ARISE, MY LOVE (1940, Mitchell Leisen) [Arise, mi amor]
ARISE, MY LOVE –jamás estrenada en las pantallas de nuestro país-, se inserta por derecho propio en el periodo dorado de la filmografía de Mitchell Leisen. Una década delimitada entre 1937 y 1947, en la que se encuentran la mayor parte de sus grandes películas. Es más, entre ellas, en sus mejores momentos, se percibe esa capacidad del realizador para combinar registros de géneros contrapuestos, que Leisen ligaba impregnándolos de una particular sensibilidad que puede que finalmente emerja como su más personal rasgo de estilo. Es algo que se expresará a lo largo de un metraje que combina la severidad del tratamiento de las postrimerías de la guerra civil española –motivo que impidió en su momento que la película fuera estrenada en las pantallas del naciente franquismo-, mostrando ese penal situado en las afueras de Burgos, e iniciando la película con un elegante movimiento de grúa descendente. La elección formal muy pronto dará paso a un episodio de comedia cínica, que servirá para describir a su protagonista masculino. Será Tom Martin (Ray Milland) -aviador condenado a un inminente fusilamiento-, que mantendrá un duelo dialéctico con su confesor, un abad debutante y dubitativo, quien muy pronto quedará sobrepasado por la superioridad en la personalidad de ese condenado, que afronta la cercanía de su muerte sin renunciar a su visión cínica de la existencia. Aún contando con una planificación ajustada, lo cierto es que las ingeniosas réplicas del episodio se encuentran dominadas considerable, por la mano del tandem de guionistas formado por Charles Brackett y Billy Wilder. Será una tendencia que se mantendrá con la aparición de Augusta, simulando ser la esposa de Tom, y logrando con su presencia ese grado screewall que prolongará la huída de ambos de las autoridades franquistas –momentos que serán insertados incorporando transparencias rodadas en el propio entorno burgalés-. Esa tendencia al cuidado de los detalles –muy propia de Leisen-, tendrá su complemento en aspectos como el rotulado en castellano de los hangares donde se encuentran los aviones, uno de los cuales robará Tom para lograr la huída a la frontera francesa, en los que la oportuna presencia de la elipsis servirá para intuir un frustrado intento de acercamiento por parte del piloto a la aguerrida periodista, trasladando la acción a Paris, centro de la agencia de prensa en la que trabaja la protagonista. Será el momento en el que conoceremos al director de la misma, el temperamental Philipps (Walter Abel), en el que cualquier espectador más o menos sagaz podrá extraer la referencia de ciertos personajes posteriores de la obra de Wilder, que quizá tuvieran su ejemplo más rotundo en el cínico director del Examiner encarnado por Walter Matthaw en la vitriólica THE FRONT PAGE (Primera plana, 1974). Ese mismo alcance de comedia satírica seguirá presente en el film en el capítulo en el que Martín y Augusta mantendrán su particular guerra, que ella solo quiere jugar a partir del interés periodístico que le puede proporcionar el piloto que ha salvado, mientras que este se mostrará desengañado al advertir como ha sido utilizado. Será un fragmento divertido, pero en el que seguirá estando más presente la influencia de sus guionistas, pareciendo que Leisen queda en un segundo término, como si estuviera agazapado ante el perfecto engranaje de su argumento e ingeniosas réplicas, que personalmente uno encuentra algo mecánicas dentro de su eficacia. Por fortuna, la personalidad de su artífice pronto entrará en escena para no abandonar la película en ningún momento, brindando dos tercios magníficos en los que estará presente la esencia de su estilo.
