THE MIRACLE WOMAN (1931, Frank Capra) La mujer milagro
Según vamos descubriendo algunos de los primeros films sonoros de Frank Capra se van anticipando bastantes de los elementos que posteriormente se configurarían como característicos de su cine. Ya en algunos de sus títulos mudos –los que dirigió para el cómico Harry Langdon-, marcaron en el italiano su gusto por las apostillas cómicas generalmente centradas en los personajes secundarios. Sin embargo, si algo manifiesta THE MIRACLE WOMAN (1931) –LA MUJER MILAGRO en España- es tanto la presencia de un “mundo Capra” que muy pronto se adueñaría de su obra como –en este caso se incide en el poder de manipulación de las masas-, fundamentalmente, un hombre de cine preocupado por las posibilidades expresivas del medio al que ya demostraba una más que considerable destreza.
Y es que no se puede definir de otra forma esta extrañísima comedia dramática, en la que una mirada atenta permite comprobar el interés del realizador por trascender mediante la puesta en escena las limitaciones melodramáticas de la historia que tiene entre manos. Y esa característica se puede manifestar ya en el dinamismo de la sorprendente secuencia de apertura, en la que la protagonista se enfrenta a toda la feligresía de una parroquia cuyo párroco es su padre, que acaba de fallecer. Tanto la planificación y el ágil montaje como la excelente labor de una jovencísima e impactante Barbara Stabwyck, encarnando a Florence Fallon, pronto será captada por un empresario de espectáculos con pocos escrúpulos –Bob (Sam Hardy)- para utilizar su destreza ante el público y brindarse como una de las predicadoras milagreras tan habituales en la sociedad norteamericana. En algún comentario se ha reprochado que THE MIRACLE WOMAN se olvide en buena medida del tratamiento del tema central sobre el que gira el film –y del que en los rótulos iniciales se hace especial mención-. Sin embargo, no creo que ello sea motivo para oscurecer los méritos de una película ciertamente singular que destaca por su constante inventiva cinematográfica.
Pero comentemos un poco su argumento. La hermana Fallon muy pronto desarrollará su show de masas, en el que utilizarán los habituales y multitudinarios coros con la presencia de falsos enfermos. Todo ello en una escenografía en la que están presentes fieras salvajes en el interior de una gran jaula. En una de sus citas conocerá casualmente a John Carson (David Manners), un ex piloto ciego y descreído de la vida que ha acudido al espectáculo animado por su casera. Será el principio de una intensa relación que se establecerá entre ambos y que pronto se convertirá en verdadero amor. Sin embargo, el promotor de Fallon nunca ha ocultado su pretensión de convertirse en su amante, proposición que esta rechaza, amenazando con denunciarla si prosigue con la intención de seguir con Carson. La situación se tensará en una secuencia de encuentro entre los tres personajes, hasta que finalmente el fuego destrozará el escenario donde Fallon iba a actuar por última vez y confesar la falsedad de sus talentos religiosos. La esperanza se abrirá para los dos amantes en la imagen final, donde vemos a la antigua predicadora leyendo -formando parte del ejército de salvación-, una carta de su amante en la que le indica que se está curando de sus heridas e incluso hay una lejana posibilidad de librarse de la ceguera.
Es evidente que el paso del tiempo ha dejado bastante anticuada la capacidad de denuncia sobre los falsos predicadores que podría albergar esta película –ahí tenemos el ejemplo de la conocida y un tanto sobrevalorada ELMER GANTRY (El fuego y la palabra, 1960. Richard Brooks). Sin embargo, sigo pensando que no fue esa la intención prioritaria al realizar esta película, en la que constantemente se detectan detalles, momentos, planos e incluso secuencias, en la que las modernidad de su narrativa sigue inalterable. Y podemos hablar en primer lugar –y es muy visible en este film- el uso de constantes elipsis a las que creo que Capra recurría bastante a menudo a la hora de soslayar los detalles de sus historias que no le parecían prioritarios, pero que sorprenden por los largos espacios de tiempo que albergan y que de alguna manera contribuyen a la desdramatización de la historia. Y podemos comprobar eso en el que se produce en el inicio de la película –tras el encuentro con Bob y que finaliza mostrando a Fallon ya en pleno espectáculo- o el que prácticamente le da cierre –tras el incendio y el rescate de los dos amantes, pasamos a ver a la antigua predicadora varios meses después en el ejército de salvación, con semblante feliz, y leyendo un breve telegrama de John, mientras casualmente lo mira su antiguo promotor que ya se encuentra actuando de “manager” de un boxeador-.
Pero THE MIRACLE WOMAN deporta bastante más sorpresas en su desarrollo. Desde la escenografía de la secuencia en la que Fallon desarrolla su primer show al espectador, con los coros de figurantes y la gran jaula con leones en la que se introduce a la que introduce a Carson en su primer encuentro y cuando este se ofrece como voluntario –el que tenían preparado se ha quedado borracho y dormido-, hasta los fundidos que ofrece con las cartas que la predicadora va enviando al joven invidente –recortando las letras y pagándolas en un papel grande-, que con justeza nos muestran la intensidad de su relación, pasando por el detalle del busto que este adquiere –y muestra involuntariamente la casera delante de Fallon- al objeto de poder apreciar que aspecto tiene la mujer que tanto le ha impresionado por la voz, pasando por una impagable galería de falsos enfermos y tullidos que parecen salidos de un film de Browning o el protagonismo que adquiere en el desarrollo del sentimiento entre los dos amantes ese muñeco con el que John ejecuta sus habilidades como ventrílocuo y le hace expresar aquello que quizá él no se atreve a expresar.
Es sin duda en el desarrollo de esta melodramática pero muy sensible historia de amor entre Fallon y Carson, donde se centra el mayor interés de esta película. Una vinculación que a él le devuelve su ilusión por la vida y a ella la oportunidad de huir del mundo de falsedad en que había tomado parte a cambio de lograr un bienestar personal. Y dentro de esos rasgos hay que destacar dos momentos que se deben de encontrar por derecho propio entre los más logrados de la filmografía de Capra. El primero es la secuencia en la que John decide suicidarse arrojándose por la ventana del edificio. Capra filma un rotundo picado, pero al mismo tiempo en el edificio vecino se encuentra una señora escuchando por la radio las predicas de Fallon y estas llegan al oído del presunto suicida, con tal contundencia que logran que remita en sus intenciones. En realidad, y de forma indirecta, la hermana Fallon había logrado un autentico milagro. Por otra parte hay una secuencia magnífica que es aquella en la que el muñeco articulado que tiene John, le manifiesta aquello que su amo no se atreve a pronunciar. Pero tampoco de la lengua del muñeco surgirá la palabra concreta. El joven invidente se retira avergonzado, pero Fallon comprende lo que quería decirle y se funde a él en un hermoso abrazo. Todo ello, en un momento que podrían haber filmado verdaderos maestros como Frank Borzage o Leo McCarey, y que hay que destacar en una hipotética selección de grandes instantes del melodrama cinematográficos.
Si a todas estas cualidades y singularidades le añadimos que de forma extraña, el habitualmente inexpresivo David Manners encarna con tanta opacidad como sensibilidad al joven invidente, podemos concluir que si bien esa denuncia sobre el engaño de los predicadores se queda en un muy segundo término, lo cierto es que THE MIRACLE WOMAN destaca por la fuerza y originalidad con la que se plasma la reacción entre la predicadora y el ciego, en un sensible melodrama que pese a ubicarnos más de setenta años tras su realización, sigue manteniendo la fuerza que le proporciona la realización de Capra.
Calificación: 3
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