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CINEMA DE PERRA GORDA

MR. DEEDS GOES TO TOWN (1936, Frank Capra) El secreto de vivir

MR. DEEDS GOES TO TOWN (1936, Frank Capra) El secreto de vivir

Ubicada entre dos títulos igualmente brillantes dentro de un periodo ya de madurez en su obra –BROADWAY BILL (Estrictamente confidencial, 1934) y la fantástica LOST HORIZONS (Horizontes perdidos, 1937)- MR. DEEDS GOES TO TOWN (El secreto de vivir, 1936), supone una de las primeras y más características muestras de esa variante capriana de la screewall comedy en la que finalmente los motivos de comedia iban dando paso a una ingenua apuesta por el idealismo de las instituciones norteamericanas, y al mismo tiempo bajo ella mostrar una mirada desencantada y cercana al más desaforado melodrama, en la que los más bajos instintos de la misma sociedad se adueñaban de la función hasta que –lógicamente- en los compases finales, los planteamientos positivos se impusieran.

Pero es que por encima de ese rasgo, y MR. DEEDS GOES TO TOWN es una buena prueba de ello, lo importante del cine de Capra no es la reiteración y constancia en estos temas –que muchos miraron con condescendencia-, sino las expertas y sensibles manos cinematográficas con las que se lograban unos productos más arriesgados de lo que pudieran parecer, conduciéndolos generalmente con mano maestra en la planificación, utilización de los escenarios, timming cómico, en la intersección con instantes emotivos y decididamente melodramáticos o en la propia dirección de actores.

Todo un cúmulo de rasgos que facilitan el reconocimiento del mundo visual y temático de Capra, y que tienen en MR. DEEDS... un ejemplo reconocido y admirado –es una de sus comedias de verdadero culto popular en Estados Unidos-. Una vez más, la película toma forma a partir de un planteamiento tan insólito como sencillo: fallece un magnate de la empresa y su fortuna de veinte millones de dólares es heredada de forma insospechada por un idealista joven caracterizado por escribir sencillos poemas a los vecinos que se lo encargan y tocar el trombón como elemento de distracción, ya que forma parte de la banda de música de la localidad. Longfellow Deeds (un memorable Gary Cooper) acoge con inusual escepticismo la noticia de la herencia y viajará hasta Nueva York, donde rápidamente conocerá los agobios de la gran ciudad y parte de la fauna que en ella puebla, en la que domina la rapiña y el interés por aprovecharse de su persona y de su fortuna. A ello contribuirán desde los componentes de la empresa de administradores Cedar que no dejan de insistir para que su herencia sea administrada por ellos y al mismo tiempo esconder sus cuantiosas irregularidades, hasta una pintoresca asociación de amantes de la ópera que lo nombran presidente para que se haga cargo de la deuda que estos mantienen y que se eleva a 180.000 dólares. Sin embargo, de todos estos personajes, destacará la audacia y cinismo que inicialmente manifestará la experta periodista Louise Bennett (ejemplar Jean Arthur), quien se introduce en el mundo de Deeds y logra de este sorprendentes facetas para trasladarlas posteriormente en burlonas crónicas de prensa que logran ofrecer una imagen estrafalaria de nuestro personaje.

Pese al aire avispado que permite a Deeds descubrir buena parte de la carroña que le rodea, no acierta a descubrir la farsa que esconde su aparente amiga, que una vez ha publicado un par de crónicas burlonas –incluso bautizándolo como la “cenicienta masculina”-, descubre su bondad y se enamora perdidamente de él, incluso decidiendo abandonar la profesión para no herirlo más. Sin embargo los mandatarios de Cedar verán como nuestro protagonista decide tras descubrir la verdadera condición de Louise, repartir su cuantiosa herencia entre los ciudadanos necesitados que sobrellevan con estrecheces la gran depresión norteamericana.

Es por ello que el bufete de abogados plantea una oscura reclamación de otro familiar del difunto y llevan a juicio a Deeds, alegando que no se encuentra mentalmente en disposición de asumir el montante de esta herencia. Como se podrá deducir la vista será un cúmulo de acusaciones falsas en contra de Longfellow, quien prefiere renunciar a la defensa, fundamentalmente basado en el desencanto que ha sufrido con su relación con la periodista. Será sin embargo esta quien casi al finalizar la vista logre devolverle el suficiente espíritu como para que reacciones y de la vuelta a los absurdos argumentos establecidos, logrando salir victorioso de la misma, aclamado por los presentes, y recuperando a su amada.

Es indudable que buena parte de estos argumentos –obra de Robert Riskin y basado en una historia de Clarence Budington Kelland- pueden parecer cuanto menos pueriles en unos tiempos como los actuales –incluso sus villanos quizá puedan mostrarse candorosos para la fauna de sinvergüenzas de toda índole que rodea el mundo de nuestros días-. Sin embargo, lo que no puede negar nadie es que Frank Capra era un realizador de primera línea, y también en esta película da sobradas pruebas de su categoría en la materia. Desde la incorporación de elementos heredados del splastick mudo –la impagable secuencia en la que todos los criados de Deeds ejecutan un concierto jugando con el eco del enorme vestíbulo de la mansión; las propias bajadas de este por la lujosa barandilla-, el impagable retrato –compartido con otras comedias de aquel periodo- de la actuación de la prensa, o quizá uno de los rasgos más destacables del film, como es la introducción de elementos dramáticos punteados con detalles cómicos. Entre ellos cabría destacar la aparición del granjero desesperado a casa de Deeds, quien le muestra angustiado su situación en bancarrota y posteriormente la ovípara cena que engulle ante la presencia aprobadora del protagonista; el plano sorprendente que muestra a la masa de trabajadores que se encuentra guardando cola para adquirir la parcela que le brinda Deeds, mirando con indisimulado nerviosismo el bocadillo que este se come, y que provoca que este invite a todos a comer. Pero es innegable señalar que por encima de todos ellos se encuentra el hermoso instante en el que Deeds lee a Louise uno de sus sencillos poemas revelándole su amor ante la puerta de su casa. Ella llora emocionada y él se marcha apresuradamente tropezándose con todo lo que encuentra a su paso. Un ejemplo destacable de esa facilidad que estos grandes directores –Ford, Hawks, etc.- tenían para mostrar esa dualidad de los sentimientos humanos trasladados a su vertiente cinematográfica.

Pese a esta brillantez, no sería justo si dejara de destacar que en la película se observan una serie de fallos de ritmo –especialmente en su primera mitad-, y por otro lado la actitud del protagonista durante su juicio obedece fundamentalmente como elemento de contención para resolver finalmente el conflicto y alargar un poco más estas escenas, aunque en él no se logre esa catarsis que sí se aprecia en otros títulos de su realizador. De cualquier forma, MR. DEEDS GOES TO TOWN es un ejemplo de esa febrilidad creadora de Frank Capra, a la que el paso del tiempo realmente está devolviendo su prestigio como figura destacada en el cine norteamericano.

Calificación: 3

2 comentarios

santi -

para mi es la mejor pelicula de capra , el 3 se queda corto , una maravilla , lo malo es que no es de sus mas conocidas

Miguel -

alguien sabe el poema que le dice el sr. deeds pam doxon pero al castellano bien traducido no el traduccion del google.