DAS WACHSFIGURENKABINETT (1924, Paul Leni) El gabinete de las figuras de cera.
Nunca me cansaré de valorar e intuir en la breve trayectoria como realizador –por su prematuro fallecimiento- del escenógrafo alemán Paul Leni, una de las mayores tragedias del séptimo arte. No soy –por supuesto- el primero en señalarlo, aunque en los últimos tiempos su invocación sea casi nula, e incluso irónicamente mencionada como pura arqueología fílmica. Por el contrario, lo que podemos contemplar de su estilo cinematográfico permanece como algo vigente. Dicho esto, y pese a su notable interés, e incluso a algunos fragmentos extraordinarios, creo que DAS WACHSFIGURENKABINETT (El gabinete de las figuras de cera, 1924) se sitúa a un nivel inferior que el de sus más conocidas y posteriores aportaciones ya en el seno del cine norteamericano de finales del mudo –todos lamentamos no poder a acceder a THE LAST WARNING (1929).
Es más, quizá habría que situar esta película en un punto equidistante entre el seguidismo de dos títulos tan influyentes en el cine alemán de la época como DAS CABINET DES DR. CALIGARI (El gabinete del Doctor Caligari, 1920. Robert Wiene) y DER MÜDE TOD (Las tres luces, 1921. Fritz Lang). Los historiadores ya han señalado lo que se retoma de uno u otro referente, pero lo que quizá sería de mayor interés es apreciar como en este ejemplo ya se plantea ese gusto por el humor macabro y la ironía sórdida que sería uno de los rasgos distintivos más reconocibles de su obra. Una tendencia que en este caso se hará especialmente explícita en el primer y más extenso episodio, de los tres con que cuenta la propuesta.
DAS WACHSFIGURENKABINETT, cuenta la historia de un joven escritor –el futuro realizador William Dieterle, que igualmente interpreta con gran soltura diversos papeles, todos ellos como una variación de la figura del galán romántico- que acepta un anuncio para escribir historias en torno a las figuras que se exponen en un gabinete de estatuas de cera expuesto en una feria. La hija del dueño muy pronto queda atraída por el joven empleado –Olga Belajeff también reiterará sus personajes románticos como oponente de Dieterle en las diferentes historias-.
Como antes señalaba, la primera de ellas es la más extensa en duración, y nos ambienta en el pretérito entorno oriental donde trabaja un joven panadero –Assad- que mantiene una disputa con su esposa y acude de forma furtiva a robar el anillo real del Califa (Emil Jannings). A partir de estas premisas se desarrolla un intento de asesinato del Califa por parte de Assad, otro de acoso del monarca hacia la bella esposa de este y finalmente una situación vodevilesca que irónicamente permitirá al Califa volver a unir a la los dos consortes. En este episodio, hay que destacar especialmente la deslumbrante escenografía, sobre todo de interiores y también exteriores del entorno vital del panadero y, por supuesto, la interpretación de un Emil Jannigs que llena de noble histrionismo su trabajo, sin abandonar en él un tono irónico con detalles tan magníficos como la mirada que ofrece cuando da su bendición a los dos jóvenes. En conjunto, el episodio adolece de una cierta irregularidad cinematográfica, aunque logra momentos de gran dinamismo caracterizados en la huída de Assad por calles circulares de compleja escenografía, y también por cúpulas y edificaciones que de alguna manera compensan el sesgo teatral del resto de su desarrollo.
Por su parte, el segundo episodio nos lleva a la terrible figura de zar Iván el Terrible –encarnado por Conrad Weidt-, a quien desde el primer instante contemplamos disfrutando de la tortura de sus rivales y presos. En un momento determinado Ivan propone a un noble mudarse ambos en sus apariencias externas. Este accede y ello le lleva muy pronto a su muerte en asesinato, lo cual hará parecer a los rivales del zar que han logrado eliminarlo. En realidad, el ejecutado es el padre de la muchacha a cuya boda asiste, y que por deseo expreso del mandatario, no se suspende. Pese a su celebración, el esposo de esta se revelará ante el zar al haber ensombrecido la ceremonia, por lo que será encarcelado y torturado. Como quiera que “el terrible” ha retenido a la novia, le hace contemplar las torturas que están aplicando a su ya esposo. Son todos ellos, bajo mi punto de vista, los fragmentos más valiosos de esta película de Leni, ya que en ellos se plantea con notable inspiración una adecuada escenografía, el indispensable juego de luces y sombras y un claro matiz amenazador –enrejados en ventanas que se ubican casi de forma oblicua-, unido a la impronta interpretativa que aporta un Conrad Weidt realmente magnífico en su progresivo acercamiento a la locura. Finalmente, este logrará retener los negros presagios de los adivinos que le aseguraban un rápido final, al tener que ir reteniendo de por vida el paso del tiempo en el gran reloj de arena.
En su último fragmento, la película de Paul Leni brinda una pequeña historia que enfrenta al escritor y la hija del recinto central con la figura de Jack el Destripador. El desarrollo de este breve fragmento no es más que una hipotética persecución del malvado personaje a través de un lenguaje casi de vigilia, en donde las sobreimpresiones, la sensación de falsa realidad en algunos momentos, o la intuición de asistir a la escenificación de una auténtica pesadilla, muy pronto se revelará como algo lógico. Pese a su brevedad y lo inocuo de su contenido, cierto es que el fragmento es, con diferencia, el más experimental de la función y también el que se acerca en mayor grado al expresionismo representado por los títulos de referencia citados al principio.
Al parecer, Leni tenía la intención de completar la película con un cuarto episodio que no se pudo ejecutar, debido sobre todo al bajo coste de producción. Pero hay un detalle que me ha sorprendido al contemplar DAS WACHSFIGURENKABINETT, y es la manifiesta intención del realizador para jugar con identidades falsas. Es decir, falsear y distorsionar el espíritu triste que era, en el fondo ya, la realidad de aquellos años en la sociedad alemana. Es así como en el primer episodio el hecho de que el Califa ubique en sus aposentos una figura de cera simulando su persona durmiendo, servirá irónicamente para que vuelva a nacer el amor del autor del “asesinato” con su esposa. En el segundo capítulo, el cambio de ropaje del zar con el noble le permitirá a Iván el Terrible superar la conspiración que contra él se tenía preparada. Finalmente, la persecución de Jack el Destripador siempre parece sacada de una vigilia de sueño o una realidad alterada, y una vez más la identidad de sus personajes en todo momento pueden ser reales o fruto de la fantasía.
Brillante aunque no plenamente lograda, sarcástica y terrible en algunos momentos, vanguardista en otros, el film de Leni es una propuesta tan original en sí misma como deudora de unos referentes cinematográficos cercanos y reconocibles. Tan sencilla como depositaria de la simiente del mejor cine de su autor, y considerada en sí misma, podemos decir que se erige en una propuesta válida dentro de una corriente expresiva ya a punto de desaparecer como tal y, por el contrario, ser aplicada en el cine norteamericano como uno de sus referentes más valiosos e influyentes. Su realizador sería uno de los transmisores de esa forma de interpretar el cine.
Calificación: 3
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