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CINEMA DE PERRA GORDA

DESIGNING WOMAN (1957, Vincente Minnelli) Mi desconfiada esposa

DESIGNING WOMAN (1957, Vincente Minnelli) Mi desconfiada esposa

No cabe duda que, en cualquier antología de la comedia americana, DESIGNING WOMAN (Mi desconfiada esposa, 1957) ocupa un lugar de referencia. Que supone la aportación más rotunda de Vincente Minnelli en el marco de dicho género, creo que resulta algo consensuado -aunque le roce los talones la posterior THE COURSHIP OF EDDIE’S FATHER (El noviazgo de padre de Eddie, 1963)-. Uno sería más atrevido, al ubicarla entre los tres mejores títulos de su obra y, acabo, una de los seis / siete mejores exponentes, deparados en las diferentes vertientes del género, en el Hollywood de aquellos febriles años 50 -junto a THE GEISHA BOY (Tu, Kimi y yo, 1957) y ROCK A BYE BABY (Yo soy el padre y la madre, 1958), ambas de Frank Tashlin, AN AFFAIR TO REMEMBER (Tu y yo, 1957. Leo McCarey), SOME LIKE IT HOT (Con faldas y a lo loco, 1958. Billy Wilder), KISS THEM FOR ME (Bésalas por mí, 1956. Stanley Donen) y, acaso, BELL BOOK AND CANDLE (Me enamoré de una bruja, 1958. Richard Quine)-. Un ámbito de mítica creatividad, que prolongaría hasta muy pocos años después y que, en este caso concreto, avala su enorme riqueza cinematográfica, sus siempre hilarantes devaneos argumentales -admirable guion de George Wells, galardonado con un Oscar-, o un reparto en estado de gracia. Lo cierto es que contemplar DESIGNING WOMAN es una experiencia, más que divertida, auténticamente gozosa, transmitiendo al espectador, una constante sensación de felicidad cinematográfica, propia de esas películas que, por encima de todo, exteriorizar un aura de positividad y, por supuesto, se erigen como admirables propuestas fílmicas.

De entrada, y tras esos glamourosos créditos, punteado por la elegante partitura de Andre Previn, el film de Minnelli se inicia, con uno de los elementos más ingeniosos y, al mismo tiempo, renovadores, que portará en su seno, el relato subjetivo de sus cinco principales personajes, propiciando la descripción en flashback de una peripecia conjunta que, a fin de cuentas, será la base motriz de su conjunto. Así pues, todo se iniciará con el accidentado contacto entre el conocido periodista deportivo Mike Hagen (Gregory Peck), tras una noche de juerga, una vez concluido un importantísimo evento deportivo del que, al despertar, no se acuerda si ha redactado la crónica a su cabecera. Será el instante en el que contacte con la hermosa Marilla (Lauren Bacall), que disfruta de unas jornadas vacacionales en el mismo lujoso hotel que el periodista. La hostilidad con la que este la despacha, casi de inmediato se transformará en jubiloso acercamiento, una vez descubre que la noche anterior, fue ella la que realmente pudo redactar la crónica y enviarla al periódico, salvándolo de una apurada situación. En pocos minutos, Minnelli resolverá de manera tan jubilosa como convincente, el rapidísimo enlace matrimonial de ambos. Muy pronto la absoluta felicidad en que se encuentran envueltos, se enturbiará con la amenaza que se cierne sobre Mike, en torno a un mafioso del mundo deportivo al que descubre sus trapicheos en sus crónicas -Martin J. Daylor (Edward Platt)-, o el contraste de mundos que representa el de Hagen y de su esposa, de la que desconocía se trataba de una prestigiosa diseñadora de modas, y que antes que él, tuvo un elegante pretendiente, en la persona de Zachary Wilde (Tom Helmore). Por su parte, Marilla sospechará casi de inmediato, la presencia de una antigua amante de su marido, que poco a poco irá descubriendo, se trata de la estrella del espectáculo Lori Shannon (Dolores Gray). Así pues, ese inicial contexto de felicidad, poco a poco se irá debilitando, uniendo a ello el creciente peligro vivido por Mike, que tendrá que esconderse del acecho de los esbirros de Daylor, para lo cual contará con la supuesta protección de Mike (Mickey Shaugnhessy), un boxeador absolutamente sonado, que le ocasionará constantes problemas.

