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CINEMA DE PERRA GORDA

NO MAN OF HER OWN (1950, Mitchell Leisen) Mentira latente

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No se puede decir que un film de las características de MENTIRA LATENTE (No Man of Her Own, 1950) pueda servir para definir el notable talento de Mitchell Leisen como realizador, aunque al menos sí que sirva al menos para hacer ver –siquiera ser de forma intermitente-, alguna de sus virtudes. Lo cierto es que nos encontramos con un melodrama criminal que realmente no destaca demasiado entre la amplia producción que este mini género abordó desde la segunda mitad de los años cuarenta y del cual todos conocemos algunos de sus más ilustres representantes, firmados por nombres como Lang, Tourneur, Preminger y tantos otros.

Recuerdo incluso la relativa cercanía cronológica que esta película tiene con otro título del mismo realizador –que es el que prefiero de cuantos he visto firmados por él, aunque reconozco que tengo un lejanísimo buen recuerdo de LA MUERTE EN VACACIONES (Death Takes a Holiday, 1934)-. Me estoy refiriendo a CON LAS RAYAS DE LA MANO (Golden Earrings, 1947), en la que la extraña elegancia de Leisen lograba trascender una singular mezcla de géneros que por momentos se inclinaba hacia lo fantastique –una corriente por otra parte también exitosa en el Hollywood posterior a la II Guerra Mundial. MENTIRA LATENTE en definitiva marca un pulido pero poco arrojado producto policíaco de la Paramount, que se inicia de forma atractiva con la voz en off rasgada y característica de Barbara Stanwyck –la protagonista- declamando con cierto aire lúgubre la amenaza que se cierne sobre el entorno de su personaje. La combinación de planos generales de la mansión en la que vive que se ofrece con suntuosas panorámicas pronto nos introduce a su interior, en donde sostiene con preocupación al que parece ser su hijo, mientras mira a John Lund, esperando ambos la llegada de la policía para que detenga a algunos de los dos.

La acción se remonta a un flash-back y en ella vemos a la actriz encarnando a Helen Ferguson que muy pronto es abandonada por el que fuera su amante, un individuo arrogante llamado Stephen Morley, dejándola embarazada. Este le entrega bajo la puerta y sin acceder a sus suplicantes llamadas, un billete para que vuelva a Nueva York –se encuentra en San Francisco-, mientras que un detalle –cae del sobre un billete de cinco dólares que le adjunta-, nos adelanta que la Ferguson es una mujer desinteresada. En el largo viaje conoce a un joven y amable matrimonio, acompañando al cuarto de baño a la esposa. En un instante –algo forzado- en que esta le deja su anillo de boda para que se lo pruebe, el tren descarrila, resultando Helen superviviente y aparentemente con la seña de identidad de la joven casada –que ha fallecido, junto a su marido- al portar el anillo en el dedo.

Tras el accidente y no sin cierto escepticismo decide asumir la identidad de la fallecida e integrarse en la casa de los padres del también fallecido Hugo Harkness, interpretando la identidad de la muerta puesto que los padres del esposo aún no la conocían. A partir de ese momento Helen pasará a llamarse Patricia Harkness y muy pronto se integrará en el hogar de los Harkness, granjeándose la amistad de sus “suegros” sobre todo de la anciana patriarca, y al mismo tiempo logrando llamar la atención del hermano de Hugh, Hill (John Lund). La afable situación se complicará cuando en un baile aparezca de nuevo Stephen, que no dudará en chantajear a Helen y llegando incluso a pedirle que se case judicialmente con él para en el futuro próximo –cuando fallezcan los padres de Hugo-, pueda heredar con ella sus bienes.

Evidentemente todo inducirá a un intento de asesinato y una resolución final bastante artificiosa que hará finalizar la película retomando la secuencia inicial, y con una panorámica alejándose de la mansión que ya pertenece al matrimonio formado por Helen / Patricia y Hill.

Creo que a tenor de esta pequeña descripción el primer gran inconveniente de NO MAN OF HER OWN reside en lo absolutamente convencional y artificioso de su guión, que parte de una novela de Cornell Woolrich / William Irish en esta ocasión previsiblemente no a su nivel habitual. En ella las situaciones resultan previsibles y manidas y en modo alguno contribuyen a elevar sobre esa base un film de verdadera altura –es un poco lo que le pasaría en A TRAVÉS DEL ESPEJO (The Dark Mirror, 1946) de Robert Siodmak-. Ante este poco estimulante panorama cierto es que Leiden intenta al menos poner en practica su habitual elegancia en la composición estética de los planos y el peso de la dirección artística y la escenografía. No es obviamente suficiente pero en ocasiones sí que permite algunos buenos momentos. Al ya citado estimulante comienzo podríamos destacar el buen uso del plano subjetivo cuando Helen es llevada al hospital tras el accidente del tren, la eficacia del plano de repercusión al acceder al interior de la mansión Harkness, detalles como el primer plano del bebe del que destaca ese almoadón sedoso en el que se apoya o el inquietante impacto de la mirada fija de Stephen recostado en su oficina cuando Helen acude con una pistola para matarlo.

Ese conjunto general elegante y decadente tiene por desgracia bastantes elementos que inciden en su contra como la presencia de arquetípicos personajes, esa pueril presencia de los rayos de tormenta al despertar Helen en el hospital –que sirven para que le impida decir su nombre real- o esa conclusión de la intriga tan pueril –con la increíble nota de la Sra. Harkness inculpándose del asesinato de Stephen. Que duda cabe que Leisen era capaz de bastante mas, pero tampoco hay que pedir peras al almo ante un producto coyuntural que llega a nuestros días pese a todo con una relativa discreción y competencia profesional. Ya es bastante para los tiempos que corren.

Calificación: 2

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