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CINEMA DE PERRA GORDA

SWING HIGH, SWING LOW (1937, Mitchell Leisen) Comenzó en el trópico

SWING HIGH, SWING LOW (1937, Mitchell Leisen) Comenzó en el trópico

Para cualquier interesado en la previsible personalidad que pudiera mostrar la trayectoria de Mitchell Leisen como realizador cinematográfico, es indudable que la visión de SWING HIGH, SWING LOW (Comenzó en el trópico, 1937) puede proporcionar motivos para el regocijo. Satisfacción en definitiva por encontrar en el desarrollo de esta comedia melodramática, elementos que se irían reiterando en posteriores títulos del director –generalmente centrados en su larga vinculación con la Paramount-. Detalles como la recurrencia a marcos geográficos definidos por su exotismo –DEATH TAKES A HOLIDAY (La muerte en vacaciones, 1934), HOLD BACK THE DAWN (Si no amaneciera, 1941), MASQUERADE IN MEXICO (Mascarada en México, 45), GOLDEN EARRINGS (En las rayas de la mano, 1948)…-, o el experto dominio de la modulación entre comedia y melodrama –la ya citada HOLD BACK…, REMEMBER THE NIGHT (Recuerdo de una noche, 1940)…-. Es indudable que pese a su relativo primitivismo, un rasgo este utilizado en la medida que nos encontramos ante un título cuyas cualidades resultan únicamente esbozadas, en comparación de otros posteriores más modulados en esa sutiliza para la combinación de ambos géneros, se pueden reconocer rasgos de estilo que ratifiquen la personalidad de un cineasta tan cuestionado por gentes como Billy Wilder –quién trabajó para él en calidad de guionista-.

 

Nos encontramos en el desplazamiento de un crucero por el canal de Panamá. En tan insólito lugar y de forma no menos insólita, se conocerán Maggie (Carole Lombard) y Skid (Fred McMurray). Ella ha simulado ser un peluquera y él se va a despedir como soldado. Ambos disfrutarán de su primera noche juntos, que finalizará en una reyerta e impedirá a Maggie llegar hasta New York, por lo que tendrá que residir en la casa de Skid y un amigo personal de este; Harry (Charles Butterworth). Ambos tendrán que sobrevivir trabajando en un desvencijado club de Panama, regentado por Ella (espléndida Jean Dixon). Allí podrán prosperar levemente, la joven trabajando como corista y él como trompetista, desarrollando ambos un número conjunto. Para Skid se le brindará de forma repentina la oportunidad de desarrollar una andadura exitosa como trompetista en un conocido club de New York. Alentado por Maggie –con quien se ha casado recientemente-, accederá a viajar hasta allí en la búsqueda de una mayor establidad profesional y económica para ambos. Lo que se vaticina como un futuro optimista, muy pronto devendrá en tintes negativos para la relación de los dos esposos, ya que en el club donde Skid logra un éxito notable se encuentra en cartel Anita Álvarez (Dorothy Lamour), procedente igualmente del club de Panama donde este actuaba. Como antigua amiga de este, logrará engatusarlo y hacerle olvidar de su esposa. Esta, comprobando en carne propia la dificultad de la ausencia del ser querido, viajará hasta la metrópoli norteamericana, donde podrá comprobar con gran dolor, y basándose en una situación equívoca, que este se encuentra ligado a Anita. A partir de ello, decidirá divorciarse de él y formalizar su compromiso con un acaudalado y antiguo amigo de esta. La situación llevará a la ruina moral y física de Skid, que quedará abandonado por todos y totalmente desmoralizado en su estado físico y moral –incluso será rechazado cuando decide alistarse en el ejército-. Sin embargo, la fuerza del amor es la que llevará a Maggie a su reencuentro con el degradado y efímero trompetista, cuando este se encuentra destrozado anímicamente, a la hora de protagonizar un revival radiofónico que podría rehabilitar su pasado.

 

No voy a ocultarlo. Creo que al resultado final de SWING HIGH… le falta duración –algo totalmente opuesto al cine de nuestros días-. Poco más de ochenta minutos –al parecer, se practicaron varios cortes a la duración original-, suponen un handicap de salida a la hora de desarrollar una historia –basada en una obra de teatro-, basada en buena medida en la oposición de sus elementos de comedia –algunos de ello claramente slapstick-, con aquellos en donde la inflexión melodramática es más acusada. El film de Leisen tiene bastantes agujeros argumentales, basados fundamentalmente en el enorme cúmulo de casualidades que pueblan su metraje. Por citar unos pocos ejemplos, haremos referencia a la llamada que Maggie realiza a la habitación del hotel en donde reside Anita, y que es recogida por un borracho Skid, o el encuentro casi final que se produce entre este, vagando por un New York nevado, con su antiguo compañero Harry que, “casualmente” lo había buscado unos minutos antes a un local donde este ha ido a buscar infructuosamente trabajo. Vista desde este punto de vista, lo cierto es que el resultado no adquiere ese difícil concepto de la “credibilidad cinematográfica”.

 

Pero junto a esta nada oculta limitación, lo cierto es que el discurrir del metraje de SWING HIGH… muestra esa innata cualidad de Leisen para modular la difícil inflexión entre la comedia y el melodrama, que en esta ocasión se ofrece quizá en la ausencia de un conjunto sin la armonía de otros títulos de su filmografía, pero que de forma aislada logran plasmar ese brillo del cineasta. Secuencias que en la vertiente cómica, muestran momentos tan divertidos y absurdos como las inútiles maniobras de Skid y Harry con el camastro que enturbia la entrada de su deprimente garito, el momento previo del juicio tras la pelea inicial, o las maniobras con el gallo que Skid ha adquirido perdiendo el poco dinero que poseía al empeñar su trompeta, y que logra recuperarse de sus heridas al sentir el aroma de un oscuro perfume poseen, más incluso que su efectividad cómica, una rara sensación de autenticidad poco apreciadas en nuestros días. Junto a ello, nos encontramos secuencias y momentos en los que la delicadeza de Leisen se muestra en todo su esplendor, como puede ser en la misma configuración del encuadre de la boda de Skip y Maggie, o en todos aquellos instantes en donde las oscilaciones de la relación de ambos dominan la segunda mitad de la película, teniendo un especial hincapié en los instantes finales, cuya intensidad por momentos nos hacen evocar al gran especialista en esta dualidad genérica, el siempre evocado Leo McCarey. Si a ello unimos la química que se establece entre la magnífica Carole Lombard y el joven Fred McMurray, la perfecta definición que alcanzan los personajes secundarios de Harry –este en la vertiente cómica y la aparentemente dura pero en el fondo humana y veterana Ella, podremos finalmente concluir en la eficacia de esta interesante propuesta, que si bien en primera instancia no cabría incluir entre los grandes logros de su director, nadie puede negar que a través de ella se puede indagar en las posibilidades y rasgos de estilo que llevaron a su director a ser uno de los exponentes más valiosos de la comedia y el melodrama en el cine norteamericano de la década de los cuarenta.

 

Calificación: 2’5

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