BELLS ARE RINGING (1960, Vincente Minnelli) [Suena el teléfono]
Creo que a la hora de intentar valorar una película como BELLS ARE RINGING (1960. Vincente Minnelli) –nunca estrenada comercialmente en España y limitando su exhibición en nuestro país por medio de pases televisivos bajo el título de SUENA EL TELÉFONO-, hay que atender a cuestiones tan latentes en aquellos años como era la evolución de la presencia del musical hacia una comedia romántica con feeling y en la que su musicalidad iría determinada por la forma de narrar, la herencia que este género tenía con las adaptaciones teatrales de Broadway y, por supuesto, el peso que podía albergar la presencia como cabecera de reparto de una actriz tan personal como quizá excesivamente caracterizada en el caso de Judy Holliday –que en esta película efectuaría su última interpretación cinematográfica, falleciendo prematuramente cinco años después víctima de cáncer-. Creo que en su conjunto son elementos estos que afectan al resultado de esta película, y en líneas generales cabe señalar que no lo hacen precisamente de forma muy positiva, ya que en su conjunto nos encontramos ante un producto con algunos buenos momentos, pero en el que se nota a Minnelli como se le hubiera pillado con el pie cambiado a la hora de responsabilizarse de su realización.
BELLS ARE... nos cuenta –en un intento de retrato psicológico de una newyorkina corriente (ya ejemplificado por Minnelli en su lejano melodrama THE CLOCK (1945)) - la historia de la ingenua y bondadosa Ella Peterson (Judy Holliday), una de las encargadas de una humilde empresa de encargos telefónicos –que se denomina “Susana responde”-, caracterizada por intentar solucionar los problemas de sus abonados. Junto a sus dos compañeras tienen su humilde sede en el bajo de un viejo edificio ubicado entre ruinas en Brooklyn. Allí nuestra protagonista demostrará esa capacidad de ofrecer amor pese a que no pueda mantener relación sentimental alguna con los hombres que a ella se acercan. Sin embargo sí que tendrá una especial inclinación con uno de sus abonados, el comediógrafo en crisis Jeffrey Moss (Dean Martin). Gracias a su apoyo logrará que este pueda cumplir con su compromiso profesional y relanzar su trayectoria, logrando además que la pareja inicie una relación cercana al enamoramiento, pese a que él desconoce que en ella se encierra la voz de la que él cree es su “mami”, la anciana que la avisa de los recados telefónicos.
Como es de prever, la historia confluirá en una separación provisional y un feliz desenlace, en que se entrelazarán las historias secundarias de un inspector de policía empeñado en buscar elementos delictivos en la empresa que sobrellave las tres mujeres; y también la de un maduro embaucador que ha enamorado a la más veterana de las mensajeras, logrando instalar en la sede de estas un operador de apuestas de caballos camuflada en una productora discográfica.
Producida por Arthur Freed y con un guión elaborado por el mítico tandem formado por Adolph Green y Betty Comden, lo primero que cabe destacar en la película que nos ocupa es la acentuada teatralidad que manifiesta. Curiosamente, el propio Minnelli siempre tuvo en una especial estima esta película, argumentando que en ella se sentía muy suelto con la cámara. Sin embargo, y pese al esfuerzo que indudablemente puso en ella aplicando una planificación casi íntegramente filmada en plano general o plano americano, no es menos cierto que el interés a la hora de intentar dinamizar las secuencias de interiores –mayoritarias- por medio de elegantes panorámicas, no consigan hacernos olvidar esa sensación de teatralidad que, por ejemplo, también le sucedía a Stanley Donen en otra adaptación teatral como es el caso de DAMN YANKEES (1957).
Al mismo tiempo, se advierte una sensación de cierta blandenguería al comprobar como ese intento de prolongación del personaje que había hecho enormemente popular a Judy Holliday en la escena y la pantalla norteamericana en la década de los cincuenta, se antoja quizá algo desfasada dentro de unos nuevos modos de comedia. Hay que recordar a este respecto que la Holliday llevaba cuatro años ausente del cine, tras haber protagonizado dos estupendas comedias bajo la batuta de Richard Quine, la conocida THE SOLID SOLD CADILLAC (Un cadillac de oro macizo, 1956) y la muy poco apreciada pero igualmente brillante FULL OF LIFE (1956). Cuando nos adentrábamos en la década de los sesenta, el estereotipo marcado por la actriz indudablemente quedaba ya un poco anticuado.Pero en todo caso, quizá al ver las imágenes de BELLS ARE RINGING y más allá de la pobreza del material que sirve de base a la película, uno tiene la sensación de que no fue Vincente Minnelli el realizador adecuado a la hora de dirigirla. Y es cuando surge el nombre de Richard Quine, ya mencionado por anteriores encuentros con la protagonista del film, y que ya en 1955 logró plasmar una estupenda mezcla de comedia y musical con ambiente urbano newyorkino –que en este caso se desaprovecha bastante-, en el caso de MY SISTER EILEEN (Mi hermana Elena, 1955). No me cabe duda que Minnelli de alguna manera se vio intimidado por esa todavía poco reconocida facultad de elegancia cinematográfica que deslumbró a los aficionados de aquellos primeros años sesenta en el talento de Quine y que él, indudablemente referente del citado Quine en otra vertiente, no logró imitar en su esencia dentro en su corrección.
Es quizá este uno de los elementos que hacen que BELLS ARE... de la impresión de ser al mismo tiempo una propuesta arriesgada y fallida, repetitiva y elegante, emotiva y formularia. Esa extraña dualidad entre virtudes y defectos permiten que nos encontremos con unos títulos de crédito filmando imágenes aéreas de Nueva York –tal y como reiteraría pocos años después Minnelli en su posterior THE COURTSHIP OF EDDIE’S FATHER (El noviazgo del padre de Eddie, 1963)- brillantemente punteadas por la partitura de André Previn, luminosamente fotografiadas por Milton Krasner y el preludio de las canciones del film, y una primera secuencia absolutamente kistch con una serie de señoritas frustradas y realizadas posteriormente al ver como reciben mensajes de llamadas que les solucionan sus vida. Y según transcurre la película veremos como se integran en ella con torpeza los personajes del inspector de policía y el embaucador que encubre apuestas de caballos.
Junto a ellos es cierto que se dan cita un no demasiado largo ramillete de canciones, algunas coreografías quizá ya un tanto formularias –de entre las que cabe destacar sin embargo aquella que se desarrolla junto a la mansión de Larry Hastings (Fred Clark), y en la que los dos protagonistas se declaran su amor con una Holliday vistiendo un vestido de rojo chillón-, una solapada crítica al snobismo del mundo del espectáculo newyorkino y, en su conjunto, la sensación de asistir a una función extraña, tan previsible en unos momentos, irritante en otros como fascinante en algunos más, y que queda coma una singularidad y un producto irregular, dentro de un periodo de la trayectoria de Vincente Minnelli, en el que este se integraba de forma algo incierta dentro de unos nuevos modos para el cine norteamericano.
Calificación: 2’5
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