SNOW FALLING ON CEDARS (1999, Scott Hicks) Mientras nieva sobre los cedros
Recuerdo que cuando en marzo de 2000 se hicieron públicas las nominaciones a la edición de los Oscars, el periódico “El Mundo” se equivocó al reseñar las siete nominaciones que logró la magnífica LAS NORMAS DE LA CASA DE LA SIDRA (The Cider House Rules, 1999, Lasse Hallström) y mencionó en su lugar este MIENTRAS NIEVA SOBRE LOS CEDROS (Snow Falling on Cedars, 1999. Scott Hicks). Esa circunstancia casual y las fiables críticas adversas que había leído sobre la anterior película de dicho realizador –SHINE (1996)- hacían que con el paso del tiempo la posibilidad de contemplar el primero de los títulos citados de Hicks me produjera una premisa ambivalente. En cualquier caso y una vez visionada, creo que en muy pocas palabras se podría comparar ambos melodramas destacando como partiendo de un diseño de producción y una localización –al menos temporal- no muy dispar, el resultado es totalmente contrapuesto. Todo lo que en el film de Hallström era una lección de clasicismo cinematográfico y en líneas generales acertadísima aplicación de las normas del melodrama al servicio de una prestigiosa base literaria y con el fondo de una llamada a favor de la tolerancia en la visión del aborto, en la película de Hicks es un catálogo de manierismos, gratuidades y efectismos pese a la existencia de una –previsible- sólida base novelesca y con el fondo de una llamada en contra de los prejuicios raciales, bien provengan de la intransigencia o bien desde el excesivo apego a la tradición.
En cualquier caso MIENTRAS NIEVA SOBRE LOS CEDROS, se erige como un film en el que el diseño de producción y la impecable ambientación predispone al espectador al disfrute de un film de qualité. Sin embargo ya desde sus primeros compases la torpeza del realizador, empeñado en encuadres efectistas, movimientos de cámara gratuitos, ocultamientos de elementos en una intriga pese a todo completamente inocua –que además abandona en cuanto quiere y retoma igualmente de forma arbitraria- apenas prenden en el interés del espectador que quiera ver en cualquier película fundamentalmente un buen trabajo de puesta en escena.
SNOW FALLING ON CEDARS nos remite a en la pequeña localidad costera de San Piedro. Allí el previsible asesinato del pescador Carl Heine (Eric Thal, un estupendo actor que desgraciadamente se ha prodigado poco en cine) lleva a la acusación del mismo al joven americano de ascendencia japonesa Kazuo Miyamoto (Rick Yune). En la celebración del juicio se encuentra presente el joven reportero Ishmael Chambers (Ethan Hawke), quien desde niño estuvo plenamente enamorado de la que hoy es esposa del acusado, Youki. A partir de esa sencilla sinopsis es fácil suponer que l misma nos revela el subyacente racismo existente en la comunidad de dicha ciudad contra un colectivo japonés al que no perdonan el bombardeo de Pearl Harbor. Pero al mismo tiempo se contrapone esa discriminación con el exceso de celo de los propios colectivos de ascendencia oriental en preservar la pureza de su raza. Esa dualidad es la que con el paso de los años y mientras Ismael y Youki han estado disfrutando de su pasión siendo niños y en la adolescencia –siempre mientras nievan los cedros-, finalmente no puedan consumar su relación y abandonando ella a este, quien se alista a la guerra y en una batalla perderá su brazo izquierdo.
Con este interesante argumento Scott Hicks intenta hacer más compleja la historia intercalando los tiempos –rasgo que probablemente ya se incluyera en la novela original de David Guterson. Lo desconozco-. En cualquier caso es tan pedestre la narración, tan pobre su escritura fílmica, tan ridículos algunos de sus exponentes –pienso especialmente en esas secuencias al ralenti en la que se evocan pasajes del pasado del romance de los entonces niños o adolescentes o la propia caracterización del acusado, un apuesto japonés que nunca podría ser un asesino-, que en muy pocos minutos sabemos que las cartas que despliega el realizador son las de la trampa y el artificio narrativo, embarullando la trama, escamoteando al espectador detalles que en apariencia pueden llevarles a efectos schock –como el descubrimiento de la pérdida del brazo de Ismael-, planificando las que quizá sean las peores secuencias de un juicio que he contemplado jamás en la pantalla, y buscando encuadres “bonitos” –esa reiteración de los planos con la nieve en los cedros- que en no pocas ocasiones traspasan la frontera del ridículo.
Podía seguir bastante más enumerando los elementos que me hacen desdeñar esta película, pero prefiero destacar los pocos a mi juicio reseñables. Uno de ellos serían la cierta temperatura de emotividad que se registra en los minutos finales, especialmente esos planos en los que la familia del acusado se vuelve agradecida a saludar al periodista por la ayuda prestada. Y fundamentalmente hay que destacar el cuidado de ambientación del film y la buena labor general del conjunto de actores, en la que hay que destacar la estupenda capacidad de evolución de su personaje que otorga un espléndido Ethan Hawke –hay que resaltar su turbación en la mencionada secuencia en la que la familia japonesa le brinda su saludo-. Curiosamente, un intérprete tan magnífico como Max Von Sydow se equivoca bajo mi punto de vista al intentar aplicar un histrionismo –para el que no está familiarizado en su estilo interpretativo- al agradecido personaje del abogado defensor Gudmundsson.
Calificación: 1
2 comentarios
Sebastián -
Patricia -