STATE OF THE UNION (1948, Frank Capra) El estado de la unión
Tras el estrepitoso fracaso que –aunque hoy día parezca incomprensible- vivió IT’S A WONDERFUL LIFE (¡Que bello es vivir!, 1946), Frank Capra acometió la que sería última película de su propia firma productora -Liberty Films-, a partir de una adaptación de la obra teatral de Howard Lindsay y Russel Crowe, que desarrollaron como guión en la gran pantalla Anthony Veiller y Myles Connolly. Asumiendo viejos temas ya tratados en la obra de Capra durante la década precedente, y con el concurso de la popular pareja formada por Spencer Tracy y Katharine Hepburn, el gran realizador siciliano firmó STATE OF THE UNION (El estado de la unión, 1948), una película irregular pero siempre atractiva, y desconcertante en la medida que la certeza de albergar algunas de las mejores secuencias del cine de su autor, lleva aparejado el hecho de ciertas debilidades narrativas –algunos instantes abruptos-, junto a no pocos ingenuidades ideológicas. Lo cierto es que pese a ese sustrato idealista y anticomunista que plantea su enunciado, la visión de los recovecos que plantea la película, se rebela de inquietante pertinencia más de seis década después de su realización.
STATE OF… se centra en el interés demostrado por la magnate periodística Kay Thordnyke (Angela Landsbury), por promocionar a un magnate de la aviación que además es su amante –Grant Matthews (Spencer Tracy)-, como candidato a aspirar a la presencia de los Estados Unidos por parte del partido republicano. Para ello encargará de tal cometido al veterano activista del partido Jim Conover (Adolphe Menjou), sobrellevando su campaña de manera directa Spike McManus (Van Johnson). Pero todos comprenderán desde el primer momento que para que la postulación prospere, deberán luchar con dos graves inconvenientes. El primero es la singular manera que Matthews tiene de entender la vocación política, muy al margen de lo comúnmente establecido. El segundo será mantener la imagen de matrimonio unido, puesto que la relación del posible candidato con la mandataria periodística perjudica su imagen. Por ello se recurrirá a la colaboración de su esposa –con la que se mantiene bastante distanciado-, sin saber que esta ama con intensidad a Grant, hasta el punto de brindarse como su mejor aliada.
Si en alguna ocasión se pudiera establecer con ejemplos la denominada teoría del “cine de actor” –que incluso en nuestros días tiene exponentes bastante cercanos-, en el caso de la figura de Spencer Tracy el film de Capra podría estar situado como el eslabón intermedio de otros dos títulos protagonizados por él –KEEPER OF THE FLAME (1942, George Cukor) y la posterior THE LAST HURRAH (El último hurra, 1958. John Ford). En especial, uno parece intuir que sin el referente que comentamos, Tracy jamás hubiera protagonizado aquel elegíaco aunque un tanto caricaturesco film fordiano, que por cierto elije como uno de sus motivos visuales centrales, la misma escenografía de la secuencia inicial –esa escalera sobre la que en esta ocasión se situará el magnate de la prensa en sus horas finales –Sam Thornyke (Lewis Stone)-. Hasta allí acudirá su hija –con la que se presume no ha mantenido buenas relaciones- para realizar un último y dramático encuentro. Será un primer episodio percutante que sorprenderá al espectador, describiendo tanto la fuerte personalidad de la familia –el padre se suicidará en off cuando su hija abandone su lecho-, como la dureza de Kay, quien actuará con aparente frialdad ante la constatación del suicidio de su padre –de quien va a heredar su fortuna e influencia mediática-, aunque entre sombras y aislada de los flashes estalle en llanto. El brevísimo y sorprendente plano medio posterior nos la mostrará ya disfrutando del ego que le proporciona la herencia recibida. A partir de este noqueante comienzo, STATE OF… se despliega como una nueva demostración de la versatilidad de un Capra capaz de insertar los tintes del drama entremezclado con elementos de la comedia más desaforada. Todo ello quedará articulado en torno a la dualidad que plantea una película que parece evolucionar en medio de sendas líneas concéntricas. Una de ellas –estimo que casual-, el hecho de suponer otro film protagonizado por la pareja Hepburn y Tracy, y el otro una nueva mirada de su artífice sobre temas y cuestiones ya planteadas en diversos de sus títulos previos, configurando ese mundo que en su momento gozó de gran éxito, pero que con posterioridad fue la base para su subsiguiente –injusta y más adelante frustrada- defenestración. En este último ámbito, justo es reconocer que esta apuesta se erige con un cierto alcance de senilidad en sus postulados, aunque ello no permita en modo alguno concluir que en sus imágenes las cualidades que hicieron de Capra un primerísimo cineasta se encuentren ausentes.
