Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

JOAN OF PARIS (1942, Robert Stevenson)

JOAN OF PARIS (1942, Robert Stevenson)

En una entrevista realizada por Patrick McGilligan e insertada en el primero de los cuatro volúmenes de que se compone la imprescindible colección Backstory, el veterano guionista Charles Bennett destacaba JOAN OF PARIS (1942, Robert Stevenson), de entre todas las películas en las que había participado. Al mismo tiempo, reconocía haber influido haber influido en el ofrecimiento de un contrato a su director –el británico Robert Stevenson-, para que engrosara la nómina de realizadores de la R.K.O. Con una trayectoria a sus espaldas muy poco conocida en Gran Bretaña en la década de los años treinta, tampoco es que su posterior obra norteamericana en dicho estudio haya podido ser apreciada más allá del éxito puntual adquirido por JANE EYRE (Alma rebelde, 1944), que al parecer muy pronto Orson Welles –protagonista masculino del film- quiso vamprizar –en una tendencia, por otra parte, bastante habitual en él-.

No obstante, poder revisar JOAN OF PARIS, podría suponer la pista inicial para poder comenzar a reconsiderar y apreciar el talento de un realizador notable, que lamentablemente es más conocido por su largo ciclo de comedias domésticas al servicio de la Disney, que por una filmografía previa al parecer pródiga en títulos de interés. Lo tiene sobradamente este estupendo alegato antinazi, que se inicia de forma sorprendente y con ropajes de aparente comedia lujosa. A partir de unos títulos de crédito insertados sobre etiquetas de botellas de champagne, unos planos generales describen el ambiente de las fachadas de los cabarets parisinos. Sobre ellos, se proyectará un oscuro de imagen y sonoro, que fundirá con el sonido de una emisora, anunciando la llegada de un comando de pilotos que forma parte de la ofensiva británica contra el nazismo, y que se ha estrellado en una población en las afueras de Paris. La imagen en plena oscuridad es iluminada con un fósforo del jefe del comando –Paul Lavallier (Paul Henreid)-, que logra averiguar el lugar del aterrizaje forzoso, penetrando los cinco militares que lo forman en una taberna que se verá sorprendida por la llegada de un soldado alemán. Estos se esconden, pero el perro que acompaña al nazi advierte la presencia de uno de los británicos, que contraatacarán no sin antes ser objeto de una persecución que dejará herido a uno de ellos –Baby, encarnado por un jovencísimo Alan Ladd, que ya dejaba entrever sus escasas dotes como actor y el “ángel” que ofrecía ante la cámara-.

Con la atención del espectador ya lograda, el marco de la acción se traslada a una parroquia parisina que se encuentran en la plaza de Santa Juana de Arco. Allí llegarán los componentes del comando de forma individual, siendo el que está herido perseguido por un hombre misterioso. Paul solicita la colaboración del padre Antoine (magnífico Thomas Mitchell), antiguo profesor suyo de latín, ya que él tiene ascendencia francesa, razón por la cual su vida es la que corre más peligro dentro del comando. A partir de ahí intentará establecer contacto con los componentes del servicio británico, para lo cual precisará de nuevo los servicios del párroco, quien se pondrá en contacto in extremis por medio de un piloto condenado a muerte por los nazis. En medio de todas esas tribulaciones aparece el personaje de Joan (Michèle Morgan), una infeliz camarera francesa, que poco a poco se ilusionará y llegará a enamorarse de Paul. Pero sobre ellos planea la sombra del astuto y cultivado agente alemán Funk (Laird Cregar), quien pretende llegar hasta este comando y neutralizarlo, siempre partiendo de la captura de su cabecilla, al que detendrá con aparentes modos amistosos, para luego dejar que su señuelo lo lleve a lograr sus objetivos –lo llamará su “oveja traidora”-.

