HOME FROM THE HILL (1960, Vincente Minnelli) Con él llegó el escándalo
No voy a descubrir nada Nuevo, al afirmar la extraña perdurabilidad de la obra de Vincente Minnelli en el terreno del melodrama –a la que se podría unir su implicación con la comedia-. Personalmente, considero dos de ellos –THE BAD AND THE BEATIFUL (Cautivos del mal, 1952) y THE SANDPIPER (Castillos en la arena, 1965), no solo como sus obras maestras absolutas, sino fundamentalmente como dos de los exponentes más admirables ofrecidos por el género en toda su expresión cinematográfica. Dentro de esos límites, evidentemente no puedo situar HOME FROM THE HILL (Con él llegó el escándalo, 1960) al mismo nivel, pero la circunstancia no me impide reconocer la vigencia del título que nos ocupa, y que al mismo tiempo permite valorar el buen ciclo en que su realizador se encontraba, desde la segunda mitad de los cincuenta y hasta una década después, en el contexto de este género.
Indudablemente, la novela de William Humphrey, brindaba a los modos y rasgos visuales y temáticos de Minnelli, una oportunidad de oro para incidir en uno de los temas vectores de su obra: el choque y contraste de mundos, generalmente representado entre el primitivismo y la sensibilidad, la rudeza y la sofisticación. Un lema presente en muchas de sus obras, y que en buena medida expresaba esa complejidad emocional inherente a la figura del realizador aunque, cierto es señalarlo, no siempre se manifestará con el debido rigor en la pantalla. En esta ocasión, la película se desarrolla en el seno de un rancho de Texas comandado por el acaudalado Wade Hunnicut (un sutil y poderoso Robert Mitchum). Conocido por su carismática personalidad y sus constantes devaneos con las mujeres, se encuentra casado con Hannah (Eleanor Parker), aunque su vida matrimonial no solo sea inexistente, sino que entre ambos quede definida una abierta hostilidad, justificada en su esposa por la mella que en ella han provocado las constantes infidelidades de este. Entre ellos se abrirá una nueva brecha al conocerse las intenciones de Wade de educar a su hijo en la dureza de la vida que él ha llevado hasta entonces, al objeto de prepararle para hacerse con el mando de la vasta hacienda. Este –Theron (George Hamilton)-, es un joven provisto de una acusada sensibilidad, culto y refinado, que inicialmente será objeto de las bromas del personal del rancho, aunque poco a poco logre integrarse en el contexto de la rudeza de la vida diaria del entorno, alcanzando un respeto incluso entre su padre, y estando para ello siempre protegido por la figura del joven ayudante de Wade –Rafe (George Peppard)-, un hombre igualmente sensible, generoso y honesto, pero de alguna manera más curtido en la vida campestre de su labor, al tiempo que apoyado por Wade desde su condición de huérfano de madre e hijo ilegítimo.
Theron llegará a establecer una relación con la joven Libby (Luana Patten), de la que se separará provisionalmente al trasladarse este para desarrollar sus estudios. A su retorno tendrá que asumir una situación que cambiará su percepción de su propia existencia; conocer que Rafe es hijo ilegítimo de Wade –por tanto, hermano de padre suyo-. Pedirá al progenitor de ambos que reconozca la legitimidad este, pero su negativa motivará al joven a abandonar el rancho y trabajar por su cuenta, intentando al mismo tiempo ofrecer al ilegítimo hermano parte de lo que –inadvertidamente-, le había quitado. A partir de esta dramática circunstancia, los enfrentamientos melodramáticos se sucederán, llevando por un lado a Rafe a casarse con Lobby –que Theron ha despreciado, sin saber que esta se encontraba embarazada-, o el descubrimiento posterior de la realidad del padre del niño que él ha acogido como suyo. Lances en algunos momentos de índole casi folletinesca, que tendrán su culminación con un doble asesinato que prácticamente resolverá de manera dramática, ese enfrentamiento de personalidades que se intuía en el rancho Wade, y en el que finalmente sobrevivirán aquellas personas –Hannah y Rafe-, que secretamente habían sufrido las consecuencias de ese enfrentamiento, no solo generacional, sino de modos de entender la vida.
