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CINEMA DE PERRA GORDA

HANDS ACROSS THE TABLE (1935, Mitchell Leisen) Candidata a millonaria

HANDS ACROSS THE TABLE (1935, Mitchell Leisen) Candidata a millonaria

Me sorprende haber leído en algunos comentarios al respecto, calificar HANDS ACROSS THE TABLE (Candidata a millonaria, 1935) como un título “menor” dentro de la rica aportación que Mitchell Leisen brindó al cine norteamericano en la década de los años treinta. Al margen de la sempiterna carga molesta que tiene dicha etiqueta a la hora de calificar con demasiada facilidad la obra de cualquier cineasta, condicionada además por una ya destacada vinculación con un estudio –en este caso la Paramount-, lo cierto es que no puedo más que mostrar mi abierto desacuerdo con esa aseveración, no solo por el hecho de que en este periodo se encuentran títulos del realizador siempre más o menos apreciables, pero indudablemente de menor entidad –como SWING HIGH, SWING LOW (Comenzó en el trópico, 1937)-. Si de verdad me enfrento a esta injusta apreciación, lo hago con la convicción adquirida tras haberla contemplado, de asistir a la que quizá sea la mejor de las comedias que Leisen rodó en esta década tan importante para el género, igualmente valiosa en el conjunto de su propia filmografía. Si, ya se que en este periodo se encuentran referentes más reconocidos y apreciados, como pueden ser EASY LIVING (Una chica afortunada, 1937) o MIDNIGHT (Medianoche, 1939). Sin embargo, no solo me mantengo en esa preferencia, sino que estimo que nos encontramos con la aportación más valiosa que Leisen brindó en el conjunto de su vinculación con la comedia y, más que ello, el título que más influencia ofreció no solo con el posterior discurrir de su filmografía, sino con los derroteros futuros que la comedia romántica adquiriría en el contexto del cine norteamericano.

 

Intentaré argumentar mis afirmaciones, pero de entrada me gustaría señalar la sorpresa que me produce el hecho de que la película que comentamos, sea reconocida fundamentalmente por ofrecer una inversión en la importancia de los roles de pareja, dejando en primacía al femenino. No voy a entrar a discutir la misma, pero lo que realmente me interesa destacar en el film de Leisen, es el hecho de resultar prácticamente una auténtica precursora en los rasgos y elementos que configurarán los mejores exponentes de esa vertiente melodramática del género, que tan popular se mostraría desde pocos años después. Y es que, no conviene olvidarlo, nos encontramos ante un producto rodado en 1935, referencia que se tiene que tener en cuenta en todo momento al reconocer que prácticamente el cine norteamericano no se encontraba en absoluto acostumbrado a comedias que incidieran de manera especial en su vertiente dramática. No cabe duda que esa manera de entender las relaciones humanas, que iban de la plasmación de una absoluta felicidad a su confrontación con elementos dramáticos, tuvieron su mejor caldo de cultivo en las mejores obras norteamericanas de realizadores como F. W. Murnau, Frank Borzage o Paul Fejos. Sin embargo, con la llegada del sonoro aquella sincera manifestación de las relaciones afectivas, tuvieron una rémora en su plasmación en la pantalla, y más aún en un género como la comedia, que en los primeros años treinta incurrió de manera específica en su vertiente más puramente cómica. De hecho, no será hasta la segunda mitad de dicha década cuando realizadores como George Cukor y, especialmente, Leo McCarey, consoliden esa vertiente, que fue prolongada décadas después por realizadores como Richard Quine, Stanley Donen o Blake Edwards. Quizá en este tan sucinto repaso, haya dejado deliberadamente de lado la figura –fundamental para el género- de Ernst Lubitsch. Y lo hago en la medida que nunca en el cineasta alemán esta vertiente adquirió una especial importancia. Ello no evitaría, a mi juicio, reconocer que algunos de sus títulos epigonales se integren con pertinencia en esta vertiente, entre ellos el que a mi modo de ver se ofrece como su obra cumbre; THE SHOP AROUND THE CORNER (El bazar de las sorpresas, 1940).

 

Disculpando de antemano esta extensa digresión, justifico la misma al objeto de explicar la importancia histórica que a mi modo de ver alcanza esta espléndida HANDS ACROSS... abriendo caminos muy pronto explorados por los cineastas antes citados, y discurriendo su desarrollo por un frágil pero al mismo tiempo delicado equilibrio entre la comedia y el drama. Un eje bajo cuyo discurrir, con el paso del tiempo, se han desarrollado buena parte de las mejores comedias románticas de la historia del cine. Esa sensación de amar a alguien a quien no ves capaz de corresponder en el sentimiento por ti depositado, la presencia de un triángulo amoroso, la sinceridad que emanan determinados tiempos muertos, que nos dicen más de los personajes que comparten el encuadre que cualquier acción que estos puedan desarrollar, son rasgos que se encuentran plenamente codificados y aplicados de manera casi ejemplar en la que supuso la primera colaboración de Leisen con la extraordinaria Carole Lombard –que realiza en esta película uno de los trabajos más hondos y versátiles de su no demasiado extensa carrera-.