Creo que a tenor de la descripción sucinta de su argumento –debido a una historia de Georges Kessel-, se desarrolla un relato en formato de thriller, con ribetes de melodrama romántico y un claro y sincero trasfondo antinazi. La R.K.O. ya se caracterizaba en estos años de contienda por su frecuencia en este tipo de productos de suspense, incluso con realizadores hoy día apenas recordados como Richard Wallace –THE FALLEN SPARROW (1943)-. Lógicamente, ninguno de estos títulos se estrenó en su momento en España, como tampoco lo hicieron la mayor parte de películas de esta vertiente firmadas en otros estudios. Dentro de esta misma vertiente, y para aquel que haya podido seguir la aportación como guionista de Charles Bennett en numerosos títulos de Alfred Hitchcock rodados durante los años 30 en su periodo británico, podrán detectar la huella del escritor y argumentista –que como tanto otros guionistas que colaboraron con Hitchcock, se quejaron del escaso reconocimiento que este les brindó posteriormente-. En este caso, el insólito personaje del extraño colaborador de la gestapo que persigue de forma perenne a Paul –brillante el detalle de no hacerlo hablar en ningún momento-, es una creación de Bennett que podría recordar al Oscar Homolka de SABOTAGE (Sabotaje, 1936) o el inolvidable Mr. Memory de THE 39 STEEPS (39 escalones, 1935), ambas conocidos exponentes del periodo inglés de Hitch. Muchas de las incidencias de esta brillante película llevan la impronta del argumentista británico, pero bien es cierto que esa magnífica base no impide reconocer una realización llena de ritmo e inventiva visual, que sabe potenciar sus propuestas y, en muchos momentos, magnificarlas.

Ya he señalado ese sorprendente inicio pero no es menos destacable la descripción que se realiza del agente Funk, del que Laird Cregar ofrece un retrato espléndido, y que se define al mostrar al personaje con su hábil y amenazador manejo de potenciales armas en usos cotidianos –el cuchillo que pela una pequeña fruta o sirve para cortar la punta de un puro-. La puesta en escena de Stevenson es asimismo espléndida en el uso de la iluminación nocturna –ese ataque de los nazis con disparos a los pilotos, cuyas balas son literalmente engullidas por los haces de luz entre la niebla-, demuestra su escuela británica a la hora de filmar las secuencias en el interior de la parroquia –todas ellas extraordinarias- y, en su conjunto, la película deviene un modelo de precisión narrativa y un compendio de lo que debe ser una atmósfera definida por la inquietud y el desasosiego, propios de un pueblo invadido. Stevenson procura que ningún elemento de la narración quede sin lógica. Cada giro lleva su concatenación, dentro de una precisa sucesión de incidencias que por momentos llegan a resultar apasionantes. Ello no impide que en algunos momentos, el alcance combativo de la película se imponga, como en esa secuencia desarrollada en la clase de la veterana maestra, en la que un puñado de traviesos alumnos no dudaran en cantar al unísono “La Marsellesa”, en pleno ataque de un comando de soldados nazis.

Dentro de un cúmulo de incidencias propias del cine de suspense, casi es fácil de adivinar cual sería el destino de la protagonista femenina, que tiene como modelo a Santa Juana de Arco -y que no dudará es sacrificarse por Paul y los suyos-. Pero lo que no resultará tan previsible es el grado de abstracción al que llegará Stevenson al plasmar la larguísima persecución final del citado misterioso colaborador de la Gestapo a Paul. Un segmento que sobrepasará los límites de lo verosímil pero resulta en todo momento apasionante, al margen de concluir de un modo muy atractivo visualmente –Paul lo mata en una sauna-. En lo único que a mi juicio no llega a alcanzar un similar nivel JOAN OF PARIS, es a la hora de plasmar la fuerza del romance entre Paul y Joan. Y es que si bien Paul Henreid ofrece uno de los trabajos más sólidos de su carrera, la belleza de Michèle Morgan no llega a consolidar la necesaria intensidad a su personaje, dentro de una labor evidentemente meritoria.

Calificación: 3

1 comentario

Jefff Costello -

Qué tal, Juan Carlos?

Que sepas que los "fans" seguimos aquí disfrutando de tus críticas.

He leído tu crítica de "Nixon", y , aunque comparto unas cuantas afirmaciones críticas, me gustaría hacer una puntualización: la escena en el memorial a Lincoln sí que ocurrió en la vida real.A mi me gusta bastante Stone...hasta Nixon, porque lo de después...

http://en.wikipedia.org/wiki/Lincoln_Memorial#Events

Un saludo