“No hay nada como el sentimiento que te provoca una canción”, será el comentario emocionado de Augusta, cuando se encuentra bailando un vals junto a Tom. Ese vals ejercerá como un instante transformador. A partir de ese momento, el extraño romanticismo de Leisen siempre estará presente, combinado con maestría la aplicación de elementos de comedia, sin olvidar el acierto con el que se muestra ese marco de amenaza bélica, e incorporando incluso esas pinceladas fantastique que, desde DEATH TAKES A HOLIDAY (La muerte en vacaciones, 1934), se encontraron presentes en la mayor parte de sus obras más perdurables. Es decir, a partir de ese contacto en el que la sinceridad y el sentimiento se hará palpable en los dos protagonistas, el realizador logrará articular una más de sus fascinantes mixturas de género, dosificándolos con una elegante cadencia, precisión en la planificación, en la duración del plano o en la importancia de la escenografía. Y es evidente que en esa hora larga que resta de ARISE, MY LOVE, hay suficientes ocasiones para disfrutar de esa confluencia de registros. Lo hará en su vertiente cómica, con ese ejemplar episodio que se sucede con posterioridad al ya citado encuentro entre los dos protagonistas, en el que Tom incitará a Augusta a reunirse con ella en el Café Magenta. El fragmento es admirable, feliz sucesión de detalles y situaciones –la manera con la que esta describe al piloto en su crónica redactada a máquina, la perenne presencia del rótulo del restaurante que ejercerá como auténtico cargo de conciencia en contra de las intenciones de la periodista, debatiéndose de manera implacable entre su orgullo y la autenticidad de sus sentimientos-, culminando con el equívoco de la llegada del jefe de la protagonista, con quien se ofrecerá una magnífica elipsis utilizando de nuevo ese irresistible gag de la tirita en la nariz.
Pero junto a la presencia de estos elementos de comedia –dosificados con decreciente peso específico-, el film de Leisen va dejando paso a la expresión del romanticismo de dos personas que se aman pero cuya visión del mundo se opone ante ellos, aunque al mismo tiempo se una al vivir una realidad sombría e incluso terrible. Es así como se describirá con pasmosa facilidad la felicidad extrema del sentimiento amoroso, entendido este como la sublimación del ser, en esos instantes en que los dos protagonistas se expresan en un bosque poblado por animales, bañados con un fondo sonoro ensoñador, en una estampa irreal, digna de la mejor de las fantasías de aquel tiempo, que de repente quedará rota ante la ingerencia de la amenaza –el sonido de los aviones nazis-, ante la cual los animales huirán instintivamente y los dos amantes advertirán el peligro en que están envueltos.
A partir de ese momento, ARISE, MY LOVE irá mostrando la realidad de la invasión hitleriana a diferentes países europeos, sin por ello renunciar a sus ropajes de comedia elegante y la sensibilidad de un drama romántico llevado hasta extremos plenos de virtuosismo en su confluencia de elementos. Da lo mismo que Leisen sepa trasladar la contundencia de la amenaza nazi con una sucesión de portadas de prensa en la que esta se describe, como prolongar esa sensación de opresión con la originalidad con la que se plantea la inesperada irrupción de un submarino, cuando los dos amantes intentan la huída en un crucero hacia América, cómplices en la intención de vivir una relación en libertad, pero en el fondo conscientes de que no pueden escapar de un destino en el que como personas –cada uno de ellos desde un prisma opuesto-, han de aportar su compromiso. Y es que, finalmente, ARISE, MY LOVE se erige como una de las primeras muestras que Hollywood brindó en su denuncia ante la amenaza nazi. Como pude ser en el caso de THREE COMRADES (1938, Frank Borzage), ESCAPE (Mervyn LeRoy, 1940) o THE MAN I MARRIED (Irving Pichel, 1940), se ha de valorar no solo su carácter precursor, sino en este caso la extraordinaria sensibilidad con la que sus artífices supieron combinar registros y planteamientos genéricos dispares, para conjugar un relato que poco a poco va descubriendo la lógica de su objetivo último. Pese a resultar en su conjunto un film magnífico, no puedo situar su resultado como una de las cimas de la obra de su director, debido a esa mecánica que se percibe en un tercio inicial atractivo, aunque en exceso dependiente del cinismo de su guión. Por el contrario, la gran virtud de ARISE, MY LOVE reside en la capacidad que muestran sus instantes más inspirados para plantear la inútil rebelión de dos seres que encuentran su amor en un contexto hostil, y que solo luchando contra este van a poder consolidar la autenticidad de sus sentimientos.
Calificación: 3’5
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