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CINEMA DE PERRA GORDA

DISHONORED LADY (1947, Robert Stevenson) Pasión que redime

DISHONORED LADY (1947, Robert Stevenson) Pasión que redime

Podemos señalar sin temor a equivocarnos, que 1947 es uno de los años en los que con mayor furor se desarrolló la producción de melodramas noir y policiacos bañados por un inequívoco tinte psicologista. Una tendencia que ofreció resultados de todo tipo, de la que no se abstrajeron nombres como Alfred Hitchcock o Fritz Lang, y que de alguna manera redefinió una vertiente del cine negro norteamericano, a partir probablemente de la aportación iniciada por Otto Preminger con LAURA (1944. Otto Preminger)

DISHONORED LADY (Pasión que redime, 1947. Robert Stevenson) se encuentra inmersa de lleno en esa tendencia, aunque precisamente no es en su incorporación en esta vertiente donde hay que destacar sus logros más evidentes. Quizá sea su excesiva inclinación hacia los estereotipos del cine de índole “freudiana” donde la película ha envejecido de forma más notable. Por el contrario, los mejores rasgos de su discurrir narrativo hay que resaltarlos en las buenas maneras que exhibía el realizador británico Robert Stevenson y que, antes de ser engullido en la vorágine de convencionales títulos al servicio de Walt Disney, y anteriormente caer en la trampa de firmar THE WOMAN ON PIER 13 (1949) a las órdenes de Howard Hughes –uno de los exponentes más célebres de cine anticomunista militante, que rechazaron previamente directores como Ray o Cromwell-, tuvo una interesante y poco conocida andadura en Hollywood tras ser introducido en la industria norteamericana de la mano de David O’Selznick junto a Alfred Hitchcock. Ambos fueron “fichados” entre los profesionales que destacaban en la industria británica, y aunque todos sabemos el posterior devenir del afianzamiento de Hitchcock en USA, el nombre de Stevenson se quedó en el olvido. A este respecto, sería conveniente repasar aquellos títulos que forjaron su prestigio en Inglaterra, y los que realizó una vez traspasado el océano, de los que cabe destacar –entre los que he visto- JOAN OF ARC (1942). DISHONORED… no alcanza la altura del referente antes señalado, en buena parte por su sometimiento a una trama innecesariamente alambicada, desprovista de homogeneidad y demasiado deudora de tópicos y estereotipos del subgénero. Sin embargo, y contra todos estos inconvenientes, la película alcanza un primer tercio realmente interesante y un balance final atractivo, aunque en su desarrollo observe demasiados baches y altibajos.

La película se inicia con un montaje atractivo y urbano que nos muestra el entorno profesional de Madeleine (Hedy Lamarr). En apenas pocos planos nos introducimos en un entorno estresante y dominado por la hipocresía, donde nuestra protagonista se mostrará extraña en su comportamiento y especialmente áspera en el desempeño de su profesión. Como responsable de un influyente magazine, se manifestará totalmente reticente a insertar una entrevista casi publicitaria de una empresa de joyería, cuyo responsable es uno de los mejores clientes de la publicación. Desde el primer momento intuiremos que Madeleine padece algún trastorno psicológico, algo que emergerá a la superficie de su personalidad tras su encuentro con el joyero que desprecia a través de sus productos –Félix Courtland (John Loder, en una imprevista performance en la línea de Vincent Price)-. El encuentro con Courtland le provocará un trastorno en su personalidad, ya que este representa por un lado algo que desprecia pero en el fondo le resulta cercana, personificando un carácter bastante similar al suyo –además de encontrar algunas afinidades de encuentros familiares-. Este choque emocional es mostrado por Stevenson con unos fundidos muy atrevidos marcando el desconcierto de la protagonista, que está a punto de perder la vida en un accidente automovilístico. El incidente le pondrá en contacto con el dr. Caleb (Morris Carnovsky), un psiquiatra que pronto detectará en Madeleine un trastorno emocional que requerirá de ella un esfuerzo para ser superado. Esta inicialmente desdeña sus servicios pero pronto acudirá a él de nuevo, haciéndole caso en sus consejos y abandonando de forma repentina su trabajo y modo de vida. Abandonará todo resquicio de identidad y se mudará a vivir a un modesto apartamento de Greenwich Village, donde conocerá al joven David (Dennis O’Keefe). Se trata de un joven doctor con el que pronto iniciará una relación, abriéndose para ella una nueva puerta en su vida. Bajo mi punto de vista, es a partir de ahí cuando el film de Stevenson pierde fuelle, embarcándose en una inane sucesión de escarceos amorosos a los que no contribuye en nada la inadecuación de O’Keefe como improbable galán romántico. Hasta entonces, DISHONORED LADY goza de bastante interés, en base sobre todo al acierto de su montaje, la atractiva y arriesgada planificación expresada, al contraste en las vivencias de su protagonista, y a ciertos instantes en los que se introduce un aura casi sobrenatural –por ejemplo, ese plano de Madeleine casi en estado catatónico sentada en su coche tras haberse acercado a Courtland, que precederá su huída y posterior accidente-. La combinación de esa planificación casi expresionista, irá acompañada de una dirección artística y decoración recarcaga que definirá los entornos y marcos en los que se desarrollan las acciones de la historia. Son cerca de treinta minutos casi percutantes que culminan en la atractiva manera que Stevenson tiene de mostrar el encuentro de Madeleine y David –un ratón de la habitación del segundo es encontrado por esta en el pasillo, demostrando su singularidad como mujer al no asustarse ante esta presencia sintomática de la debilidad femenina-.

A partir de este bache –demasiado notorio, y que rompe con su atractivo metraje previo-, la película remonta el vuelo aunque ya jamás alcanzara el interés inicial, abriéndose la trama en la búsqueda de la protagonista por parte de Courtland y de los propios responsables de la revista, que le llevarán a ser seducida de nuevo por el primero y a vivir de forma involuntaria el asesinato de este, siendo acusada injustamente de su muerte. Madeleine vivirá el proceso como acusada sin intentar siquiera su defensa, al sufrir en su vida el desprecio de David a través de un juicio en el que todas las evidencias se pondrán en su contra. Será la interacción de Caleb la que permita una intervención positiva como testigo de David, haciendo renacer en Madeleine su ilusión por la vida, permitiendo al observador investigador descubrir el auténtico culpable del crimen. Será esta precisamente una de las situaciones apresuradas del film, definiendo además al criminal en un personaje tan ridículo como el que encarna el siempre mediocre William Lundigan. Es así como entre secuencias muy atractivas y bien planificadas, y oscilaciones o altibajos en su trama, se desarrollará esta desigual pero atractiva película que produjo la propia Hedy Lamarr, y en la que una vez más demuestra su extraño magnetismo, su belleza, y sus capacidades para hipnotizar la pantalla, que supieron aprovechar realizadores como King Vidor o Jacques Tourneur en aquellos años.

Calificación: 2’5

 

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