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CINEMA DE PERRA GORDA

ODD MAN OUT (1947, Carol Reed) Larga es la noche

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Probablemente sea ODD MAN OUT (Larga es la noche, 1947) la mejor de las películas que componen la desigual filmografía del realizador británico Sir Carol Reed. Y cabría ubicar la misma igualmente entre los mayores logros del cine inglés en la década de los cuarenta – siempre bajo mi punto de vista, junto a GREAT EXPETATIONS (Cadenas rotas, 1946. David Lean) y HAMLET (1948. Laurence Olivier)-. Y creo que esa consideración –por más que no resulte un film perfecto-, proviene de la confluencia de varios factores que en su conjunto otorgan a la película su dolorosa emotividad y elevado nivel.

Entre estas circunstancias hay que citar la sinceridad que ofrece de un marco geográfico de postguerra –este Dublín que se camufla como “una localidad del norte de Irlanda”-, la excelente ubicación de un amplio capítulo de personajes secundarios –que están relacionados de forma admirable a lo largo de las pocas de horas de acción real en la que acontece la historia-, y que en su conjunto nos ofrece una mirada en la que el sentido de la amistad y el compañerismo, va acompañada por el amor y la religiosidad de este pueblo. Junto a todo ello, es evidente que ODD MAN OUT se erige en un auténtico apólogo moral de un pueblo dolorido por el trauma de la guerra –un sentimiento que se palpa en sus imágenes desde el primer momento-.

Creo además que esa vertiente religiosa que señalaba poco antes, tiene su correspondencia clara en el auténtico vía crucis que sufre el sensible Johnnie (admirable, como siempre, James Mason), tras haber sido herido y al mismo tiempo matar a un civil tras el atraco a una oficina bancaria que junto a sus compañeros ha decidido acometer para lograr fondos a la organización clandestina en la que todos ellos pertenecen, y que lucha por la independencia. Esta circunstancia no será más que el inicio de unas desdichas que asume con enorme entereza, puesto que desde el primer momento el protagonista del relato sabe que su muerte es inminente e inevitable. Y es que abandonado por sus compañeros –de una forma ciertamente equívoca-, comenzará un calvario en el que huirá de la persecución que sufre por parte de la policía. Paradójicamente, los que le han acompañado en el atraco, serán delatados por una madame de turbio pasado, siendo abatidos por la policía en un momento de gran dureza.

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Sin embargo Johnny se enfrenta primero a la lluvia y posteriormente a la nieve. Y con ese marco temporal que proporciona finalmente un aire fantasmagórico y casi real a sus angustias, recorrerá diversos personajes y situaciones, descubriendo en ellos la dualidad de sus personalidades. Todo ello en un recorrido fundamentalmente nocturno por una ciudad marcadamente herida y traumatizada por el aroma de guerra, en el que los balcones se cierran ante el paso de la policía, y en donde de alguna forma el mito que se está creando con la persecución de nuestro protagonista le va granjeando calladas admiraciones y apoyos. La película de Reed –basada en un relato de F. L. Green- bien podría calificarse como el ROMA, CITTÀ APERTA (Roma, ciudad abierta, 1945. Roberto Rossellini) o el GERMANNIA, ANNO ZERO (1947, Roberto Rossellini) del cine británico. Ese auténtico aroma de ruina física y moral se transpira en todos los fotogramas de esta bella película, en la que el peso del amor tendrá su representación en Kathleen (Kathleen Sullivan), la novia de Johnny, quien recurrirá al sacerdote de la parroquia para lograr ayuda a la hora de encontrar al herido, y llegará a facilitarle la posibilidad de huída en un barco. En su conversación con el anciano párroco –uno de los momentos más hermosos de la película-, la joven confesará que su amor hacia él –al que ha protegido y amparado desde que este huyó de la cárcel-, siendo para ella más poderoso ese sentimiento que cualquier otro, incluidas sus fuertes creencias religiosas. Sin embargo, el destino tiene fijada la muerte para Johnny. Y antes de ir cerrando ese círculo de melancólica fatalidad, podrá descubrir el verdadero rostro de los seres con los que se encuentra. Hombres y mujeres que se dejan tentar por la suculenta recompensa que ofrecen por su captura pero que, inevitablemente, mostrarán su consideración e incluso su ayuda al joven fugitivo.

Creo que a la hora de valorar un film tan hermoso como el que nos ocupa, habría que destacar los detalles que impiden que el mismo sea una obra redonda. Y esta circunstancio creo que se da cita fundamentalmente en el episodio con el pintor –Lukey (Robert Newton)-, con el que quizá se ofrezca una buena idea de guión –este desea pintar su rostro, ya que piensa que en él se reflejará su alma cuando abandone el cuerpo-, pero que en su resolución plantea una serie de efectismos chirriantes de que alguna manera afectan al conjunto del relato.

Afortunadamente, la conclusión de ODD MAN OUT alcanza una grandeza clásica admirable, con esa imposible huída, la lucha provocada por Kathleen –que se advierte como un suicidio provocado-, la belleza de la nieve ofreciendo su manto trágico y el sonido de las sirenas de ese barco que podría haber sido el símbolo de la libertad del protagonista. Pero aún por encima de este magnífico final, se encuentra a mi juicio un instante memorable, quizá lo mejor jamás filmado por Carol Reed, que con absoluta sencillez refleja esa dualidad de sentimientos que ha caracterizado la mirada de Johnny con los seres que ha ido encontrando en su trágico discurrir. Me estoy refiriendo al momento en el que las dos amigas que lo han recogido en casa de una de ellas, discuten con el marido propietario, mientras nuestro protagonista escucha tras la puerta sus palabras. Él decide abandonar la casa para no comprometerlas, momento en el que las dos mujeres descubren su noble actitud. Es ahí de forma casi palpable donde los personajes demudan su actitud y se establece la compresión con el herido, en un momento absolutamente conmovedor en el que la planificación del realizador y la labor del conjunto de actores consigue trasladar al espectador un sentimiento de compasión sincero y humano.

Calificación: 4

2 comentarios

Tony_Montana_Luque -

Enhorabuena, escribes de puta madre. Como bien dices, la carrera de Carol Reed fue bastante irregular, y quizás entraría en el cupo de grandes directores por El tercer hombre, pero en Larga es la noche se ve que tenía talento, pero a veces se le iba la mano con la historia. Aquí me parece que la primera hora es soberbia, cuando vemos como todo el mundo dentro del ¿IRA? trata de ayudar a Johnny Mcqueen, y a su vez como el pueblo irlandés le rechaza, es una grandísima reflexión sobre el terrorismo, pero ya cuando empieza a ponerse trascendente, con las visiones, y las historiasdel pintor y del mendigo... pues realmente se echa a perder, porque acaba siendo un cruce entre Noches de bohemia de Valle-Inclán y la brillante ¡Jo, qué noche! de Scorsese...

Iñaki Bilbao -

Buena película, donde se vió que Carol Reed llegaría a ser un estupendo director (y no un copión y advenedizo del gran Orson Welles, como dijeron las malas lenguas). Muy bien dirigida e interpretada por Mason, la película es más bien tristona y dura en su fondo, pero merece la pena verse por su honestidad y dignidad, tanto formal (preciosa fotografía en blanco y negro, con sus brumas y claro-oscuros) como de contenido, explicando a las mil maravillas los deseos, sueños frustrados y temores de un hombre.