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CINEMA DE PERRA GORDA

THE LAS VEGAS STORY (1952, Robert Stevenson) Las Vegas

THE LAS VEGAS STORY (1952, Robert Stevenson) Las Vegas

El británico Robert Stevenson demostró una gran personalidad y fuerza que, por momentos, parecía configurarle como uno de los grandes directores importados de  Inglaterra una vez llegada la década de los cuarenta –al alimón con Alfred Hitchcock-. La referencia de dos títulos como JOAN OF PARIS (1942), una valiente y vibrante muestra de relato dramático de vertiente antinazi, bien ligada a un contexto romántico de gran fuerza, y su posterior y más reconocida JANE EYRE (Alma rebelde, 1943), adaptando la novela de Charlotte Bronté, igualmente desatacada por su acusado –y en esta ocasión obligado- romanticismo, son pruebas evidentes del momento más álgido en la andadura de un realizador inspirado y provisto de personalidad. Stevenson estuvo muy pronto ligado a la R.K.O., estudio en el que desarrolló buena parte de su trayectoria hasta sufrir las consecuencias de la “Caza de brujas” de McCarthy, cuestión esta que llevó a que su obra estuviera ligada a productos alimenticios, perdiendo de forma paulatina la fuerza y el vigor que había alcanzado en sus mejores momentos de inspiración.

 

Clara demostración de dicho enunciado lo supone THE LAS VEGAS STORY (Las Vegas, 1952), definida como una extraña producción del multimillonario Howard Hughes, en la que se combina esa inclinación por el exotismo –en este caso centrado en el contexto de la ciudad de Las Vegas-, con un relato policiaco seco, introduciendo en su discurrir una serie de subtramas y personajes más o menos estereotipados. Todo ello, tras situar la acción en el contexto del mapa del estado en el que sitúa Las Vegas, mientras una voz en off nos sitúa físicamente esa ciudad en la que el juego y la diversión suponen el escaparate de tantas frustraciones personales, derrotas y luchas no alcanzada en pro de la suerte.

 

Será al mismo tiempo el contexto en el que tendrá lugar el retorno de Linda Rollins (Jane Russell), una conocida cantante de uno de dichos casinos, quien regresa convertida en la esposa de Llopyd Rollings (Vincent Price). La estancia de ambos en el conocido centro de diversión y juego, motivará que la pantalla –y con ella, el espectador- contemple el pasado de Linda, que mantuvo en el pasado una relación con el teniente Dave Andrews (Victor Mature). Rodeando a ambos, la película mostará la figura de un irónico pianista –Happy (Hoaggy Carmichael)-, o incluso el muy veterano Mike Fogarty (Will Wright), quien perdió la propiedad del recinto al sufrir unas situaciones poco claras. En medio de este contexto, el retorno de Linda le permitirá comprobar cómo su esposo se encuentra viviendo una angustiosa situación de penuria económica, en cuya salida pondrá en práctica tretas de indigno pelaje, entre las cuales llegará a utilizar un valioso collar propiedad de su mujer, valorado en ciento veinticinco mil dólares. Será una valiosa pieza que provocará el seguimiento por parte del enigmático Tom Hubler (Brad Dexter), designado por la compañía aseguradora para proteger el mismo. Como se puede comprobar, el argumento de THE LAS VEGAS… asume en su metraje de poco más de ochenta minutos una serie de elementos más o menos comunes al noi”, pero lo cierto es que esa apuesta, con ser competente y estar administrada con profesionalidad, en muy pocos momentos logra que ninguno de los ingredientes aportados adquiera vida propia.

 

Es algo que podemos detectar en la escasa fuerza que se determina en esa antigua pareja que vuelve a reunirse de forma episódica –por más que la Russell se encuentre adecuada e incluso Victor Mature componga un personaje solvente-, en la nula incardinación que se detecta entre sus personajes secundarios –aunque entre ellos destaque la labor del siempre magnífico Hoaggy Carmichael y Will Wright, e incluso Brad Dexter componga un retrato por momentos inquietante-. Es algo que no se puede decir del rol encarnado por un apagadísimo Vincent Price, en uno de los roles menos recordables de su larga y fecunda filmografía. Existe en el film de Stevenson, una constante sensación, de estar asistiendo a un relato al que le falta turbiedad, como si se quisieran “domesticar” las constantes que hicieron grande y sugerente un periodo y uno de los géneros más valiosos de la historia del cine. En su oposición, nos encontramos ante un policiaco que llega a resultar blando en su última secuencia, en el que no percibimos empatía alguna con sus personajes pero que, justo es reconocerlo, mantiene algunos elementos dignos de ser resaltados. Quizá el principal de ellos sea la eficacia de su montaje –obra de Frederic Knudtson y George C. Shrader-, eje sobre el cual adquirirán agilidad los recovecos de la historia, y en el que se centrarán las secuencias finales de persecución y lucha por los exteriores de Las Vergas, hasta llegar a un aeródromo desierto. Será en este marco donde se logre un brillante episodio, aunque incluso dentro de su acierto, percibamos uno de los elementos que se echan de menos en la película; la existencia de una iluminación que potenciara ese grado sinuoso que pedía a gritos la misma, y que en buena medida es patrimonio de los grandes exponentes del género. Por el contrario, THE LAS VEGAS STORY destaca por una correcta iluminación en blanco y negro –obra de Harry J. Wild-, pero en la que se echa de menos no solo esa turbiedad que es santo y seña de las grandes obras del noir, sino que incluso resulta errónea en la ya señalada secuencia de persecución desarrollada en el aeródromo abandonado y sometido al ondear del viento. En esos instantes, la iluminación impide saber al espectador si se encuentra en un interior oscuro –que aparenta poseer luz-, o nos situamos en un amanecer más o menos definido. En definitiva, nadie duda que el cine era fascinación, pero hasta para crear su magia hay que ofrecer en ella un suficiente grado de convicción. Algo que se echa de menos en un relato finalmente discreto, en el que se detallan algunas de las obsesiones de su productor –la turbadora presencia de la Russell potenciando su erotismo; la secuencia de la ducha-, así como una mirada con cierta mítica en torno al contexto de Las Vegas. No es demasiado, pero sí lo suficiente para consignar una película tan limitada como simpática dentro de sus insuficiencias.

 

Calificación: 2

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