Enfrentamientos y choques, lances melodramáticos, oposición de caracteres o contrastes cromáticos. Todo ello se encuentra visualizado y expresado en este extenso pero bien dosificado melodrama de la M.G.M., que en su manifestación visual de alguna manera observa ese atractivo de ejemplificar en una misma película, los modos de plantear el género típicos del estudio –una cierta pomposidad-, ciertos resabios que lo emparentan casi con la iconografía del cine de terror gótico –el mobiliario del comedor de los Wade, las secuencias desarrolladas en pantanos dominados por nieblas-, y también con esa renovación formal que el melodrama observó a inicios de la década de los sesenta, y que se manifestaría en obras firmadas por el propio Minnelli, Brooks o incluso Richard Quine –STRANGERS WHEN WE MEET (Un extraño en mi vida, 1960)-, y que podríamos marcar como referente en la mítica REBEL WHITOUT A CAUSE (Rebelde sin causa, 1955. Nicholas Ray), con la que comparte esa alternancia de intimismo y dramatización exterior. Una relativa modernidad que en este caso habría que significar especialmente en la incorporación de entornos y lugares contemporáneos, plenamente representativos del llamado American Way of Life –en esta ocasión manifestados de forma destacada en la secuencia desarrollada en un supermercado, símbolo de ese progreso consumista USA-.
Del mismo modo que su estructura y desarrollo dramático se expresa mediante tensos contrastes, la formulación narrativa de HOME FROM… aborda similar circunstancia, oscilando su metraje entre la expresión de lances folletinescos que quizá acusen ese planteamiento del “viejo” melodrama, que han envejecido de forma más notable, y una serie de momentos dotados de una extraordinaria emotividad, contención y sensibilidad formal, que logran en su conjunto que la película alcance su definitiva personalidad. Cierto es que la combinación de ambas vertientes se encuentra bastante equilibrada, permitiendo que la progresión dramática vaya in crescendo con una adecuada dosificación de sus elementos melodramáticos. Sin embargo, no se puede dejar de hacer notar debilidades de cierto calado como las limitaciones que proporciona la presencia de un actor tan endeble como George Hamilton –con el que Minnelli repetiría en la posterior TWO WEEKS IN ANOTHER TOWN (Dos semanas en otra ciudad, 1962), y al que previsiblemente quiso representar como un alter ego de su personalidad en la pantalla-, o el forzado dramatismo de algunos de los instantes del film –aquellos que acusan un sometimiento a esas viejas recetas del género-. Puede que esos pequeños lunares impidan que HOME FROM… pueda ser considerada una obra maestra, pero no que su conjunto alcance un nivel notable, permitiendo una galería de grandes momentos definidos por un intimismo arrebatador –potenciado por una magnífica planificación en Cinemascope-, algunos de los cuales deben permanecer por derecho propio entre las cimas del moderno melodrama cinematográfico. En este contexto, habría que destacar que el gran personaje de esta brillante propuesta minnelliniana es precisamente ese Rafe que encarna con enorme sensibilidad George Peppard en el mejor momento de su pronto eclipsada carrera. En su entorno, en esa configuración de la integridad e interiorización de su personaje, podría evocarse como la quintaesencia –mejorada- de las tres interpretaciones que, con tanta fuerza como no poco histrionismo, encarnara James Dean pocos años antes –de nuevo, el eco de REBEL WITHOUT… tiene acto de presencia-. Es en torno a su personaje donde se articulan buena parte de los momentos que, casi medio siglo después, han configurado la perdurabilidad de esta por momentos hermosísima película. El breve episodio en que Lobby atormentada se ofrece a Rafe para casarse con él y la sinceridad con que este accede a la petición –aún sabiendo en todo momento la razón de la propuesta-, puede considerarse no solo como el fragmento más conmovedor de la película, sino uno de los instantes más sinceros del género. Pero junto a ello, la llegada de la pareja recién casada a la mansión de los padres de esta, la secuencia en la que los dos esposos acercan sus sentimientos tras una pesadilla de Lobby, o la maravillosa secuencia final ante la tumba de un Wade, en la que simbólicamente se reconoce la paternidad ante Rafe, y Ana encuentra en este una oportunidad para dotar de sentido a su vida, son fragmentos que definen un personaje magnífico, bien definido y dotado de humanidad, exponiendo ante el espectador lo más sensible y sincero del arte de un director que, cuando se despojaba de artificios, sabía ofrecer en sus imágenes verdadero sentimiento.
Calificación: 3’5
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David Breijo -