BANK HOLIDAY (1938, Carol Reed) El amor manda
La impresión que se puede asumir en los compases iniciales de BANK HOLIDAY (El amor manda, 1938), sexto de los largometrajes del británico Carol Redd, es la de suponer toda una sorpresa. Algo que manifiesta ya el diseño modernista de sus títulos de crédito, y esa plasmación que se ofrece de la ruptura de la cotidianeidad de la vida de una gran ciudad británica. No me cabe la menor duda que los responsables de esta producción de la Gainsborough Pictures –tan necesitada de una retrospectiva que nos brindaría no pocas sorpresas-, tomaron como referentes títulos tan admirables como THE CROWD (… Y el mundo marcha, 1928. King Vidor) o LONESOME (Soledad, 1928. Paul Fejos). Películas que con tanta riqueza cinematográfica como sensibilidad en el trazado de sus personajes, supieron combinar lo íntimo inserto dentro de un contexto de asfixiante alienación urbana. Cierto es que desde las postrimerías de la década anterior ya había pasado tiempo, pero no estaba el cine británico de 1938 acostumbrado a iniciativas de estas características, siendo el film que comentamos el primero que se atrevió a acometer un rodaje en exteriores, asumiendo de forma documental en algunos momentos ese casi agobiante trasiego de ciudadanos hacia las costas, con la intención de vivir unas jornadas vacacionales, que en el fondo solo aparecen finalmente como poco menos que odiosas.
Con ser admirable la manera con la que Reed sabe plasmar esa marabunta de seres que parecen huir en desbandada, ayudado por un montaje de enorme agilidad, y llegando a describir secuencias tan surrealistas como esa cantidad ingente de veraneantes que duermen en plena playa -ya que no quedan plazas hoteleras para ellos-, lo cierto es que BANK HOLIDAY muestra algo más. A través de su notable capacidad para insertar el retrato de una serie de pequeñas historias individuales dentro de dicho aterrador –aunque inicialmente lúdico- marco colectivo, Reed nos introduce en primer lugar en el impacto que le produce a una joven enfermera –Catherine (estupenda Margaret Lockwood)-, el fallecimiento de la joven esposa de un atractivo hombre –Stephen (John Lodge)-, quien asumirá con tanta aparente neutralidad como honda desesperación la muerte de su esposa en un parto del que su hijo se ha salvado. Será el punto de partida individual de una extraña sensación de unión entre ambos personajes, que se mantendrá durante todo el metraje, aunque durante el resto del film apenas se encuentren juntos. La película nos narrará también el encuentro de Catherine y un joven amigo con el que va a compartir ese viaje vacacional, y que pretende de esta un mayor compromiso, así como la participación de otra joven en un concurso de belleza. Para todos ellos, el encuentro en aquella atestada localidad costera supondrá un momento de inflexión en sus vidas, en medio de auténticas marabuntas de gentes, predominando en ella su filiación obrera, que deambulan haciendo gala de una considerable vulgaridad –la divertida pelea que se desarrolla al amanecer en plena playa, en medio de la multitud de improvisados “pernoctantes”-.
Son varios los atractivos que atesora BANK HOLIDAY con una frescura que sorprende a siete décadas de su realización, y que en buena medida desmonta ese tan injustamente acuñado academicismo mostrado en el cine inglés. El primero de ellos radica en la casi perfecta incardinación de la sórdida mirada colectiva que propone, ante un hecho en apariencia tan grato como son los periodos lúdicos, convertidos en una de las demostraciones más evidentes de la vulgaridad urbana. Reed sabe muy pronto insertarnos en esa acción y acierta combinar esa visión de grupo, con el intimismo que preside la andadura de sus principales personajes. Personajes que en todo momento emergen de la condición de estereotipos, ofreciendo además el suficiente contraste, y brindando en su conjunción ese perfil de tragicomedia naturalista que, en última instancia, expresa esta insólita película.
Es indudable que en todo momento –aunque la historia no ocupe demasiado metraje-, se tiene bien presente en el espectador esa extraña relación, mitad de amor a primera vista, y mitad de dependencia y comprensión, que se ha establecido entre Stephen yla comprensiva enfermera. El montaje nos insertará diversos detalles de dicha extraña atracción, centrada por parte del ya viudo en recuerdos de su difunta esposa –se ofrece incluso un encuentro en la calle con la pompa de la familia real-, en otros las acciones de este que le inducen a una desesperanza creciente que solo va a acabar en suicidio. Mientras tanto, por parte de Catherine se relatan diversas acciones accidentales –esas cortinas con un balcón abierto- que la van relacionando con momentos vividos con el joven en el hospital –donde intuyó erróneamente el suicidio de este-, o esta sombría percepción llegará a tener tintes amenazadores cuando intente ponerse en contacto telefónico con este de forma infructuosa. Sin embargo, BANK HOLIDAY no dejará de atender al perfil de esa joven aspirante a Miss -acompañada con una frustrada y madura mujer-, al del eterno pretendiente de Catherine, pendiente en todo momento de lograr de ella ese sentimiento que al final asumirá no existe, asistiendo en los últimos minutos a una insólita –pero creíble- “ronda”, en la que se demostrará que en ocasiones el amor llega cuando menos se lo espera, aun cuando el sentimiento se produzca en las situaciones más dramáticas o ridículas.
Pero junto al cuidado tratamiento de estos personajes principales, en donde queda perfectamente combinado el alcance tragicómico del relato, el film de Reed no deja de incorporar una subtrama de insólito atractivo, relativa al desfalco cometido por el dueño de un deprimente teatro de vaudeville –la escena en la que se muestra la actuación de los veteranos animadores ante el recinto vacío y con un solo espectador, que ha entrado para hacer tiempo, me parece demoledora, como lo es que para que el espectáculo recaude una notable taquilla haya tenido que producirse una enorme e inesperada tormenta-. Un elemento que enlazará con la necesidad de Catherine de acudir en coche a Londres –lo hará en el último momento con el huido sin saber que este se ha llevado el dinero de la recaudación-, viviendo un breve episodio en una comisaría –que nos permitirá disfrutar de la breve presencia del gran Wilfrid Lawson en su papel de sarcástico sargento de policía-, llegando a reencontrarse in extremis con un Stephen dispuesto a abandonar una vida para él sin esperanza.
Original para el momento de su rodaje, provista de una frescura y autenticidad aún vigente, BANK HOLIDAY es un título que habla bien a las claras de la necesidad de acercarnos sin prejuicios a una cinematografía pródiga en títulos valiosos. No es la primera vez que incido en ello, pero prometo que tampoco será la última.
Calificación: 3
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