 

Regi Allen (Lombard) es una joven esteticién de extracción obrera, empeñada en considerar la importancia absoluta del dinero para el disfrute de la existencia, anhelando la quimera de casarse con un hombre adinerado que pueda colmar sus ilusiones. De manera casi sorprendente, de la noche a la mañana surgirán ante ella dos pretendientes que entran de lleno en dichas características. Por un lado se encuentra el ya relativamente maduro galán Allen Macklyn (Ralph Bellamy), un hombre elegante y bondadoso que se encuentra postrado en una silla de ruedas tras sufrir tiempo atrás un accidente de aviación. Por otro lado, tendremos al joven, alocado y finalmente diletante Theodore Drew III (Fred McMurray), hijo de un hombre de enorme fortuna, que se encuentra a punto de casarse con otra rica joven. Sin embargo, Drew en el fondo es un muchacho sin futuro ni capacidad para trabajar, del que Regi ha caído rendida dado su encanto personal, y sin saber que este estaba comprometido con un cercano matrimonio –el instante en el que la joven descubre de labios de un adormilado Drew esta noticia, es sin duda uno de los momentos de mayor intensidad dramática del film-.

 

De esta manera, curiosamente, la intención de los dos enamorados –sin pretenderlo- vulnerará la intención de ambos de poder formalizar su matrimonio con personas que representaran sus intereses. Elementos como ese, los precisos apuntes sociales que el film marca en torno a la influencia de la depresión norteamericana, hablan bien a las claras de esa capacidad de Leisen para imbricar fórmulas hasta entonces casi inéditas en el cine de su tiempo, adelantándose de manera aún no reconocida a un sendero muy poco después frecuentado por los cineastas antes señalados. Hay en la película una enorme capacidad naturalista a la hora de plasmar el devenir de sus personajes. La cámara de Leisen sabe situarse en el lugar oportuno, logra una enorme capacidad para dotar a los planos de la duración adecuada y, sobre todo, se implica hasta las entrañas en las ilusiones y sufrimientos de todos ellos, contagiando al espectador del cariño con que trata sus en ocasiones pueriles andanzas. Pero junto a ello, la película muestra una inusual delicadeza a la hora de plasmar el dolor de un amor no correspondido, mostrado en esta ocasión en el personaje que interpreta con especial sensibilidad Ralph Bellamy.

 

Quizá en la visión que de la película se tuviera en su momento, detalles como los que voy a señalar carecieran de importancia, pero el propio devenir del arte cinematográfico otorga en ocasiones un interés suplementario, a varios de los elementos que se integran en esta espléndida comedia dramática ¿No podría establecerse una similitud entre la condición del personaje que encarna Ralph Bellamy, y la condición de paralíticas que adquieren finalmente las protagonistas femeninas de las dos versiones de LOVE AFFAIR (Tu y yo, 1939) y AN AFFAIR TO REMEMBER (Tu y yo, 1957), ambas de Leo McCarey? ¿No les recordó en algún momento la presencia de ese gato sobre el que se desahoga Regi en su modesta vivienda, el felino que acompañaba a Audrey Hepburn en la célebre BREAKFAST AT TIFFANY’S (Desayuno con diamantes, 1960. Blake Edwards). Unamos a estas circunstancias, la presencia como guionista del experto comediógrafo Norman Krasna y, sobre todo, el recurso de la escritora Viña Delmar –autora del argumento que sirvió de base la excelente MAKE WAY FOR TOMORROW (1937) también del fundamental Leo McCarey.

 

Esta capacidad para dosificar y administrar con exquisito equilibrio esos elementos que desde entonces han formado parte indisoluble de la comedia romántica en el seno del cine norteamericano, no reducen al film de Leisen a una simple condición de referente más o menos arqueológico. Por el contrario, sus imágenes sencillas, precisas, sinceras y siempre planteadas al nivel de los sentimientos de sus protagonistas, adquieren más de siete décadas después de su realización una franqueza inusitada. Pero no me gustaría, para finalizar estas apresuradas líneas señalar que esa inclinación por una faceta sentimental, que el propio Leisen adoptaría algunos años después en dos de sus mejores obras –REMEMBER THE NIGHT (Recuerdo de una noche, 1940) y HOLD BACK THE DAWN (Si no amaneciera, 1941)-, en modo alguno impiden la presencia de constantes apuntes humorísticos, insertados, eso sí, con tal justeza y grado de equilibrio, que en modo alguno reducen el alcance dramático de la propuesta. Entre ello, no me gustaría dejar de destacar la catastrófica sesión de manicura que Regi realiza a Drew, dejándole casi todos sus dedos con tiritas, la manera con la que en apenas un par de pinceladas –la cámara descubre a la sirvienta vistiendo el abrigo de pieles de su ama, mirándose al espejo- describe la detestable personalidad de los criados de la prometida de Theodore, lo punzante de buena parte de sus diálogos, o la divertida secuencia en la que Regi simula ante Theo ser una operadora de teléfono.

 

En definitiva, HANDS ACROSS THE TABLE es una magnífica comedia, absolutamente integrada en el cine de su tiempo pero que de forma paralela –y es algo que convendría ya dar por sentado-, sirvió como avanzadilla para una concepción más inclinada al melodrama en el género, que muy pronto sería uno de los referentes más apreciados en Hollywood.

 

Calificación: 3’5

4 comentarios

Luis -

Una absoluta delicia. Qué lástima que la malograda Carole Lombard tuviera una carrera tan corta. Para mí una de las grandes actrices de la Historia.

Feaito -

Concuerdo con tu crítica. Esta es una comedia romántica magistral, con ambos protagonistas en uno de sus mejores roles, respectivamente. Bellamy está igualmente bien como "el otro hombre" y la desdichada actriz silente Marie Prevost, tiene una de sus últimas participaciones destacadas en la pantalla. Definitivamente la carrera de Mitchell Leisen merece ser re-evaluada.

Supra Vaider High -

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