Y es que aún teniendo que reconocer que en la película que tratamos, se inserten una serie de irregularidades y aspectos que pueden inducirnos a pensar en un cierto agotamiento por parte de su artífice, y que ese discurso planteado ofrezca no pocas ingenuidades, lo cierto es que una vez más el italo-americano sabe imbricarnos en el desarrollo de un drama barnizado con los tintes de la comedia –base sobre la que se sostuvo la mayor parte de su obra-. Capra demostrará en esta combinación la facultad que poseía para asumir planteamientos screewall e incluso heredados del slapstick, junto a otras secuencias caracterizadas por su dramatismo o, en su defecto, por un carácter confesional acusado –algo de lo que tendremos ejemplos pertinentes con el largo parlamento, casi en plano fijo, que recogerá la primera noche de reencuentro del mal avenido matrimonio, o en los parlamentos que ambos pronunciarán en la ridícula concentración emitida por radio y televisión –otra analogía con la citada THE LAST HURRAH-. Se trata de exponentes de esa capacidad por parte del realizador para imbricar dos géneros tan contrapuestos con una facilidad pasmosa, de dibujar personajes protagonistas y secundarios de diferente trazado e innegable comicidad –esa sirvienta solterona que se encuentra en la instalación hotelera comandada por Conover-, o en la pasmosa facultad del cineasta siciliano para establecer secuencias corales de gran complejidad –la que describe la ya citada concentración de presentación del candidato, en la que por otras parte comprobaremos que ya en 1948 existían las televisiones de pantalla plana-, asomando por su trazado lo alocado con lo sincero –la constatación del cambio de personalidad de Matthews, comprobada en los dos episodios en los que él pilota, siempre tomando como referencia el punto de vista que muestran su esposa y McManus-. Una vez más, nos encontramos con esa dotación para combinar la comedia y el drama, patrimonio de realizadores como Ford, Borzage o McCarey, y que en esta ocasión mostrará su perfil en una película que se dirige de forma fundamental a los sentimientos -antes que el seguimiento de la narración-, en la que sus episodios más relevantes suceden en off –la rapidez con la que Conovan asume apoyos de cara a la convención, extraídos de una fauna humana siniestra, los discursos del candidato que tanto repercuten en los posibles electores, demostrando esa ingenuidad del norteamericano a la hora de dejarse llevar por un líder, que puede parecer lejana pero que en realidad quizá no lo sea tanto; el fenómeno Obama sería una buena muestra de ello-.
La capacidad para articular diferentes trazados dramáticos y cómicos, de los que el mencionado episodio final supone su ejemplo más pertinente y asombroso, preludiando ese otro episodio final de la posterior y estupenda POCKETFUL OF MIRACLES (Un gangster para un milagro, 1961), es una cualidad que Capra no había perdido en absoluto en aquellos momentos, por más que STATE OF THE UNION adolezca de esa ausencia de rotundidad, que hubiera permitido lograr de su conjunto uno de los exponentes más valiosos de su filmografía. Sin llegar a alcanzar esa cima, no por ello vamos a menospreciar un conjunto notable y valiente en no pocos aspectos, en el que me gustaría destacar la extraordinaria labor de un Adolphe Menjou en estado de gracia, encabezando una espléndida dirección de actores, en la que tampoco sería justo omitir la breve pero impagable aportación de la veterana Maidel Turner, encarnando a la esposa de un juez republicano de convicciones demócratas, quien quedará fascinada por la franqueza que le muestra la esposa de Matthews.
Calificación: 3
2 comentarios
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Siempre se te es grato de escuchar, amigo. Tengo en cartera el visionado de
algún Capra mudo del que tengo muy buenas referencias -PASA DEL CIRCO-. Y
si, sigo prefiriendo DAMA POR UN DIA entre el ya copioso caudal de títulos
suyos que he visto, aunque cada vez más me asomnbra lo campacto del conjunto
de su obra.
Otro abrazo para ti
JC
El 12 de noviembre de 2010 18:21, Blogia <
thecinema.2010111001....@email.blogia.net
Cristóbal -
Reconozco que mi relación con Frank Capra no atraviesa sus mejores momentos, pero estas Navidades volveré a ver Qué bello es vivir y Arsénico por compasión.
Por cierto, ¿sigue siendo tu preferida Dama por un día?
Un abrazo, fiera.
Cristóbal.