de las dos protagonistas de la historia. Para simbolizar esas características el realizador aplica la metáfora del agua como elemento de unión de toda la estructura de su historia. El agua aparecerá ya en la primera secuencia del film y cerrará el mismo, teniendo su impecable presencia en todos sus momentos más relevantes, de una forma que recuerda por su intensidad algunas célebres películas de Peter Weir o quizá la lejana pero imborrable EL RÍO (The River, 1950. Jean Renoir)
Podría decirse que PASAJE A LA INDIA es una película telúrica y de sensaciones ya que la puesta en escena de Lean –generalmente tendente a los planos fijos y casi contemplativos (de diferente carácter, eso sí), con la perfección de su montaje y la intersección de planos generales con otros de mayor cercanía y elección de exteriores realmente asombrosa-, incide en su disfrute a través de la transmisión emocional de sus imágenes. Que a partir de las mismas se pueda hacer una lectura del colonialismo inglés o más aún de una cultura reprimida por una educación victoriana que contrasta con otra de mayor tradición y más abierta en determinados niveles esenciales al ser humano no deja de ser un elemento de interés suplementario. Y es que la película postrera de David Lean destaca por la perfecta definición de sus personajes, la extraordinaria distribución de sus niveles dramáticos y la sabia combinación de secuencias de masas y otras de carácter más íntimo sin que la coherencia interna del film se vea deteriorada.
El equilibrio interno del relato se ve potenciado por set-pieces en ocasiones deslumbrantes pese a la aparente simplicidad que potencian sus elementos. La fiesta de bienvenida de club inglés a las nuevas visitantes es un ejemplo de ello ya que logra establecer una asombrosa textura visual con la ayuda del vestuario de las nativas y su propia singularidad dentro del círculo en el que participan como simples espectadoras.
Por otra parte la sensualidad y el carácter telúrico de la película tiene uno de sus momentos más álgidos con la larga y modulada escena de la incursión de Adela en plena selva, en la que queda hechizada ante las ruinas de un templo. Hay que dejarse llevar por la perfección de la planificación y su impecable montaje para llegar a percibir ese impacto emocional que posteriormente tendrá su prolongación en la larga secuencia de la excursión a las cuevas, que tendrá diferentes gradaciones hasta llegar al climax del contacto entre la joven inglesa y Aziz, en la que estalla la sexualidad reprimida de la joven. En ese mismo fragmento la ya anciana Mrs. Moore vislumbrará el miedo a “un universo sin Dios”, pero será precisamente esa meditación la que le hará aceptar la cercanía de su propia muerte. Una aceptación del destino para la cual habrá sido fundamental la sabiduría de Godbole, quien en otro momento de gran belleza despedirá la salida de la anciana británica en tren casi vaticinándole su inminente fallecimiento, producido en otro admirable instante en plena travesía en barco que la devolverá a esa agua que se convierte en leiv motiv del film.
Podríamos detenernos a enumerar momentos, secuencias y texturas, pero lo cierto es que A PASSAGE TO INDIA se ofrece como un todo admirable en el que David Lean modula con sabiduría elementos como el vestuario y la ambientación, el excepcional cromatismo de su fotografía en color –obra de Ernest Day- y, por supuesto, la asombrosa dirección de actores basada en sutiles miradas y sensaciones, en la que es difícil destacar por separado los componentes de su reparto. De cualquier forma por el propio peso en el relato cabe mencionar la perfección con la que July Davis transmite la evolución en la personalidad de Adela; la justa correspondencia que transmite Peggy Aschroft en su refinada encarnación de Mrs. Moore; el carácter místico y la poderosa mirada del Godbole compuesto por un Alec Guinness que finalizaría así su larga colaboración con Lean; la dualidad en la personalidad de Aziz encarnado por Victor Banerjee en el fondo convencido de su inferioridad hacia los ingleses y finalmente aplicando su justificado desprecio a los colonizadores. En este capítulo no sería justo omitir la excelente labor del siempre magnífico James Fox dando vida a Fielding.
Siendo como es un realizador valioso no me encuentro entre los exégetas del cine de David Lean. Cierto es que entre los nueve títulos suyos que he visto aún se encuentran ausentes algunos de los más populares. Sin embargo, en otras de sus célebres producciones encuentro una cierta ampulosidad que en ocasiones empobrecen sus resultados. Afortunadamente creo que nada de ello se manifiesta en esta admirable película en la que por fortuna el británico ofreció lo mejor de sí mismo y que concluye con una secuencia de una sobriedad e intensidad dramática que por momentos me recordó la rotundidad del final de SIETE MUJERES (Seven Women, 1965) -otro testamento cinematográfico, en este caso el de John Ford-. Esta valoración casi me lleva a considerar PASAJE A LA INDIA como quizá la mejor película de cuantas he visto en la década de los ochenta, generalmente considerada como la menos pródiga en grandes films de la historia del cine y de la cual esta constituye una hermosa excepción.
Calificación: 4’5
3 comentarios
Felipe de Jesùs Guerrero Pèrez -
Ángel Weruaga Prieto -
Muchas gracias por tu blog, una luz entre a vecss tanta mediocridad.
diego rodriguez -