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CINEMA DE PERRA GORDA

A MATTER OF TIME (1976, Vincente Minnelli) Nina

A MATTER OF TIME (1976, Vincente Minnelli) Nina

Cuando han pasado tantos años desde su complejo periodo de postproducción, que concluyó con una drástica reducción del metraje de tres horas que planteó Vincente Minnelli en la que sería su última película, y la previsible y pésima acogida que recibió en el seno de las estructuras de un cine traumáticamente transformado, quizá convendría hacer una mirada más pausada en torno a A MATTER OF TIME (Nina, 1976). De entrada cabría plantearse como tres cineastas tan representativos de unos modos de producción que eran ya parte del pasado, dieron como fruto títulos en líneas generales rodados a contrapelo, caracterizados por parecer autenticas fantasmagorías, no solo ajenas al cine de su tiempo, sino incluso al devenir previo de sus respectivas obras. Junto al ejemplo de NINA, hay que citar la última cinta de George Cukor –THE BLUE BIRD (El pájaro azul, 1976), que no he podido contemplar hasta la fecha-, o el Billy Wilder de FEDORA (1978). De los tres títulos, no cabe duda que el de Billy Wilder –pese a no albergar a mi juicio más cualidades del que comentamos-, adquiere un determinado estatus de culto, en la medida que su figura parece emerger por encima de cualquier consideración.

Tres películas desarrollando extrañas historias, dominadas por ambientaciones con notable diseño escenográfico, descritas ondeando el pasado y el presente, la añoranza quizá por un cine perdido, y describiendo historias desarrolladas en países europeos. Curiosos puntos de contacto, que en el caso de A MATTER OF TIME, fructificaron en un resultado sin duda irregular y fragmentario, que se queda casi siempre a medio camino de aquello que propone, pero que no por ello queda desprovisto de interés. Ambientada en la Roma de finales de los años cuarenta, la película aparece como una curiosa mezcolanza de relato de época, fantasía sobre la fugacidad del paso del tiempo, grito en torno a la libertad de comportamiento del ser humano, de la ficción hecha realidad, y, por que no decirlo, extraña actualización del cuento de Cenicienta. Combinando dicha amalgama de elementos –conformado en guión de la mano del veterano John Gay-, surge una película que al mismo tiempo bebe de esa estética retro que se había extendido en el conjunto de las grandes producciones de su tiempo. Todo ello, el servicio de la narración en flashback, de los orígenes de la humilde Nina (Liza Minnelli), en las vivencias que asumió como sirvienta en un desvencijado hotel de la Roma de la posguerra, hasta convertirse en una estrella de cine. Es cierto. Cuesta un poco introducirse en la entraña de una producción que no siempre encuentra el punto adecuado en su entrega dentro del marco en que se desarrolla, o la opción que en realidad jamás utiliza, de distanciarse irónicamente del mismo –tal y como haría algunos años después, el maravilloso Blake Edwards de VICTOR VICTORIA (¿Víctor o Victoria?, 1982). Esa sensación de contemplar una extraña fantasmagoría, en cierto modo nos retrotrae al anterior aunque lejano film de Minnelli –ON A CLEAR DAY YOU CAN SEE FOREVER (Vuelve a mi lado, 1970), si recordamos las secuencias en las que Barbra Streisand recuperaba sus recuerdos en una encarnación previa-. Es por ello, y por los indudables desajustes que se insertarían en la drástica amputación de metraje que sufrió la película, lo que nos impiden gozar de ella en la medida que quizá podría haber fraguado ¿Quizá con su metraje completo la película habría sido quizá una gran obra? Es imposible determinarlo, y me inclino a pensar que no, pero sí albergaría un interés superior al que finalmente alcanzó una, con todo, extraña película, que tiene su máximo foco de atracción, en torno al personaje de la arruinada e ida, pero al mismo tiempo fascinante condesa Sanziani, a la que Ingrid Bergman confiere una enorme humanidad. En torno a su configuración, puede decirse que NINA cobra todo su sentido, ligando en torno a ella todos los elementos que confluyen en la película. Y lo determina de lo mejor a lo peor. Entre lo primero, todos aquellos instantes en los que a través de su personaje, se afirma una clara voluntad por el disfrute de la existencia, por la vivencia del amor y el goce de los sentidos. Es así como la Sanziani aparece como una mujer completamente trastornada, incapaz de asumir la ruina que domina su existencia como anciana decrépita, pero que en sus instantes de lucidez, e incluso en las conversaciones que mantiene con la joven Nina, con la que ha encontrado una auténtica alter ego, destilará la sabiduría emanada por una existencia plena. Ahí se encuentra lo mejor, lo más perdurable del film de Minnelli, unido con los últimos instantes de la vida de la decrépita aristócrata, tras sufrir un inesperado accidente de coche, siendo socorrido en un hospital para pobres ubicado en El Vaticano, ayudad por una joven hermana encarnada precisamente por la hija de la actriz, Isabella Rossellini. Serán secuencias estas últimas, culminadas con la legada de Nina, en donde se encontrará una sensación de fatalismo, que el director de THE BAD AND THE BEATIFUL (Cautivos del mal, 1952) logra aplicar con esa enrome facultad para el drama, que le permitió a mi juicio ser uno de los mayores especialistas del género en el cine sonoro norteamericano, y que una década antes le permitió alcanzar una de sus cimas con la excepcional –también aún escasamente valorada- THE SANDPIPER (Castillos en la arena, 1965).

Por desgracia, no todo se encuentra al mismo nivel en A MATTER OF TIME, y en buena medida esos altibajos narrativos tienen su mayor cuota de incidencia, en esos intentos existentes en fundir la personalidad de los dos personajes femeninos. No se si debido a las amputaciones de su metraje o por la propia configuración del remato –o por ambas cosas a la vez- se tiene la sensación que esta arriesgada pirueta argumental no termina de funcionar aunque, eso sí, de nuevo nos remita a las dos personalidades que definían el protagonismo de la Barbra Streisand de la ya citada ON A CLEAR DAY YOU CAN SEE FOREVER. En cualquier caso, lo cierto es que el discurrir de NINA no deja de albergar una serie de ondas oscilantes, entre un diseño de producción preciosista, inserto en un marco de desarrollo argumental –el hotel donde se centra la acción- caracterizado por su visible decadencia, y al mismo tiempo adquiriendo dicho contraste una clara sensación de irrealidad. Retrocesos en el tiempo y la memoria, describiendo aventuras pasadas de la aristócrata en sus buenos tiempos, recreada bajo la juventud de una Liza Minnelli inicialmente miscasting pero poco a poco imbuida en su rol, en el fondo definen la extraña y poco acomodaticia producción –en la que se contó como coproductor al jerifalte de la American International, Samuel A. Arkoff-. Una película sin duda poco representativa no solo del elevado nivel que albergó la andadura de Vincente Minnelli, sino ante todo reveladora de los tiempos convulsos que vivía un modo de entender el cine, que quedaban representados en propuestas de esta índole, en las que sus cotas de interés se ven, con mucho, superadas por su irregularidad y extrañeza.

Calificación: 2’5

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