Si tuviera que definir de manera muy libre, las excelencias de DESIGNING WOMAN, lo haría diciendo que se trata de una comedia puente que, recogiendo la mejor herencia del género, brinda no pocos elementos de modernidad en el mismo, con una rotundidad quizá no suficientemente planteada en el mismo hasta entonces. Es evidente que, en algunas de sus situaciones, uno no deja de encontrar ecos de la canónica THE AWFUL TRUTH (La pícara puritana, 1937. Leo McCarey), arrastrando con ello el pasado de la Screewall Comedy. Como lo aportarán esos ecos del slapstick silente, centrados en la inefable figura de Max. A partir de dichos mimbres, el placer que nos proporciona el film de Minnelli, reside en el perfecto engranaje de un conjunto de elementos, que aparecen antes nuestros ojos casi sin darnos cuenta, absortos como estamos ante la constate diversión, que nos ofrece una propuesta que roza la perfección. Un metraje de cerca de dos horas, que discurre practicamente sin tiempo para pestañear, en el que se incorporan con enorme pertinencia los ecos del musical y la llegada de la televisión -los ensayos de Lori, la propia configuración del espectáculo teatral proyectado, el deslumbrante e inesperado ballet final, utilizando los modos del cine negro-. Todo ello, aparece como en pocos títulos del cineasta. Ese contraste de mundos que articuló su obra, e incluso uno de cuyos personajes, podría perfectamente ejemplificar una nota autobiográfica en torno al propio Minnelli; el coreógrafo -Randy (Jack Cole)-, al que Mike no dejará de ridiculizar por su aparente amaneramiento. 

Más allá de estos elementos concretos, del elegantísimo uno del formato panorámico. De una planificación que utiliza admirablemente el plano largo, bien sea este fijo o en elegante movimiento, DESIGNING WOMAN destila capacidad de renovación, en su adopción de los ropajes del género, en un contexto en donde surgieron varias cimas del mismo en diversas vertientes -los títulos que he señalado anteriormente, son buena prueba de ello-. Hay un ritmo dominado por una extraña modernidad, al que ayudarán elementos bastante novedosos, aún hoy día. Uno de ellos, ante lo señalaba, es la sorprendente utilización del relato en off, compartido y subjetivo, sirviendo de admirable contrapunto a la peripecia física de sus propios personajes, permitiendo en su injerencia, no solo la complementariedad de la acción, sino en sí mismo, momentos absolutamente regocijantes, utilizados con una maestría, que no creo recordar tenga comparación en cualquier otra película. Esa capacidad casi experimental, se plasmará igualmente en sus rupturas visuales -obra del mítico John Alton, sorprendido con una apuesta de iluminación de comedia en color, revestida de modernidad- e incluso sonoras -las que revelan la resaca inicial de Mike, la manera de describir el descubrimiento de Marilla de la identidad de esa foto misteriosa, en… Lori Shannon-.

Pero, como antes señalaba, DESIGNING WOMAN es puro placer. Es gozar de un reparto maravilloso, con una química irrepetible entre unos deslumbrantes Gregory Peck y Lauren Bacall -quien rodó la película, cuando su esposo, Humphrey Bogart, se encontraba agonizando-. Y con una maravillosa presencia de Dolores Gray, una mezcla de la más pura esencia kitsch, al tiempo que dotada de un extraordinario timming cómico, y un talento muy especial para el slowburn, que protagonizará junto a Peck, uno de los episodios más memorables de la historia del género. Evidentemente, estoy hablando de la revelación por parte de Mike, de su boda con Marilla, culminada de manera tan catastrófica, como dominada por un irresistible sentido de la dignidad -lo cual, permite que las risas se prolonguen hasta lo indecible-.

Y en una comedia trufada de momentos memorables -la entrega de ese regalo de bodas a Mike, por parte del director del periódico; el horror de Marilla al asistir a un combate de boxeo; el enfrentamiento de los amigos de Mike, al disputar unas partidas de cartas en el piso de la joven diseñadora protagonista, mientras esta disfruta con el entorno sofisticado que forma su profesión -preludiando la esencia, de la muy posterior THE ODD COUPLE (La extraña pareja, 1968. Gene Saks)-; el reencuentro de Mike y Lori en el pase de modelos de Marilla, el episodio del apartamento de Lori, y las apuradas situaciones que se producen, debido a su perro-, resulta curioso, pero me voy a quedar con una secuencia, de breve duración, que suele pasar absolutamente desapercibida, y que demuestra la exquisita sensibilidad de Minnelli, y su querencia por una eterna pátina de romanticismo, incluso en un contexto como este. Me refiero al momento en que Zachary se introduce en el camerino de Lori, interpelado por Marilla, al objeto de que le pregunte la realidad de su supuesta relación con Mike. Este se mostrará reacio a ello, pero finalmente no podrá eludir el compromiso. Una vez dentro de él, en vez de introducir dicha cuestión, de manera sensible y educada, le propondrá invitarla a cenar y ella, con la misma delicadeza, aceptará la invitación. Un instante lleno de inesperada querencia por el melodrama romántico, dentro de una comedia antológica.

Calificación: 4’5

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