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CINEMA DE PERRA GORDA

CHAMPION (1949, Mark Robson) El ídolo de barro

CHAMPION (1949, Mark Robson)  El ídolo de barro

Cuando en el cine norteamericano se habían producido propuestas cinematográficas de la audacia de THE SET-UP (1949, Robert Wise) o la entidad y hondura de BODY AND SOUL (1947, Robert Rossen) –que sigo considerando la máxima aportación que el cine ha ofrecido al mundo del boxeo, junto a RAGING BULL (Toro salvaje, 1980. Martin Scorsese)-, la presencia de CHAMPION (El ídolo de barro, 1949. Mark Robson) puede ser entendida incluso con cierta simpatía, pero lo cierto es que no aporta gran cosa al conjunto de films sobre la materia ya existentes. Es más, me atrevería a señalar que su presencia no supone más que una regresión –modificada en su look visual con ciertos elementos tomados de prestado del cine negro-, que mira con nostalgia aquellos tan simpáticos como esquemáticos melodramas fabricados por la Warner en la segunda mitad de los años treinta, y que ejemplifican títulos como KID GALAHAD (1937, Michael Curtiz) o CITY FOR CONQUEST (Ciudad de conquista, 1940. Anatole Litvak). En esta ocasión, las imágenes del film de Robson se inician con la llegada al ring del campeón Midge Kelly (Kira Douglas), dispuesto a revalidar su título mundial. La voz de un locutor radiofónico nos trasladará a un largo flash-back que, fundido inicialmente con el parlamento apologético del mencionado periodista, nos ofrece la andadura del protagonista acompañado de su hermano tullido –Connie (Arthur Kennedy)-, camino de California para hacerse cargo de una desvencijada cafetería de la que se han hecho socios. En el camino son recogidos por Johnny Dunne, campeón de boxeo, quienes les invita a ganarse unos dólares trabajando en el estadio donde este se dirige, lugar en el que a última hora Kelly se verá implicado en su primer combate. Será una disputa en la que apenas ganará diez dólares, pero que le servirá para que aprecie sus previsibles cualidades por el veterano manager Tommy Haley (el siempre magnífico Paul Stewart), quien le ofrece la posibilidad de ejercer como tal para él si algún día acude a Los Angeles.

 

Supongo que a cualquier aficionado más o menos avezado, podrá intuir tras estas breves líneas, que el argumento de CHAMPION discurre por unos senderos bastante trillados ya incluso en el momento de su realización. No andan equivocados. Esta historia que en el fondo versa sobre la capacidad de rebeldía de un ser criado y educado en el seno de la pobreza, y que logra su acomodo dentro de un entorno en el que el dinero es el único objetivo, finalmente integra en su seno todos los estereotipos habidos y por haber dentro del subgénero: orígenes humildes, villanos acaudalados, mafias boxeísticas, manager sincero y honesto, crisis de conciencia, ascensos y descensos morales, mujeres de turbia moralidad o aviesos objetivos. No cabe duda de la honestidad de cuantos se responsabilizaron del proyecto, auspiciado por la entonces emergente United Artists. Es ahí donde encontramos la base de la pequeña historia de Ring Lardner, llevada a la pantalla como guión por parte de Carl Foreman, bajo la producción de Stanley Kramer y la servicio de la emergente estrella que era Kira Douglas. Que duda cabe que con dicha combinación, cabía esperar un producto de marchamo liberal, pero caracterizado por su tendencia discursiva y casi moralizante –algo consustancial a las producciones y posteriores realizaciones de Kramer-, en donde Robson se limita a seguir el sendero marcado por todos ellos aportando, eso sí, su innata capacidad para el ritmo cinematográfico, marcado por su previa experiencia como montador y también su andadura precedente en el entorno de la R.K.O. al amparo de Val Lewton, y que le había permitido un debut tan deslumbrante como el demostrado con la excelente THE SEVENTH VICTIM (1943). En esta ocasión, lo cierto es que Robson queda sumergido en el contexto de una base dramática fuertemente codificada y de difícil escapatoria, logrando sin embargo algunos momentos en donde ocasionalmente brilla su herencia recibida en los productos de terror elaborados pocos años antes junto a Lewton. En ese sentido, cabe señalar la secuencia que se desarrolla tras el triunfo de Kelly sin hacer caso de las amenazas que se cernían sobre él. Es por ello que cuando este salga a la puerta de su camerino, la sensación de desasosiego que le acompañan a él y a su manager, rodeados de sombras indescifrables, nos permita reencontrarnos con aquella personal manera de mostrar el horror que tanto Robson, como Tourneur y Wise, lograron pocos años antes en la R.K.O., dando como fruto un conjunto de títulos francamente inolvidable. Es constatable también que Robson logra plasmar secuencias y momentos de especial intensidad, como aquella en la que Kelly busca de nuevo la estima de su esposa –hasta entonces totalmente separada de él- encuandrando de frente y en primer plano a Emma (Ruth Roman), mientras que en segundo término del encuentre, aunque acercándose paulatinamente, se adelanta Midge, quien finalmente con su espalda oscurecerá el plano.

 

Así pues, entre aires de denuncia, ecos del cine noir, y parábola liberal y progresista de carácter discursivo, lo cierto es que CHAMPION deviene finalmente un producto más o menos atractivo, aunque poco memorable dentro de los exponentes de este subgénero. Digamos además, que se caracterizará por suponer una película más en las que Kirk Douglas ofrezca un personaje rudo y rebelde, discurriendo por senderos de denuncia que se harán muy familiares en el posterior discurrir de su trayectoria. Títulos como DETECTIVE STORY (Brigada 21, 1951. William Wyler), ACE IN THE HOLE (El gran carnaval, 1951. Billy Wilder), THE JUGGLER (Hombres olvidados, 1953. Edward Dmytryk) y hasta la –a mi juicio- sobrevalorada PATHS OF GLORY (Senderos de gloria, 1957. Stanley Kubrick), serán exponentes que, más allá de sus particulares bondades o defectos, se ofrecen abiertamente al servicio de los tics del conocido y en ocasiones admirable intérprete. Un Douglas que en esta ocasión tiene una ocasión más para hacer rechinar sus dientes de forma grotesca, instantes antes de recibir un impulso que le permitirá ganar la pelea final y mantener el campeonato, cuando todos preveían su derrota clara. Aún siendo un título más o menos atractivo, lo cierto es que Mark Robson supo llevar a cabo una segunda mirada, mucho más dura y sin concesiones en la posterior THE HARDER THEY FALL (Más dura será la caída, 1956), última película que protagonizó Humphrey Bogart, poco antes de su muerte.

 

Calificación: 2’5

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